Capítulo 7: ¿Dónde está la paz?

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Le dolía escuchar a su hermana todos los días detrás de la puerta, sintiéndose mal por lo ocurrido y diciéndole todos los días a sus padres que lo sentía, que le dolía escucharla mal a Anna más de lo que probablemente a ella le había dolido la caída y el golpe en la cabeza que recibió de sus poderes. Le gustaba crear montañas de nieve y verlas derretirse, pensaba que de eso se trataba la vida, que a medida que avanzaba pierde la magia, pero nunca pensó que ella la perdería tan pronto. Ya no tenía del todo esa magia que uno nunca debe perder y es la más importante de todas, la de jugar, soñar, imaginar, y vivir sin miedos. Se sentía encerrada dentro de ella misma.

—Ven cariño—dijo Iduna mientras se sentaba en la cama y daba unos golpecitos en esta para que Elsa trepara arriba para acostarse.

Era costumbre que la reina le cante una canción antes de dormir, casi siempre la misma, ya que era la que les cantaba a sus dos hijas cuando todavía compartían cuarto, pensaba que era una forma para que no olvide los momentos compartidos con su hermana menor. Aunque claro, la pequeña Elsa lo único que hacía durante todo el día era pensar en Anna y culparse por lo sucedido, así nadie podría olvidarla.

Iduna repetía la misma rutina todas las noches, entraba al cuarto luego de dormir a Anna, charlaba con Elsa para ver cómo estaba y para que sepa que contaba con ella, que la amaba y nunca la abandonaría, luego tenían una guerra de cosquillas y persecuciones que terminaban en la cama cansadas de tanto correr. Algunas veces el rey se unía a sus juegos, aunque siempre terminaba siendo el monstruo morsa (apodado de esa forma por los dos colmillos de papel que ponía en su boca) que las perseguía hasta que Elsa le hacía frente diciéndole que si no dejaba en paz a su reino tendría que congelar el mar donde habitaba, haciendo que este se marchara y terminara el juego. Después Iduna tomaba a Elsa entre sus brazos, o se quedaban acostadas, y le cantaba mientras miraban el cielo y la luna que todas las noches estaba frente al ventanal de la habitación. Se acostaban en la cama y Elsa quedaba dormida a la media hora, ya que a diferencia de su hermana le costaba dormir.

Iduna durante la noche no se despegaba de ella hasta que era la mañana. Anna los veía siempre que correteaba por los pasillos del palacio, Elsa no, ya que no quería salir de su habitación, y si el único momento en el cual podían verse era tan corto que haría lo posible para alargarlo un poco más.

—¿Qué te parece si esta vez te cuento un cuento? —dio un golpecito en la punta de su nariz y la pequeña inmediatamente asintió con la cabeza llena de entusiasmo, su madre rara vez le contaba una historia.

—Pero que no sea de príncipes y princesas casándose—protestó, recordando el horrible cuento que les contaba a su hermana y a ella antes de dormir, solo porque Anna amaba esos cuentos que omitían la tristeza y todo era color de rosas. En el fondo Elsa sabía por experiencia propia que esos cuentos no se parecían en lo más mínimo a la dura realidad.

La reina rio y miró a su marido que estaba recostado en una de las paredes observando la escena, ambos asintiendo con la cabeza al saber que a su hija mayor nunca le gustaron esas historias, y luego de ese gesto el rey supo que tuvo que dejarlas solas e ir a revisar si Anna seguía dormida. Era rutina.

—A sus órdenes, madame—bromeó, sabiendo que algún día la niña entre sus brazos crecería y sería la reina de Arendelle, y con la actitud que tenía no dudaba para nada que sería una buena líder. A Elsa había que alimentarle un poco el ego debido a la baja autoestima que tenía, y eso era algo que sus padres amaban hacer. —Había una vez—Iduna quiso seguir hablando, pero la rubia la interrumpió de inmediato.

—¡En el bosque! —gritó entusiasmada, mirando a su madre con los ojos totalmente abiertos, llena de emoción.

—Elsa, sé paciente, el cuento no dice así. —pero claro que hizo oídos sordos y volvió a hablar.

Secretos del pasado [Elsanna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora