Ya había hecho bastante el ridículo la noche anterior cuando el joven Juhwan la llamó, pero esta vez quería tratar de ser cordial, al menos lo intentaría y empezaría por disculparse con aquel chico que la había llamado. El chico había tenido que aguantar su mal temperamento sin ser culpable de nada.
Metió la mano en su bolso y rebuscó entre el centenar de cosas que tenía en su interior hasta que rozó el móvil con los dedos. Lo agarró con fuerza imaginando qué cosas podría decir para disculparse y, cuando tuvo alguna que otra palabra clara en su mente, lo sacó. Buscó en el registro de llamadas el número del joven mientras comenzaba a sentirse cada vez más ansiosa.
El teléfono dio un tono, otro y otro... Nadie respondía. Colgó y lanzó el móvil al sofá pensando que aquel joven no querría volver a hablar con ella, después del saludo tan hosco que había recibido por su parte, pero ¿qué podía hacer? ¿Habría alguna manera de arreglarlo?
Diana estaba preocupada, aunque, por otra parte, pensaba «¿Qué más da si no volvemos a hablar?».
Quizás aquello fuese lo mejor, no dar más importancia al asunto y dejarlo pasar. Después de todo, ellos no se conocían de nada y la excursión no se iba a realizar. Aun así, ella sentía que debía hacer algo respecto a eso. «¿Por qué tengo que ser tan tonta?». No podía evitar pensar en lo poco amigable que había sido.
Eran ya las tres de la madrugada y no conseguía dormir. Por alguna razón, se sentía intranquila y decidió levantarse para beber un poco de agua y aplacar los nervios.
Mientras bebía, su teléfono comenzó a sonar. «¿Quién podrá ser a esas horas?». Diana cogió el teléfono y respondió:
—¿Quién es?
—Hola —sonó una tímida voz—. Soy Juhwan, la llamé el otro día.
Diana se quedó helada, no sabía que responder.
—¿Hola? —preguntó el joven esperando oír alguna respuesta—. ¿Estás ahí?
—Sí, sí, perdona. Dime.
—Acabo de ver su llamada. No pude responder porque estaba dormido. Creo que hay unas siete u ocho horas de diferencia entre nuestros países.
—Sí, no lo había pensado, te llamaba para decirte algo —le dijo aun indecisa sobre qué, exactamente, iba a decirle—. En realidad, ahora es de madrugada aquí, supongo que lo sabes, pero no podía dormir. Necesitaba decirte algo.
—¿Qué ha pasado? —dijo Juhwan preocupado.
—No ha pasado nada, yo sólo quería disculparme. Creo que fui muy grosera contigo —le dijo esperando que captara el mensaje—. No es que yo sea ningún ángel —continuó, tratando de hacerle ver que ella no era una de esas personas que se creen demasiado buenas como para hablar con alguien que no haya sido llamado por ellos mismos—. Pero quería que supieras que no tengo nada contra ti. Estaba enfadada porque mi amiga te dio mi número sin decirme nada y supongo que descargué mi ira contigo. Perdóname —se disculpó finalmente.
—No se preocupe. En verdad, en aquel momento me pareció que era algo desagradable y casi me alegré de no tenerla como guía. Pero ahora comprendo por qué actuó de esa manera. Creo que yo habría hecho igual, así que, todo bien —le dijo el joven, tratando de empatizar con ella.
—Gracias por comprenderme. Bueno, si necesitas algo no dudes en preguntarme.
—Gracias a usted, es muy amable.
—No necesitas ser tan formal conmigo —le dijo al joven.
—¿Quién es esa belleza? —preguntó al oírla el joven que acaba de entrar en la habitación en la que se encontraba Juhwan y andaba merodeando a su alrededor.
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Seducción - Rebel E.
RomanceLa tensión sexual se palpa prácticamente desde el principio. Una novela romántica y pasional, con toques irónicos, donde une dos países a través de dos corazones que acaban enamorándose. España y Corea unidos en un pícaro romance