—¡Diana! ¿Cómo estás? —se acercó rápidamente Carmen.
—¡Diana! ¡Perdóname! ¡Perdón! —corrió hacia ella el joven que la había llamado—. ¡Lo siento! —se disculpó, preocupado y sintiéndose culpable por lo que había sucedido.
—No pasa nada, estoy bien —dijo intentando ponerse en pie de nuevo. Pero al apoyar el pie sintió un dolor enorme que no le permitió levantarse.
—¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
—Estoy bien, Carmen. Yo puedo —dijo estirando el brazo para impedir que se acercaran.
Pero nadie la creyó, al ver la expresión de dolor que se dibujaba en su rostro mientras intentaba apoyarse sobre su mano izquierda—. No —dijo ella al ver que se acercaban para ayudarla a ponerse en pie.
—¿Qué está pasando? —dijo Jordi mientras se acercaba para ver qué estaba ocurriendo allí.
—¿Tu qué haces aquí? —preguntó Diana.
—Se escuchan vuestros gritos desde mi bar. Por cierto, ¿qué haces ahí tirada?
—Estoy comprobando que el suelo esta nivelado.
El joven ayudante y Carmen comenzaron a reírse entre dientes.
—Entonces supongo que no necesitas mi ayuda, ¿verdad?
—Verdad —dijo ella tumbándose y apoyando su cabeza en el suelo.
—¡Agg! que cabezota eres —dijo él observando su expresión de dolor. Era obvio que no se encontraba tan bien como quería hacer ver.
Se acercó a ella y la agarró para ayudarla a ponerse en pie.
—¡No! ¡No! No necesito ayuda, lo digo en serio —le dijo apartando su mano de un golpe.
—Mira, no sé qué te pasa, no sé por qué no quieres ayuda, pero es más que evidente que no puedes ponerte en pie tú sola, así que cierra la boca y deja que te ayude —dijo Jordi seriamente.
—¿Quién te has creído que eres para ayudarme y para hablarme así?
—Joder, es la primera vez que conozco a una mujer tan cabezota como tú. Está bien, te he visto caer, por lo tanto, sé que no estás bien. Ahora deja que te ayude porque voy a hacerlo, aunque te resistas —le replicó acercándose más para agarrarla y levantarla con sus enormes brazos—. Carmen, ¿verdad? —preguntó a la joven de cabello rubio que sostenía la mano de Diana.
—Sí —respondió precipitadamente.
—Me la llevo al hospital —la informó de sus intenciones para que no se preocupase demasiado al ver que agarraba con fuerza la mano de su amiga.
—No, por favor, déjame en el suelo, yo puedo ir sola.
—Relájate preciosa. Prometo ser bueno. De momento.
—Diana no te resistas, seguro que se portará bien contigo —dijo Carmen intentando suavizar el momento. Pero Diana tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de Jordi y no respondía—. ¿Diana? —la llamó viendo que no se movía.
Entonces vieron como su cabeza caía haciendo que su largo cabello ondulado casi rozara el suelo.
—¡Diana! ¡Diana! —le gritaba Carmen sujetando su cabello.
—Ha debido desmayarse por el dolor. Será mejor que me la lleve ahora.
—Por favor —le suplicó Carmen asustada.
—No te preocupes, cuidaré de ella.
Todos se habían quedado estupefactos ante lo sucedido, pero nadie estaba más preocupado que Carmen al haber dejado a su amiga sola con aquel «fantasma» que parecía disfrutar más de lo que debía, levantando a Diana entre sus brazos para meterla en el coche.
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Seducción - Rebel E.
RomanceLa tensión sexual se palpa prácticamente desde el principio. Una novela romántica y pasional, con toques irónicos, donde une dos países a través de dos corazones que acaban enamorándose. España y Corea unidos en un pícaro romance