—Estoy bien —dijo ella intentando zafarse de sus manos, que la sostenían fuertemente por la cintura.
—¡Vamos! —dijo levantándola entre sus brazos.
—¿Pero qué haces?
Aquel hombre ignoró totalmente sus palabras. Parecía que aquellas personas que venían eran las responsables de su estado nervioso.
Entonces cayó en la cuenta de que aquellas personas que venían traían focos, cámaras...
—¿Qué pasa? ¿Te has escapado de la cárcel? —preguntó Diana dando un respingo.
El desconocido sintió el impulso de reír. Su risa sonaba como si acabara de decir la tontería más grande del mundo, lo cual la hizo ruborizar, por lo que intentó ocultar su rostro de él, apoyándose sobre su hombro, pudiendo casi, saborear el masculino aroma de su cuerpo.
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Entraron en un apartamento, que se encontraba cerca del hotel en el que ella se hospedaba, mientras todas aquellas cámaras corrían tras ellos.
—Ya estamos a salvo —dijo dejándola con suavidad sobre el sofá.
—Lo dirás por ti —contestó ella rápidamente sin quitarse la mano de la espalda.
—Parece que se ha hecho daño ahí. Déjeme ver.
—¿Qué? No. Estoy bien. Me voy. Gracias por tirarme al suelo y traerme... aquí.
—No tiene por qué temerme. No me he escapado de prisión —esbozó una lánguida sonrisa bajo su mascarilla que Diana solo pudo intuir.
—Entonces ¿Por qué te escondes? ¿Y qué pasa con toda esa gente de ahí fuera? —preguntó ella con lágrimas en los ojos a causa del tremendo dolor que sentía.
—No me gusta que me sigan cada vez que salgo a la calle.
Ella lo miró con incredulidad mientras se levantaba del sofá.
—Bueno, como sea. Adiós —dijo haciendo un corto y rápido gesto de despedida con la mano.
—No debería salir ahora. Déjeme ver que tiene. Debe doler mucho —dijo apartando su mano y levantando un poco su camisa, que había dejado de ser blanca después del golpe y vio que tenía un moratón que parecía bastante extenso. Entonces bajó también el pantalón para poder ver cómo había sido de fuerte el golpe.
—¿Qué haces? —dijo Diana intentando cubrirse de nuevo.
¿Quién era aquel tipo para quitarle la ropa?
—Quédese quieta, por favor, voy a buscar algo que pueda aliviarle el dolor hasta que lleguemos al hospital.
—¿Al hospital? —preguntó Diana, que siempre había odiado ir a los hospitales.
—Sí. Esto ha sido culpa mía. Debería al menos llevarla al hospital —insistía aquel hombre cordialmente.
—¡Ah!, ¡no pasa nada! Si estoy bien. Mira, no tengo nada.
—¿No le gustan los hospitales señorita?
—No —respondió entre dientes, con aquella expresión infantil que solía poner siempre que le mencionaban algo sobre ir al hospital.
—Debería ser yo quien no quisiera ir al hospital contigo, ya que todo saldrá en las revistas, sin embargo, es usted quien está más asustada —le replicó con dulzura viendo como paseaba sus delicados dedos por una fina pulsera de hilo rojo que llevaba atada a su muñeca.
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Seducción - Rebel E.
RomanceLa tensión sexual se palpa prácticamente desde el principio. Una novela romántica y pasional, con toques irónicos, donde une dos países a través de dos corazones que acaban enamorándose. España y Corea unidos en un pícaro romance