Nuevo amigo

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He pasado una noche infernal, durmiendo en medio de Tina y Luiggie como en los viejos tiempos, solo que ahora tengo miedo. Pensé que podría manejarlo, que podría controlarme. Pero en cuanto las luces se fueron y mis amigos se durmieron, yo comencé a tener pesadillas mientras estaba despierta. Cada ruido me hacía levantarme y, mi mente cansada, proyectaba siluetas que no existían más en los rincones.

La ducha por la mañana no me ayudó mucho, pues mis ojos lucían más pequeños que de costumbre y con horribles bolsas debajo de ellos. Intente usar un polvo que Luiggie me compro en una tienda, pero solo resalta mi mal aspecto. ¿Mi cabello? Bueno, hoy he comenzado a sentir el arrepentimiento de haberlo cortado, pues no puedo hacerme más mi moño alto; ni siquiera me alcanza para hacerme una coleta.

He salido a buscar a mi mentora de dormitorios y la encuentro justo donde sabía que estaría: en la oficina del Orientador Sam. Doy un leve golpeteo a la puerta a pesar de estar entre abierta. Sam me pide que pase. Verlo después de tres meses, ver esa sonrisa malévola al verme pasar, me hace pensar que él sabe algo de lo que me paso... ¿Él lo habría permitido?

—Hola, Lía. Es bueno verte —Me saluda la chica que ahora usa una coleta alta y que luce más joven y radiante que nunca—. ¿Necesitas algo?

Miro de reojo a Sam, quien no ha quitado su sonrisa malévola, haciendo que quiera soltarme a llorar de pronto. Mi corazón golpetea con rapidez, puedo sentir mis mejillas acaloradas, y he perdido el motivo por el cual estoy aquí.

— ¿Te vas a tardar mucho? Margo y yo tenemos asuntos que resolver.

Ella lo mira de mal modo. Después me ofrece asiento y dice algo que no entiendo.

—Busco una nueva habitación —La interrumpo de lo que sea que me haya estado diciendo—. No quiero estar más en el edificio de chicas. ¿Podrías ayudarme a buscar un nuevo lugar?

Eso ha hecho que Sam borrara su sonrisa y ahora estuviera serio. Creo que ha entendido que este no es asunto suyo y se ha puesto a revisar unos documentos que estaban en su escritorio.

— ¿Paso algo? ¿Tienes algún problema con tu compañera?

Me debato en contarlo sobre lo ocurrido. Quizá debería hacerlo, pero mi mente se aloca y me proyecta escenas de lo que podría pasar si yo cuento algo sobre el Ladrón: yo siendo expuesta ante el personal del campus, mi madre y conocidos. Todo el mundo sabría lo tonta e ingenua que fui al confiar en un hombre que no conocía. — ¿Lía?

—Solo quiero algo nuevo. Me voy a inscribir a softball y quiero estar cerca del campo de entrenamiento.

Ha sido una excusa tonta, incluso Sam ha vuelto a dirigir su mirada hacia mí, alzando una ceja y mirándome por encima del monitor.

—De acuerdo —dice poco convencida—. Buscare algo, pero no prometo nada. Las solicitudes para nuevas residencias se tienen que hacer con semanas de anticipación, pero veré que puedo hacer por ti, pequeña.

—Gracias, Margo. Te lo agradezco mucho —Me despido de ella con una sonrisa y ella hace lo mismo.

Camino hacia la puerta, sabiendo que al menos he dado un pequeño paso hacia algo nuevo... Pero la voz de Sam me ha hecho parar de golpe. — ¿Disculpa?

—Dije que Ryan dejo la residencia a disposición tuya, por si quieres tomarla.

— ¿Él hizo eso? —Pregunta Margo. Sam le entrega una carpeta y la joven chica se apresura a tomarlo. Luce tan sorprendida, que ha tenido que leerlo varias veces—. Es cierto, que sorpresa. Ryan dejo liquidada la residencia por un semestre más. ¿Te interesa tomarla?

El Placer en la Oscuridad [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora