Duda

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Todavía no sé cuál es la verdad sobre él. A veces no sé si quiero saberlo. Pero en esta noche, justo en esta noche, me alegra mucho que este aquí. Porque a pesar de todo lo que pase, de todo lo que sufrir; él vuelve a ser la persona con la que más me siento tranquila. Él vuelve a estar para mí, sin pedir algo a cambio, sin presionarme a algo.

Espero no ser tan ingenua otra vez.

— ¿Quieres hablarme sobre lo que te está haciendo sentir así?

Entre lágrimas suelto una pequeña risa burlona, pues en gran parte es él quien me hace sentir así.

—Supongo que me he aguantado muchas cosas —Sorbo por la nariz, mientras él sigue acariciando mi cabello.

Poco a poco comienza a llevarme hacia la cama y me ayuda a recostarme en ella. Él toma asiento a mi lado, y eso me hace pensar que él podría ver a través de la oscuridad, porque yo no vislumbro ni mis manos.

—No es bueno guardarte las cosas, pequeña salvaje. Cuando algo o alguien te haga sentir mal, es bueno decirlo, o si no te sientes con la confianza necesaria para hacerlo, siempre puedes escribirlo. También puedes salir, distraerte haciendo algo que te guste. Los amigos son una gran ayuda en esos momentos, también.

Me quedo callada después de eso, recordando que otra parte de mi estado anímico se debe a los problemas que los atormentan a ellos. Me gustaría ayudarlos, hacer algo más por ellos; pero me siento tan inútil y mala amiga.

Inconscientemente he vuelto a echarme a llorar.

—Oye, oye... —Él vuelve a llevarme a sus brazos—, está bien. No estás sola, pequeña. No estas solas.

—Cada día se vuelve más difícil; problema tras problema —Lloriqueo como nena de cuatro años, que se siente perdida en un inmenso lugar—. Nunca sé que hacer. Y lo poco que hago no sé si es lo correcto.

Él no dice palabra alguna, él solo me abraza con la fuerza necesaria para hacerme saber que está ahí. Me deja llorar hasta que deje de sentir esa presión en mi pecho.

—Quizá no siempre tomaremos las decisiones correctas, pero eso no significa que es el fin del mundo. Eres joven, Lía, aun te falta mucho por experimentar; quizá habrá más tropiezos, pero eso solo te fortalecerá. Solo recuerda una cosa: no importa cuán oscuro se vea el cielo, el sol siempre saldrá para iluminar.

Me aferro aún más a él, sintiéndome más hormonal que nunca, pues sé que tiene razón.

—Vas a estar bien, Lía. Lo prometo —Me asegura seguido de un beso sonoro en mi frente. Y de alguna manera, ya no me siento tan débil, tan caída. Quizá ha sido porque he logrado sacar un poco de eso que oprimía mi pecho, o quizá es porque él me da los ánimos que de vez en cuando necesito. Y entonces me surge de pronto la pregunta: ¿Quién lo anima a él? ¿A quién le cuenta sus problemas? El Ladrón suele estar conmigo, animándome, apoyándome, pero él casi nunca me cuenta sobre su vida. Solo sé que tuvo problemas con su hermano, y es todo.

—Y tú... ¿tú estás bien?

Elevo un poco mi mano hacia su rostro, y para mi sorpresa, él no me detiene esta vez. Mis dedos tiemblan un poco al sentir un poco de picazón por los vellos que hay en su barba, pero es algo que disfruto. No intento ir más allá de eso, porque no quiero arruinarlo.

—Yo estoy bien cuando estoy contigo, pequeña salvaje —Un leve apretón hacia su pecho acompaña su respuesta.

— ¿Y cuando no lo estás? No sé nada de ti, tampoco de tus problemas. Me gustaría también apoyarte, así como tú me apoyas a mí —Siento como se remueve incomodo en la cama, y aunque no puedo verle el rostro; nada, en realidad, sé que él está nervioso—. Realmente no sé qué seamos, pero quiero decirte que también cuentas conmigo para lo que necesites.

El Placer en la Oscuridad [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora