CAPITULO ESPECIAL (P1)

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Narra Ryan:

—No creo que me odies en absoluto —responde en un tono bastante tierno, uno que me irrita y que me provoca aún más el querer destrozarla en la cama.

Sus cómodas sabanas reciben con suavidad el golpe de mi espalda al dejarme caer con ella. No sé porque siempre sucede así, aunque supongo que me pone tan intenso, que quiero tenerla ya sobre mí.

Ella es muy tímida. Puedo sentir sus manos temblar cuando intenta acariciarme. Su respiración se entre corta y tiene que alejarme para tomar aire y seguirme el ritmo. Yo intento, en serio lo intento, poder controlarme, pero no puedo hacerlo cuando se trata de ella. Sé que hay algo en mi interior, algo que va más allá del deseo, que no me permite soltarla. Temo que si voy despacio, ella se aburra o se dé cuenta que de la realidad de esto. La realidad del error.

Me he deshecho de mi ropa, porque ella está demasiado nerviosa como para hacerlo. Y yo me encargo de quitarle la suya, porque sigue sin controlar el temblor de sus manos. Ella me sonríe con nerviosismo, intentando ocultar un poco su busto, que aún está cubierto por le tela negra del sostén. Comienzo a desesperarme por no quitárselo de una maldita vez. Pero debo esperar, porque ella parece un poco incomoda.

Tomo aire, mientras la veo tomarse el tiempo para quitárselo. Espero un minuto más, pero mi paciencia se agota, así que me levanto para arrancarle la maldita ropa de un estirón. Ella suelta un pequeño grito, más que de enfado que de excitación. Yo intento disculparme por mi brutalidad con besos y mordiscos sobre su cuello, mientras acaricio su espalda denuda. Me gusta lo suave y lo bien que huele. Todo en ella es hermoso.

Ella me aleja, permitiendo verla con el cabello enredado, con sus hermosos senos al descubierto y sus mejillas completamente sonrojadas. Es una imagen que estoy seguro, guardare por siempre en mi memoria y que obligaré a reproducirla siempre que pase un mal momento.

— ¿Puedes no ser tan brusco? —me pide nuevamente con ese tono tierno.

Y de pronto, puedo escuchar una voz al fondo de la habitación, una voz áspera y que hace que algo arda en mi pecho: — ¿Puedes ser más brusco? Esto se está poniendo aburrido y se me están quitando las ganas.

—Pensé que te gustaría que fuera despacio. No me gustaría lastimarte —Confieso bastante apenado. Pero ella suelta una fuerte carcajada, haciendo que esto se vuelva más bochornoso para mí.

— ¿Lastimarme? —pregunta burlona—. ¿Acaso eres virgen? —Mi silencio le deja en claro su respuesta—. Ay, Dios. De acuerdo, creo que podremos dejarlo para otro día, porque se me han quitado las ganas. Eres muy aburrido, Ryan.

— ¿Ryan? —El tono tierno ha vuelto y sus ojos me miran con preocupación. El ardor desaparece cuando ella acaricia mi mejilla y me besa en los labios, después en la mejilla y así hasta llegar el cuello. Muerde mi lóbulo izquierdo y algo vuelve a encenderse, pero esta vez, en mi miembro viril.

En un movimiento rápido la he colocado debajo de mí, elevando una de sus piernas sobre mi trasero. Sus manos pasean por mi espalda hasta llegar por su pierna, donde sin vergüenza, da un gran apretón a mi nalga derecha.

Pensaba reprochárselo, pero ella está muy concentrada besándome y apretándome. Entonces yo intento hacer lo mismo, pero yo no aprieto su trasero. Yo comienzo a dar suaves masajes por su seno, después a su suave y delicado pezón.

Es mi momento de vengarme.

Ahora soy yo quien comienza a calentarla, acariciando sus pezones, sin apartar mi vista de la suya. Soy honesto al decir que jamás me había sentido tan excitado de ver como sus mejillas se encienden por completo. Mi calor y deseo aumentan al succionar uno de sus pechos mientras ella gime levemente mi nombre. Continuo, porque he descubierto que hacer esto me encanta y no quiero parar.

El Placer en la Oscuridad [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora