Quinque

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Cinco = Quinque.





Un maullido casi inaudible comenzó a resonar por la habitación de la chica, ella no despertaba.

El ángel oscuro, invisible para los mortales, la veía desde una esquina de la habitación, trono suavemente los dedos y con ese único acto la chica despertó casi de inmediato, elevó el sonido del pitido en su cabeza, hizo que sintiera como si dormir fuera dormir en una cama de clavos afilados.

La chica se alejó de la cama tan rápido que cayó al suelo, confundida y desorientada miró hacía todos lados, podía ver una ligera sombra caminar por las paredes de la habitación, asustada y sudando casi a chorros encendió la lámpara pequeña que yacía en la mesita de noche.

— ¿Quién eres? ¡¿Qué quieres de mi?! ¡Para de atormentarme! ¡Te daré mi alma si quieres!— La sombra paro, y con un movimiento de manos para nada visible, el pitido comenzó a agudizarse y la chica, sintió su cerebro calentarse y casi explotar, pero no, su cerebro no explotó, explotó la bombilla de la lámpara, con un grito fuerte logró despertar a sus padres, haciendo que corrieran a su habitación.

— ¿Qué ha pasado, Dai?— Preguntó la señora Kox, asustada, mirando a su hija desorientada, pálida, confundida, muerta del miedo y sobre todo empapada de llanto y pequeños vidrios.

— Ve a encender el auto, Yanin, ya iré yo.





— ¿Qué te sucedió, cariño?— Preguntó Herny, mirando a su amiga recostada en su cama, sintiendo pena.

— No lo sé, no recuerdo nada— Respondió, girando a mirar a su armario, dando la espalda a sus amigos.

— Dai, si hay algo pasando, puedes decirnos, vamos a apoyarte— Insistió su amigo más alto, Emil.

— No sé que paso Emil, los doctores dijeron que fue una deshidratación, cuando llegamos comencé a tener todos los síntomas, no había nada más en mi que pudiera decir lo contrario.

— ¿Y tú que crees que fue?

— ¡No lo sé! Estoy tan confundida y me desoriento algunas veces.

— ¿Crees que sea por el... ritual?— Preguntó susurrando la última palabra. 

— No, no, eso es pura mierda. Solo estoy enferma y estamos empezando a relacionar todo con eso. Quiero que nos olvidemos de que eso paso, no quiero volver a tocar ese tema, solo quiero dejar de estar paranoica y vivir tranquila de nuevo— El ángel maligno rió silenciosamente, mirando desde una esquina, sin ser notado.

— Dai tiene razón, estamos relacionando todo con un estúpido juego, deberíamos solo dejarlo en el pasado.

— Venga, pues hablemos de otra cosa. ¿Quién es ese amigo tuyo, Dai? Es muy lindo— Dijo Herny, haciendo que la chica volviera a mirarlo sonriendo.

— No lo conozco muy bien, la verdad. Desde la primera vez que lo vi, se ha estado apareciendo por mi camino cada vez más frecuentemente.

— Oh— Soltó un pequeño grito ahogado— Cuéntanos de él.

— Sé que vino de Canadá, no tiene buena relación con sus padres y es un poco Satánico. Es muy pálido el chico, de verdad que a veces preocupa su color— Rió— Pero quizás solo es así.

— Sí, lo recuerdo, demasiado pálido y parecía incluso tener un aura oscura— La chica rió.

— Quizás es porqué es Satánico— Rieron— No lo sé, la verdad que me agrada el chico.

— ¡Cariño!— Habló la madre de la chica, entrando a su habitación— El nuevo vecino, Chandler, te ha enviado unas galletas, ¿quieres comer de ellas?— La chica asintió, apetitosa, y con muchas ganas de comer galletas. Su madre salió un momento de la habitación y a los segundos regreso con una bandeja de galletas y tres vasos de leche.

— Gracias, mamá— Acercó su cabeza a las galletas, para olerlas un poco, al momento de hacer este acto unas nauseas horribles y mareos en su cabeza se hicieron presentes— ¡Huelen horrible!— Dijo tapando su nariz— ¡Como a muerto!

— ¿Qué dices? Pero si huelen riquísimo— Dijo su madre, y sus amigos asintieron, estando de acuerdo.

— ¿Segura que estas bien? ¿No quieres regresar al hospital?

TENEBRIS |c.r|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora