...Olvidar...

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Ya era de noche, la luna sobresalía en el cielo acompañada de las estrellas, brillando en el oscuro firmamento.

Habia sido un dia agotador, muchas preguntas, muchos protocolos, muchos lugares que visitar, demasiadas cosas que hacer incluso muchas personas con quién hablar. De la unica que le alegraba ver era a una chica azabache, Hanako, está al verlo lo había abrazado, no sabían más que sus nombres, no se conocían en lo absoluto, habían estado en el mismo lugar, pero la ojiazul le debía la vida al ojirubi.

Los Bakugou ya se habían ido a dormir, o bueno, al menos uno de ellos lo intentaba aún.

Rodaba por su cama intentando conciliar el sueño una vez más, una de la madrugada, tal vez las dos y era la tercera vez que despertaba debido a pesadillas que en su cabeza se presentaban.

Regreso del baño en donde había lavado su cara para tratar de despejar su mente y conciliar el sueño, regreso a la cama, se acomodo y se tapo con las sábanas, cerros sus ojos cayendo dormido al menos por una hora.

La sensación de estar encadenado, el no poder usar su Quirk para defenderse, sentir sus manos, los labios y dientes por todo su cuerpo, de todos aquellos que fueron sus clientes fueron la causa de que despertara una vez más, entre la desesperación de no poder dormir y el terror que los recueros y pesadillas le causaban se soltó a llorar, tratando de bajar el volumen, que sus padres no lo escucharan, ya tenian suficientes problemas.

Mitsuki y Masaru despertaron alarmados, a pesar de los intentos del rBakugou menor escucharon a su hijo llorar y no dudaron ni un segundo en ir a verlo.

Katsuki se sorprendió ante la puerta abierta y trato de cubrirse y esconderse debajo de sus sábanas, aún sollozando.

Los padres del rubio se acercaron y lo abrazaron con cariño, aún si estaba debajo de las mantas, el castaño sobaba su espalda mientras la rubia quitaba la cobija de la cabeza de su pequeño.

- Katsuki, no va a pasar nada, aquí estamos ¿Quieres dormir con nosotros?- recibió un asentimiento leve de parte del menor.

El padre del chico lo cargo entre sus brazos como a un pequeño koala, así como lo hizo hace muchos años, no pesaba tanto, lo relacionaba con la mala alimentación que tuvo en aquel lugar del que nadie quería volver a hablar.

Lo recostó y a su lado se posicionaron los dos adultos, ambos se cubrieron con las cobijas y por fin, todos los Bakugou pudieron conciliar el sueño hasta la mañana siguiente.

Por decisión de Aizawa y Nezu, esperarían a qué el blondo se acostumbra de nuevo a su estilo de vida y lo harían regresar a clases.

Esa idea entusiasmaba al chico ceniza.

Sus comidas eran ligeras, lo obligaban a tomar bastante agua y no tenia permitido saltarse ninguna comida aun si no sentía hambre, el nutriologo había sido muy especifico.

La semana termino pasando igual cada día, Katsuki tenía que dormir con su padres pues las constantes pesadillas regresaban y no lo dejaban en paz.

Los señores Bakugou recurrieron a un psicólogo a pesar de las constantes quejas de parte de su hijo. El hombre le terminó dando algunas pastillas para dormir, aseguraba que dormiría su preocupaciones y así paso. 

Las siguientes noches pudo dormir en su cuarto como si nada hubiese pasado, el blondo se sentía preparado para regresar a la U.A, nadie se lo negó y así, después de tres semanas de haber salido del cautiverio en donde estaba pudo retomar sus estudios y, al mismo tiempo, regreso a los dormitorios de la U. A, el Bakusquad estuvo para su líder, una agradable tarde ara convivir con sus amigos mientras acomodaban las cosas de Kacchan en su nuevo cuarto. La organización de los dormitorios volvía a ser la misma así que no había mucho conflicto en memorizar otra vez en donde se encontraba cada quien.

Recuperemos su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora