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Vegetta miraba con incredulidad al hombre frente a él, del cual creía firmemente que le estaba tomando el pelo.

- Disculpe, eso es imposible. Soy un hombre... -
Dijo el guerrero, mirando levemente su abdomen, había perdido un poco sus músculos.

- Sí, uno que puede concebir. Felicidades, señor. -

Reitera el médico dándole un folleto. "Guía de Embarazo para Hombres" se podía leer en el título. ¿De verdad tenían este tipo de cosas?

Vegetta estaba confundido y un poco nervioso. Hacía un par de semanas desde que se levantaba a las cuatro de la mañana a vomitar, y en la preocupación de su bienestar asistió al médico.

Su racionalidad estaba dividida, una parte de su mente le decía que los doctores no tenían permitido mentir con los diagnósticos, pero la otra, la más terca, le decía que eso era imposible, que no era cierto lo de estar creando a una persona en su vientre. Algo que de por sí, le parecía demasiado turbio.

- ¿Cómo...? -
Inició Samuel sin saber si continuar o no, el hombre de bata esperaba pacientemente, siguió con lo que quería decir.
- ¿Cómo es esto siquiera pensable? -

- Bueno, señor Samuel. Es una información que se ha perdido con el tiempo, pero hubo un periodo en la historia en que nacieron varones con órganos internos que permitían llevar un embarazo casi idéntico al de las mujeres. -
Carraspeó antes de continuar, acomodando sus lentes a la altura que los prefería.
- Tenga cuidado, si alguien indeseado se entera de su condición, podría pasarle algo muy grave. -

Bueno, podía decir con certeza que aquello lo alteró al punto de sostener su espada sutilmente, una reacción instintiva. Le estaba dando una mala espina de la leche y para rematar, su mente seguía siendo una guerra dual, queriendo creer pero negándose al mismo tiempo.

Todo eso le daba dolor de cabeza.

- ¿Cómo sé que puedo confiar en usted, entonces? -
Su mano se apretó alrededor de la espada visiblemente, el médico parecía no inmutarse.

- Por mi vocación y mi familia, juré no hacer daño a nadie. -
El de ojos morados aún presentaba inseguridad.
- Si le alivia, puedo atenderlo yo en ginecología, ya he atendido a otro varón en sus condiciones, no se preocupe. -

La información lo descolocó.

- ¿Hay otro hombre capaz de hacer lo mismo? -

- Sí, pero me temo que ya no puedo contarle más. -

El hombre sin dudas tenía paciencia y le transmitía paz con sus palabras. Ese día, al llegar a su casa, lloró como no había hecho nunca, cuando pudo procesar correctamente.

Nine Months - RubeGetta. [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora