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Vegetta caminaba por su mansión, sólo faltaba acabar una habitación del tercer piso. Había pasado dos días desde la consulta, tenía alrededor de tres semanas y media, por lo que en otro par de días más acabaría con el primer mes. Cuando Rubén le había preguntado sobre la consulta en el médico, mintió diciendo que se trataba de un simple malestar estomacal, el rubio por supuesto se lo tragó.

¿Quién en su sano juicio pensaría en un hombre gestando?

Quería arrancarse los pelos de la cabeza, una parte de sí aún no quería creerlo, buscaba una manera de "revertirlo" por muy graves que fuesen las consecuencias, mas la gran parte de su cerebro, afortunada o desafortunadamente le obligaba a abandonar esos planes y hacerse cargo de su error.

Lo que no quería era desvelar su secreto, no a su chico, no en ese momento de shock, esperaría hasta que la cosa fuera lo suficientemente grande como para ocultarlo. Un gruñido frustrado salió de su garganta al sentarse en su cama, sacando el folleto que el doctor le había hecho entrega junto a su carné de revisiones. Empezando a leer la primera página.

Primer mes:
El primer mes es fundamental para los futuros padres, esta guía lo conducirá por el mejor camino para llevar a cabo su embarazo de forma segura.

Síntomas:
• Las ganas de orinar frecuentemente estarán al acecho... ¡No te alteres si tienes algún altercado! Pronto se acabará este primera fase.

• Puedes presentar vómitos, no te estreses por ello.

• Podrás sentirse hinchado.

Padecerás de algunos cambios emocionales, tales como estrés y cambios de humor bruscos.

Hasta ese punto, todo parecía bien, el de orbes moradas quiso llorar cuando leyó lo del estrés y cambios de humor, tanto que parecía irónico, mas lo siguiente que leyó le robó el aire.

• Debido al aumento de hormonas como la progesterona, habrá un aumento de pecho, no tan grande como el de una mujer, pero lo suficiente para dar de comer a tu bebé.

Cerró aquellas páginas que amenazaban con intimidarlo más que calmarlo y volvió a guardar todo bajo la cama. Se tumbó, respirando profundo, tocando su abdomen, blando, después por su pecho, aún tenía la forma que el ejercicio le había dado, imaginarse a sí mismo dando pecho le llenó de... Una bizarra ternura.

«Macho, qué raro me estoy volviendo...» Pensó.

Supo que serían duras semanas, pero al menos el primer mes ya casi acababa. Pasaron un par de horas que ocupó en dormir, al despertar, ya no se sentía tan presionado o alterado, pero las decisiones que tomó no las iba a cambiar. Se dijo a sí mismo que aprovecharía lo que quedaba de su musculatura para aventurarse un poco, por lo que, tomando su espada, arco y flechas, salió de su hogar. Caminó hasta el pueblo, el atardecer apenas aparecía.

Se paseó por las tiendas buscando algo de su interés, nada parecía captarlo hasta llegar a la cafetería, donde el aroma prácticamente le obligó a comprar algo para comer, cuando acabó el pequeño trozo de torta se sintió culpable.

Sufrió un susto de muerte al sentir unas manos cubrir su rostro, en un principio pensó que sería su chico, Rubén, pero cuando escuchó su voz supo que no.

– ¿Quién soy, Vegettita? –
Preguntó Luzu sin quitar sus manos.

– Un tío muy tonto. –
Contestó bromeando, sacando risas al castaño que se sentó a su lado.

– ¿Y qué haces por acá? –

– Nada, andando... –
Contestó simple, ganándose una mirada confundida.
– ¿Sucede algo? –

– Bueno, se me hace extraño verte fuera de tu casa sin hacer nada. Venga, dime de qué se trata. ¿Te has peleado con Rabis? ¿O te sientes mal? –

La rapidez con la que su amigo había hablado era sorprendente, de pronto Vegetta se sintió en un interrogatorio, pero con el policía bueno.

– No me he peleado con nadie, tranquilo. –
Calmó el pelinegro, suspirando, llevando una de sus manos a su frente.
– Luzu... ¿Tú crees que existan hombres embarazados? –

Samuel confiaba plenamente en Luzu, quería contarle. El mencionado le dedicó una cara incrédula ante la pregunta. ¿Era alguna broma?

– Bueno... No... –
Su respuesta formó una mueca en el rostro ajeno.
– Pero te puedes transportar con una perla, yo he de decir que no me sorprendería. ¿Por qué preguntas? –

Vegetta no respondió y entre ellos se formó un silencio incómodo, Luzu no entendía la actitud de su amigo hasta que algo hizo "¡Click!" en su cabeza. Llevó su mirada al de cabello azabache, revisándolo fugazmente. Con el ceño fruncido en confusión.

– ¿Es una broma acaso? Porque no tiene mucha gracia que digamos. –

– Bueno, Luzu. No, no lo es. –

El castaño seguía mirándolo, llevando una de sus manos a despeinar su cabello en señal de frustración, el de ojos morados quería que le creyese, por lo que ofreció llevarlo a su mansión, Luzu aceptó, quería quitarse la duda, pero la seriedad de su compañero le daba un indicio. Si bien había dicho que no se sorprendería fue todo lo contrario.

Cuando el azabache le hizo entrega de su carné, y pudo confirmar la ecografía con los datos, no atinó a más que a abrir la boca, algo aturdido.

– Hostias... –
Comenzó el de ojos marrones.

– Sé que es raro y aún no me lo creo pero... –
Fue interrumpido por un abrazo apretado.

– ¡¿Puedo ser el padrino?! –

Gritó con euforia. Sí, ahí estaba Luzu, felizmente viendo el vientre plano de Vegetta, pidiendo ser el padrino. Fue desestresante saber que su amigo se lo había tomado tan bien. Luzu era uno de los grandes amigos de Vegetta y uno de los más antiguos, por esa razón, no importaba lo raro de la situación, él apoyaría al azabache en lo que pudiese.

– Supongo que sí... –
Rió suavemente, olvidando por momentos toda su preocupación. Ver al castaño así de ilusionando le había hecho el día.

Nine Months - RubeGetta. [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora