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El de cabellos rubios martillaba incesante sobre los tablones de madera que construían esa pequeña choza, una sonrisa -apenas visible por la cantidad de clavos agarrados con la boca- se esboza con tranquilidad, en sus ojos se reflejan el cansancio y la paz.

El sonido del río, el cantar repetitivo de las aves, y la suave brisa entrando por sus poros lo llenaban de energías para seguir construyendo aquella pequeña "casa", donde -si todo iba bien- seguramente le diría por fin al chico que ama de pasar un poco más de tiempo juntos, quizá para toda la vida.

Con el cruzar de aquel pensamiento, a Rubius se le subió el color al rostro. Aún faltaba para terminarla y ya estaba pensando en amarrar a su amorcito para siempre.

Pero tenía que aceptar, que Vegetta, con cada acción y palabra, con cada momento y recuerdo, con cada mirada y sonrisa, lo volvía a sujetar fuerte cuando se sentía caer... Y él no quería perder eso, no quería perder a aquel hombre, por muy estilo Lolito que suene. ¿Podía vivir sin Vegetta? Claro, pero era todo lo que le hacía sentir lo que lo impulsaba a tomar tales decisiones.

Las sensaciones de comodidad, gusto y hasta complicidad seguían presentes como cuando empezaron a salir, siempre evolucionando en la forma de decirse "te quiero", quizá los abrazos duraban menos pero cada que se envolvían el uno con el otro, lograban transmitir muchas cosas, los besos pasaban de ser tímidos a suaves, a pasionales, y después volvían a lo sofisticado.

Las riñas que tenían eran solucionadas con diálogos y si bien discutieron sobre un mismo tema en varias ocasiones, al final del día, eran capaces de escuchar al otro sin interrumpir, recibir y analizar la mayor cantidad de información, disculparse si era necesario, y cerrar esos pequeños instantes en memorias que luego ocuparían para no repetir el mismo error.

Si eso no es lo que quería a su lado en un futuro... ¿Qué es entonces? Porque algo que Rubius decía con certeza era lo de pasar junto al azabache tiempo más allá, hasta que algo se rompiera entre ellos.

La tarde se pasó volando con más sonrojos involuntarios y llenos de pánico, provocados por sus pensamientos cursis, pero una gran parte de la choza tenía sus paredes levantadas. Cubrió toda la zona en un plástico que luego sujetó a la tierra, algo así como un techo improvisado para que no caiga el rocío de la noche vecina dentro.

Corrió con dirección a su hogar, los animales debían estarlo esperando, sobretodo Coringa. Desde que había regresado de dormir la última vez en casa de Vegetta, la perrita había estado encima de él muy alegre, moviendo su cola cada que lo veía, incluso interrumpiendo su trabajo de alimentar al resto de animales por simple capricho, pensaba el de ojos verdes.

¡Y ni hablar de cuando trabajaba todo el día! Coringa llegaba agresiva a ladrarle y no se iba si no tomaba un descanso. Se preguntó muchas veces que qué era lo que traía la loba entre patas, aunque simplemente no podía comprender a un animal.

Suspiró echándose en la cama, y como sospechó, la nombrada se subió a su lado, acurrucándose en el hueco de su brazo izquierdo. Pronto quedó dormido, con un único pensamiento en la cabeza.

"Samu..."

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De las cosas más fluff que he escrito jsjsjs.
Una pregunta. ¿Se unirían a un grupo de WhatsApp para conversar todos? Ya sea sobre Karmaland, shipps, intereses, esta histora.

Nine Months - RubeGetta. [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora