Capítulo 1.

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¡Hola mis bonitos lectores! Su servidora sigue trabajando y parece que estaré acá un buen rato, pero tenía el capítulo listo en el drive, so aprovecho el minuto para un café que me dieron, por eso lo subo antes. Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

Las manecillas se congelaron, el tiempo se escurrió cuando el destino me invitó a danzar en un tempo craquelado, la esperanza fue un minutero torcido bajo un candelabro apagado

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Las manecillas se congelaron, el tiempo se escurrió cuando el destino me invitó a danzar en un tempo craquelado, la esperanza fue un minutero torcido bajo un candelabro apagado. El chico en el país de las maravillas debió saber que había quebrado al conejo blanco.

La gélida brisa pendiendo en el alba, la estridencia de los equipos surcando en las diferentes canchas, el vapor del café cosquilleando debajo de mi nariz, la decepción fue un terrón de azúcar putrefacto en esta taza de insuficiencia. Tic Tac. Lo perdí, se me había escapado y ahora no podía hacer más que sollozar, incluso dentro de una botella rota me ahogué con mis propias lágrimas. Me aferré a mi vaso, quizás sofocarse estaba bien, no podía volar si carecía de alas, me las había arrancado. Si los sueños se derramaban bastaba limpiarlos con servilletas. Suspiré, estábamos en el Starbucks de la facultad de deportes. La risa de Yut-Lung Lee fue un afilado letargo, sus uñas rechinaron contra el soporte de la mesa, él cruzó una de sus pierna sobre un taburete demasiado grande para tan delicada silueta, su coleta se resbaló encima de sus hombros, él me miró, sí, con el veneno de una víbora, temblé. Él me hacía pensar que todos mis secretos se hallaban al descubierto, sin embargo, ¿no lo estaban?

—Entonces... —Esa fue la primera palabra que se atrevió a pronunciar desde que le relaté aquel fatídico encuentro. Ojos verdes, piel de porcelana, aroma a gasolina —. Déjame ver si entendí. —Me aferré a mi café, estaba amargo—. ¿No tienes idea de quién es el lince de Nueva York?

—¿Eso fue lo único que escuchaste? —La indignación fue imposible de esconder, no obstante...

—¿Había algo más importante que Ash Lynx? —Nunca lo traté de hacer. Estúpido. Me quemé los dedos al haber apretado demasiado fuerte el cartón.

—¡Claro que sí! —Mis piernas se crisparon hacia la silla—. Mi tesis fue rechazada. —Él ni siquiera se inmutó, darle un largo sorbo a su té fue su manera de quebrar la tensión. El día estaba helado.

—Cierto, eso también es importante. —Crucé mis brazos sobre mi vientre, fastidiado con esa petulante actitud—. No me mires así, el tipejo es una leyenda en la universidad. —Ese masculino perfume seguía impregnado en mi camisa, tan resplandeciente sonrisa era un tormento delirante, él supo robarme los latidos con una impresionante facilidad. El corazón se me agolpó en la tráquea.

—¿Me quieres explicar quién es? —Una afilada risita fue su respuesta—. Si es tan famoso deberías saberlo, ¿no? —Él se estiró antes de apoyar los codos encima de la mesa, el brillo que chispeó en sus pupilas fue un escalofrío desmesurado. Mal sabor.

La tentación del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora