Capítulo 7.

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¡Hola mis bonitos lectores! Si todo va relativamente bien esta semana andaré más o menos activa en diferentes fics, incluyendo este. Fuera del anuncio, este es uno de mis capítulos favoritos así que quería editarlo muchooo, fue el que más trabajo me dio por lo mismo pero lo amo, así que espero que al menos les sirva para pasar el rato. Pasamos con la narración de Ash. Muchas gracias por leer.

¡Espero que les guste!

Un minuto de silencio por los besos sin consumar, por las manos que jamás serán tomadas y los secretos que no se pueden confesar

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Un minuto de silencio por los besos sin consumar, por las manos que jamás serán tomadas y los secretos que no se pueden confesar. Un minuto de silencio para todos los cobardes que no se opusieron en la marcha nupcial. Un minuto de silencio para Ash Lynx.

Él nunca entenderá lo violenta que me resultó su incondicionalidad, luego de ser manipulado por Dino Golzine esta era la primera vez que lograba ser feliz, porque sabía que al menos una persona se preocupaba por mí, y no esperaba nada a cambio. No podía creer la suerte que tenía, era el sentimiento más feliz del mundo. Pero también era doloroso, saber que esos resplandecientes ojos cafés anhelaban a otro hombre era una jugarreta retorcida del destino. Me froté el entrecejo, intentando concentrarme. Mi corazón era un lío con sabor a tabaco y besos de delirios, mi mente una caja musical quebrada cuya tonada se hallaba empolvada. El amor era una sensación peligrosamente adictiva, daría lo que fuese con tal de preservar su sonrisa, sin embargo, la distancia me sofocaba.

Boss! —El chillido de Bones captó mi atención, la canción sintonizada en el bar era fastidiosamente animada, las butacas estaban pegajosas y mis subordinados atentos—. ¡Ni siquiera me está escuchando! —Shorter le acarició la espalda como consuelo, estábamos acomodados alrededor de la mesa de billar. Era una mañana de invierno, una cualquiera.

—No te lo tomes personal. —Un puchero dejó expuesto el colmillo del más bajo—. Ash está pensando en su conejito japonés. —Las arrugas de mi entrecejo se intensificaron ante tan descaradas mofas. Tenía la cara caliente y los pensamientos enardecidos.

—¡Pero ya no quiero hacer más esto! —Bones golpeó la mesa en un berrinche contenido—. No me metí a la pandilla para traficar banana fish. —Sus puños se crisparon encima del paño esmeralda. El aroma a cerveza me pareció embriagador a las doce del día, un cigarrillo usado pendió entre mis dedos. Un mal sabor.

—Estoy de acuerdo con ese idiota. —Arthur se abrió paso entre la multitud—. No es justo que seamos rebajados a traficantes solo porque el señorito hizo una rabieta para irse a vivir solo. —El gélido en su mirada fue paralizante, los vendajes se le mecieron bajo el susurro del viento.

—Sabes que esa no fue la razón. —Él tomó una jarra de cerveza antes de apoyarse contra la mesa de pool, la pata quebrada se hundió ante el peso extra—. El viejo nos está poniendo a prueba. —Los reflectores se posaron sobre él.

—No entiendo tu traslado a los dormitorios. —Arrugué la nariz ante la pestilencia de la laca, habían pocas personas dentro de Fish Bone, mis zapatillas pendieron hacia el taburete—. Tenías todo lo que podrías necesitar en el apartamento que te regaló. —Una sonrisa maliciosa me puso alerta—. ¿No te mudaste por el samurai boy?

La tentación del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora