Capítulo 3.

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¡Hola mis bonitos lectores! Ha sido un fin de semana terriblemente intenso, todavía, sigo en medio de una reunión importante pero necesitaba respirar dos minutos o me iba a revalsar, so dejo esto y me voy. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer. Narra nuestro Eiji.

¡Espero que les guste!

¡Qué extraño es todo hoy! Y ayer sucedía todo como siempre

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¡Qué extraño es todo hoy! Y ayer sucedía todo como siempre.

Me paralicé frente al ordenador, como si mis dedos padeciesen de rigor mortis estos se encogieron para volverse a tensar, el documento se hallaba en blanco, la fastidiosa barra del Word parpadeó para mofarse, escuché su risa, la sentí deslizarse entre mis dientes, golpeé mi cabeza contra el teclado, podía concebir las letras en mis mejillas y mis pensamientos siendo derramados. Nada. La noche estaba helada, mi espalda convertida en un nudo, mi mente era un caos y yo un inútil. Últimamente no me sentía como yo mismo, era difícil explicarlo, no obstante, a estas alturas era difícil vivir. Cada mañana dejaba un fragmento de mi alma entre las sábanas, cada tarde mi piel era un poco más gris, temía un día mirarme y no ser más que cenizas. Tenía una dolorosa opresión dentro del corazón, me arañé la tráquea, intentando respirar, sin embargo, me estaba ahogando entre las teclas, pero no me decían nada, ¡nada! No era capaz de escribir una maldita palabra. Que extraño.

¿Habré cambiado durante la noche?

—Que molesto. —Mi voz hizo eco dentro de aquella solitaria habitación, pude escuchar a mis huesos tronar cuando me moví del escritorio. Llevaba una semana tratando de entregarle algún avance a Ibe-san, sin embargo—. Esto es un desastre. —La vida me fue drenada antes de que pudiese tocar las letras del computador—. Vamos, Eiji. —Me levanté, acariciando los arañazos que le había hecho a mi espalda por la ansiedad—. Puedes hacerlo. —Me sobresalté al escuchar una risa dentro de la habitación.

—¿Te das ánimos a ti mismo? —Cuando mis ojos se encontraron con la mueca altiva del lince de Nueva York—. Eso es lindo. —Toda la cara me ardió. ¿No era extraño? Cuando yo era él mismo.

—¿No se supone que estabas en la bienvenida? —Cada uno de sus pasos retumbó dentro de mi pecho—. Te van a echar de menos si te vas. —Con una sonrisa afilada él se sentó en su cama, una de sus piernas se deslizó sobre la otra. La atmósfera estaba caliente, la noche era perfecta para equivocarse.

—Vine por una chaqueta. —Aunque lo quise evitar al regresar hacia el ordenador, pude sentir su mirada sobre mi teatro—. Hace bastante frío en el gimnasio. —Estaba goteando. Yo era su presa.

—Pues deberías irte ahora y dejarme trabajar. —Él tiró de mi silla para apartarme del escritorio, estábamos cerca.

—No veo que hayas avanzado mucho. —A pesar de ese tono burlón no pude enfadarme con ese puchero. Tenía las palabras atoradas en la garganta y un nudo en el estómago—. Deberías venir conmigo, onii-chan. —Él se deslizó sobre mi regazo para poderme atrapar, las piernas me fallaron.

La tentación del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora