Me despedí de Cristopher después de media hora más conversando. Las palabras me salían solas después de un rato. No puedo entender cómo es qué un hombre de mediana edad con ojos oscuros y mirada intensa podia brindarme confianza, ofrecerme tranquilidad con solo estar allí.
Me detuve frente a mi departamento, no siento la necesidad de huir otra vez.
— Hola Thea — Sophie, la chica que vive en el segundo piso le saluda al verme entrar al ascensor.
Era una joven menuda de un metro sesenta con cabello corto tipo Halle Barry, ojos grises y labios finos. Caminaba de aqui para allá con ropa deportiva, su vida era hacer ejercicios de cualquier tipo y a cualquier hora.
— Hola Sophie.
No hablaba nunca con ella por mas de cinco minutos, parecía tener la imperiosa necesidad de hablarme y que fuésemos amigas, yo no tengo el mismo interés, cortésmente intento que lo entienda.
—¿Nos tomamos esa copa de vino hoy? - me pregunta antes de que el ascensor se abriera en su piso.
—Hoy no. Tengo un compromiso en un par de horas. — veo la desilusión en sus ojos, parece tan solitaria. Un flash de Cristopher llega a mi mente. No puedo creer que vaya a ceder — Aunque...
—¿Si? — ella se muestra ansiosa.
Tiene la mano en el borde de la puerta del ascensor. Su mano extendida para que no se cierre con ella ahi.
Espera mi respuesta.
— Creo que una botella no me hará llegar tarde. — le digo y saco media sonrisa del arsenal.
Los recientes acontecimientos me habían descolocado emocionalmente. No me siento yo misma. Nunca habria aceptado salir y sentarme por cinco minutos con una mujer tan intensa como Sophie.
En realidad con ninguna mujer en especial.
— ¡Perfecto! — chilla ella como si de una nila con nuevi juguete se tratara. O como si acabara de decirle que iba a mantenerla económicamente de ahora en adelante.
¡Jesús!
¿En que demonios me metí?
—Hasta un rato Sophie. — le indico con la mano que la conversación está terminada y ella gracias al cielo lo entiende, y se quita la mano del ascensor.
— Subo en unos minutos. Llevaré opciones para que escojamos el... — las puertas del ascensor evitaron que la suguiera escuchando.
Joder, que mujer tan intensa.
Subo a mi piso y doy dos pasos afuera del ascensor. Mis nervios se disparan.
No puedo evitar pensar en el momento hace un par de horas cuando ese hombre, esa voz, me sacó de mi tranquilidad y mi paz, pero no me detengo, no puedo huir de mi departamento toda la vida.
Abro y miro hacia adentro como si esperara que el hombre me saltaria encima nada más escuchar la puerta. No fue asi.
Suelto el aire que no tenía idea estaba conteniendo.
Entro al apartamento y paso detalle con los ojos, miro la encimera, la cocina, la sala, todo estaba tal y como lo había dejado, incluida la caja con la lencería íntima, seguía en el mismo lugar donde la puse antes de salir a toda velocidad de mi apartamento.
Odio la sensación de sentirme observada, el escalofrío regresa nuevamente, pero no había nadie. Nadie estaba mi departamento, ese hombre había jugado con mi mente de una forma tan maquiavélica, que comenzaba a crear alucinaciones cuando realmente no había nada. Yo era más fuerte que él, si había sobrevivido a la muerte de mi madre, un asesinato a sangre fría que me marcó para toda la vida, si logré sobrevivir a perder a Joshua hace cinco años, ya nada podría dolerme más.
Espero no tenervuno de esos momentos donde pensamos que nada puede salir peor y saliendo de casa un auto te choca y quedas en cama el resto de tu vida.
Quizás las cosas me salgan peor, pero no me pretendo dejarme caer en el avismo. Hablar con Cristopher me dio una nueva perspectiva y esperanza.
— Confía en mi. Se ve que no lo haces a menudo, pero te aseguro que puedes confiar en mi. No fue casualidad verte en la calle, el destino te puso alli, nos puso a ambos. — Me sonaron tan cliché sus ultimas palabras antes de despedirnos que tuve que sonreírle — No me creas si no quieres, no lo hagas ahora. Ya verás niña, soy más de lo que ves.
Agarro el papel envuelto con fuerza que me pasó en ese momento con su número telefónico.
Yo había escapado tan deprisa, que había olvidado mi celular.
—Llámame si el acosador se pone en contacto contigo. Llámame si tienes pesadillas y no tienes con quien hablar. Búscame si necesitas lo que sea. — el se acercó y me regaló un abrazo. — Gracias por dejarme escucharte.
Respiro y cierro la puerta. Ya estoy en mi casa, procuraré que vuelva a sentirse como mi hogar y refugio.
Recojo rápidamente las cosas que dejé tiradas en la mesa y las guardo en mi habitación. Quiero tirarlas pero no lo hago, no puedo hacerlo. Aún no. No hasta saber quién es. Me pongo en modo policíaco y pretendo considerar las opciones de la búsqueda de huellas dactilares en la caja, en las piezas, en el lazo... No, definitivamente no puedo tirarlas.
Acomoda los cojines y me quito los zapatos, es mi casa, no tengo porque estar incómoda, así venga el príncipe, qu eme vea con las uñas color carmín y los dedoa al aire.
Sophie subirá en cualquier momento. Lo sé, es tan intensa que se atreve a meterse bajo la ducha y no ponerse jabón con tal de salir deprisa.
Me detengo frente al espejo de la habitación y miro mi reflejo, me veo agotada, ojeras que nunca habia experimentado, no se si por los orgasmos que me provocó Santiago al medio día, o si son producto de mi estrés pos llamada acosadora.
Me ato el cabello más alto, dejando la cola suelta y ligera, el cabello oscuro me hace ver más adulta de lo que realmente soy, los años me cayeron en dos horas, mi mente me grita que este pesar es momentáneo, pero ya he estado asi, he visitado este punto sin regreso, sé como se siente y también se que me será difícil salir.
Agarro el celular y anoto el número de Cristopher, lo debo guardar, se lo debo a él, por su tiempo, por su escucha, por prestarme su oído cuando no tenía a nadie más que lo hiciera.
Le escribo al WhatsApp para que registre mi número, sospecho desde hace rato que no soy la única que se siente sola.
Escucho la puerta y se que es ella, mi loca vecina ha llegado, paso la mano por mi rostro y le devuelvo a mi reflejo una sonrisa tranquilizadora.
— Todo saldrá bien — es la primera vez que invito a alguien a mi departamento.
Considerando lo que hago, con lo que me compro todo, con lo que genero dinero, jamás, ni en un millón de años pensaría que sería una mujer, la primera persona que llevaría a mi casa.
— Hola — le digo nada más abrir la puerta.
Entonces me fijo que no es mi visita esperada.
No es Sophie.
Es mi pesadilla.
—Tu — le digo.
Mi mano está en la puerta aún, mi mente me grita que la cierre, pero mi cuerpo no se mueve, estoy petrificada mirándolo, creo que mis ojos se saldrán de sus órbitas. No pensé jamás tenerlo allí, en la entrada de mi departamento.
—¿Esperabas a alguien más? — me dice él y yo quiero responder que sí. De verdad que quiero hacerlo.
Pero no puedo.
No sé cómo enfocar mi ira y canalizar mi desasosiego.
— Asumo que si. — él mueve su mano como si le quitara importancia a ese detalle — No te preocupes. Cuando él llegue, nos encargaremos de decirle que ya estas ocupada.
Dicho esto, empuja un poco la puerta y entra sin permiso. Mi cabeza se fue con el movimiento y lo veo acomodarse en el mueble mas grande, abriendo los brazos y extendiendolos sobre los cojines.
Como si antes ya hubiese venido y ya conociera todo.
Respiro despacio y noto el olor a alcohol que dejó detrás de sus pasos, estaba en un gran problema y por supuesto no tenía idea de cómo salvarme de esta.
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Placer rentado - Trilogia Placeres 1 - DISPONIBLE EN FISICO EN AMAZON
RomanceComencé por necesidad, ahora ya es solo costumbre y miedo a la realidad de los demás. Rento mis orgasmos, mi cuerpo, mi sexo... Mi corazón no está en el contrato. *** Todos los derechos reservados © Sheyla Garcia Ayala Noviembre 2019 Bajo el códig...