31. Me perdi en el dolor

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Casi 8 años atrás

Las náuseas en la mañana están acabando conmigo.

Todo lo que cae a mi estómago lo tira en el retrete.

Mis lágrimas han dejado de salir, ya no lloro más.

Parece que no hay un dios en el cielo que vele por mí, me cuide y me proteja. Estoy más sola que un preso en una prisión del desierto.

He llorado cada día desde que, hace un mes, me hice una prueba de embarazo. Ryan dejó su semilla dentro de mí. Crece gracias a mis malditos óvulos con deseos de embarazarse. Me odio a cada segundo por no hacer nada, por no haber hecho más que llorar mientras él me penetraba y poseía una y otra vez, hasta terminar e irse. Me dejó tirada en la entrada del edificio.

¿Acaso no tengo adrenalina en mi cuerpo?

He considerado todas las opciones en los últimos dos meses. He pensado en qué cosas pude haber hecho para defenderme. No hice nada, me quedé allí. Solo fui un cuerpo utilizado para satisfacer la carne débil de un hombre. Sin embargo, en este caso yo fui la débil que soportó todo, que aún carga con la culpa... y con un bebé. Una muestra de lo que siempre seré; una basura más de la sociedad que tiran, recogen y vuelven a tirar.

—Thea, ¿estás bien?

—¡Sí!

Joshua ha estado preocupado por mí.

He faltado la semana completa al trabajo. En un inicio, las náuseas y malestares no me eran siquiera notados, pero ahora las ganas de levantarme de la cama son mínimas, por no decir de comer y de vivir.

¿Cómo voy a mantener a un bebé y a un niño de seis años? ¿No puede pasarme algo peor?

Ni siquiera he podido solicitarle el seguro a Joshua. Es algo que tenía pensado para estos meses. Ya estoy casi con la mayoría de edad. Puedo solicitar su custodia. No importa lo que tenga que hacer para que mi hermanito esté cómodo.

Entonces está el hecho del bebé.

Mierda.

«¡¿Por qué a mí?!».

Cada día me hago las mismas preguntas. No pretendo tirarme a morir y regodearme en mi propia miseria emocional.

Escucho la puerta del baño sonar otra vez con el toque delicado de la manita de Joshua.

—Thea, ¡me estoy preocupando!

—Y yo también —murmuro sin que él me escuche.

Estoy a punto de cumplir dos meses de embarazo. Debo notificarlo en el trabajo. Comenzarán las preguntas y Ryan se enterará. Él sabrá que es suyo.

He tenido que verlo a diario como si nada. No me dirige la palabra, solo me observa.

No lo denuncié, no podía hacerlo. Eso solo me pondría en el radar.

Sabrían de Joshua, lo alejarían de mí.

Caería en el sistema. Nadie querría a un niño de seis años. Se tendría que quedar en el orfanato hasta cumplir los dieciséis o dieciocho años.

Me tortura no poder darle una vida mejor, pero la verdad es que sabía, desde siempre, que mi pequeño estaría más seguro conmigo que en un lugar de acogida.

Abro la puerta y seco mi cara con el dorso de la blusa manga larga gris que tengo puesta.

—¿Estás bien, T?

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