32. Chevrolet azul 2008

74 7 0
                                    

«¿Desaparecer será posible aún?».

Me sonrojo al escuchar el nombre de la mujer de pelo marrón sedoso frente a mí.

Confirmado. Era un hecho obvio. Mis temores más simples se han visto confirmados con relación a Santiago Dominelli. En definitiva, existe una señora Dominelli, la cual está frente a mí. Me observa con curiosidad.

La vergüenza hace que mi piel pálida se torne roja y mis mejillas se prendan como luces de Navidad.

—¿Y tú eres?

«¿La que se ha cogido a su marido y desea seguir haciéndolo?».

Joder, que desastre.

«Le explico, señora, me he estado acostando con su marido por unas cuantas semanas y un psicópata quiere violarme y luego matarme. A lo mejor, ambas a la misma vez. Su marido, siendo mi caballero en corcel, me ha rescatado y traído a su casa. Ahora usted me encontró casi infraganti».

Descarto la confesión hilarante e hiriente.

—Thea, encantada. —Extiendo la mano.

¿Para qué lo hago? No puedo ni tocarla. No debería ni hacerlo por decencia y por respeto.

No es el hecho de haber estado con Santiago lo que me hace avergonzarme, no, para nada.

He estado con toda clase de hombres con diferentes estatus sociales y matrimoniales. A fin de cuentas, no es mi problema la clase de compromisos que tenga ninguno de ellos. Me pagan por unas horas de placer y dedicación. Mi interés nunca ha rayado en más de esas horas.

Excepto con Santiago.

Con mi diablo las cosas nunca han sido convencionales.

Desde el día en que se metió en la habitación del hotel.

Lo supe allí mismo. Él sería mi perdición.

Me avergüenza verla porque ella tiene lo que yo no puedo.

—Daniela Dominelli. El placer es mío. ¿Thea qué? —curiosea con una sonrisa traviesa.

En sus ojos cafés parece esconder un millón de respuestas y verdades.

—Thea Michaels.

La mujer es extraña.

A este punto, estando casada y encontrándome con una mujer como yo después de estar fuera de casa, mi reacción no sería para nada como la que ella tiene. Me jalaría de los pelos y me gritaría toda clase de maldiciones.

—Me voy, Gloria. Gracias por el café. —Comienzo a caminar, me giro y le sonrío aún con la vergüenza en los ojos—. Fue un placer conocerte, Daniela.

—Oh, no, querida. Puedo asegurarte que el gusto fue mío.

Mierda.

Ella lo sabe, se dio cuenta. Mi rostro me ha delatado.

Camino con el bolsito y el celular en la mano.

Tomo el ascensor.

Puedo sentir la mirada de la esposa de Santiago en mi espalda, pero no me detengo. No puede ver sus orbes y enfrentarme a mí misma.

Por tantos días me he carcomido el alma.

Desde el momento cero, supe que esto me mataría: saber que realmente no será mío.

Me enamoré de él.

En mi tonta forma de cubrir mi soledad con sexo, me enamoré por primera vez de alguien que solo me ve como la prostituta que soy, no como la mujer que puedo llegar a ser por él.

Placer rentado - Trilogia Placeres 1 - DISPONIBLE EN FISICO EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora