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~Arrepentimiento~

Hace dos horas había ido a dejar a Helen a su departamento, se supone que debería sentirme en las nubes, digo después de esta noche, más sin embargo, eso no es lo que siento.


Mi mente divaga, entre sí es correcto o no, más ya se que no, una parte de mi susurraba que no estaba bien.

Y la verdad.




Creo que tiene razón.








Marie y Helen, una es amorosa, buena mujer, y esposa, siempre me ha apoyado, en las buenas y en las malas, me ayudó a fundar mi propia empresa, extrovertida, muy alegre, y hermosa, con carácter,y por otro lado está esa chica rubia, que es tímida, buena persona, delicada.

No es que este con Marie por qué le tenga aprecio, o agradecimiento, si no que de verdad la amo, pero no sé cómo tomar esos "me gusta", hacia Helen.

No puedo decir que estoy enamorado de Helen, más sin embargo me siento atraído por ella, pero me siento un bastardo, por hacerle eso a Marie, sentir algo hacia otra persona que no es mi mujer, además, Helen, no se merece estar en la sombra, no merezco siquiera tratar de convecerla a tener un amorío con un hombre casado, y a Marie, no podría romperle el corazón, ella confía en mí.



Y gracias a mi momento de reflexión, ya sé que decisión tomaré.


























Un día después de la cita, cómo me prometí, me dirijo a la oficina de Helen, necesito hablar con ella.

Paso sin tocar la puerta, a lo que ella salta un poco de su lugar, al verme.

—Helen, necesito hablar contigo respecto a lo de ayer— Suelto.

Ella me mira y después, desvía la mirada.

—Sebastián, lo lamento, pero no creo que sea apropiado, usted está casado y no quisiera...—Comienza a soltar.

—Descuida, no te vengo a presionar, ni nada de eso, es decir, me gustas, pero sé que no es correcto, a lo que quiero llegar...—interrumpo, al tiempo que suspiro para continuar con mis disculpas— lo siento, no volveré a actuar así.

Volteo aver su rostro, ella me mira atenta, y tristeza invade su rostro, haciéndome sentir más aún culpable

—Si, lo se, no tiene por qué disculparse entiendo—murmura mientras baja la mirada.

—Lo único que puedo ofrecerte es mi amistad—digo, mientras con mi mano le tomo de la barbilla para que me mire— sé que no es mucho, pero...

—Descuide...—Susurra, para luego cambiar su mirada a una fría— le puedo de favor que salga de aquí.
















Salgo de ahí, diciéndome  que no es tarde para hacer lo correcto, digo, no están difil borrar esto, no quiero cometer el mismo error con ella.








...

𝕰𝖑 𝖊𝖓𝖌𝖆ñ𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora