Capítulo 2: La Ciudadela

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Salonika era un planeta desértico, cuyas dunas colmaban la vista, y el sol abrasaba todo en su superficie sin piedad. Hireth y su padawan se quitaron sus túnicas y desenfundaron sus sables láser.

A la distancia se apreciaba un ejército de droides, tanques de combate y guerreros locales montados a unos dromedarios monstruosos, cuyos hocicos espumantes dejaban ver una serie de filas de colmillos. Desde el transportador de la República comenzaron a descender aeronaves de combate y el ejército de los clones liderados por el comandante Zeth.

 Desde el transportador de la República comenzaron a descender aeronaves de combate y el ejército de los clones liderados por el comandante Zeth

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Haga estaba tenso hasta su ultimo músculo. Era un padawan joven, había participado en combates y misiones, pero nunca en una batalla a esta escala. Eran miles de enemigos justo en frente, por lo que repasó en su mente las técnicas y estrategias que su maestro le había enseñado. Éste parecía haberle leído la mente, porque puso una mano en su hombro y le dijo:

-Para este momento has entrenado toda tu vida Haga. Si cumplimos con nuestra misión todo habrá valido la pena-

La estrategia era simple, pero que sería todo un reto llevarla a cabo; hacer retroceder al ejercito enemigo y tomar la colina que se encontraba unos kilómetros adelante de ellos

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La estrategia era simple, pero que sería todo un reto llevarla a cabo; hacer retroceder al ejercito enemigo y tomar la colina que se encontraba unos kilómetros adelante de ellos. Si lograban controlar el terreno alto podrían instalar los grande cañones terrestres y asediar al campamento adversario.

A los pocos segundos de terminar de hablar, una enorme bola de plasma lanzada desde una catapulta móvil arrasó con clones y maquinas a su paso. Frente a un arma así, hasta un jedi estaría en problemas. Los cazas de la República volaron sobre sus cabezas y comenzaron a disparar contra las catapultas y contra los enemigos, pero un campo de fuerza los protegía. Un enorme reptil volador surcó entre las naves evadiendo el fuego cruzado y atacando sus alas. Después volaba a ras de piso, desgarrando con sus garras y dientes a los desgraciados clones a su alcance. Los Salonikos eran seres de piel verde, ojos y dientes pequeños, pero cuerpos fornidos y desproporcionados, por lo que en combate cuerpo a cuerpo tenían ventaja. El maestro Hireth y Haga luchaban con todas sus energías. En una ocasión un dromedario los embistió a toda velocidad, y sus dientes se esforzaban por devorar la carne de Haga. El golpe había hecho que su sable saliera arrojado fuera de su alcance, podía sentir el aliento del animal y la risa de su jinete. Estiraba su mano en busca de su arma, y ayudado por la fuerza se hizo del sable con lo que atravesó la garganta de la bestia, cuyo cuerpo cayó sobre él. Segundos después alguien lo ayudaba a retirar el malogrado animal, solo para encontrase a un enorme Saloniko izando un bastón de plasma, dispuesto a eliminarlo.

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