Me miro al espejo y solo veo oscuridad a mi alrededor. Mi mirada se dirige a mi boca y a mis finos labios analizando esa línea curvada hacia abajo que los separa. Nunca me había parado a analizar de esa manera mi sonrisa o mejor dicho lo que queda de ella ahora. Cuando me vi me pregunté ¿cuánto tiempo llevas sin sonreír? Y es que hace tanto tiempo que ya ni siquiera lo recuerdo. Todos mis recuerdos corresponden a mis labios rectos incluso curvados hacia bajo. Y la verdad es que no puedo ni reunir el valor para levantar mis labios, simplemente no me queda fuerza. Voy andando por las calles con mis auriculares permitiéndome aislarme del mundo y solo cuando enciendo mi música es cuando me permito a mí misma soltar una sonrisa y un suspiro de alivio, pero cuando vuelvo abrir los ojos todo vuelve a bajar a la realidad y con ello mi sonrisa. Y es que me pregunto muchas veces, ¿Soy feliz? Y lo que me da más miedo no es mi respuesta sino que la tenga tan clara y no me cree duda alguna. No soy feliz conmigo misma y sé que estoy siendo egoísta porque tengo a mi familia y daría la vida por ellos y ellos por mí y tengo más de los que muchos podrían desear o tener, pero me he dado cuenta que hay algo en mí que no funciona. Hay algo dentro de mí que me pide a gritos en mi cabeza que cambie, porque tanto él como yo sabemos que hay algo que me está haciendo daño. Cada vez que va pasando más tiempo me doy cuenta que me estoy ahogando en mi mismo aire como si estuviese atrapada en una burbuja, necesito un cambio, empezar desde cero, como si nada de lo que he vivido hubiera existido. Porque los años pasan y no esperan a nadie. Tenía muchas metas e ilusiones en mi vida que poco a poco se han ido apagando y quedando en el olvido y no quiero eso. Debería empezar a pensar en mí misma, aclarar mi cabeza y ver qué es lo que quiero seguir manteniendo en mi vida y lo que quiero eliminar y solo después de hacer eso creo que me daré una oportunidad de ser feliz.