Capítulo 3

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Hugh, al igual que todos los pasajeros, quedó extrañado y algo asustado. Algunas personas empezaron a ponerse en pie, mirando fijamente hacia la puerta que conectaba con el otro vagón. Otras, disimuladamente, se pasaban al de delante. Todo había quedado en silencio. Los murmullos empezaron en el vagón de Hugh, que había cogido a Millie entre sus brazos. Algo chocó contra la puerta del vagón de atrás, asustando a los más cercanos. Un niño empezó a llorar. 

-¿Qué ha pasado?

-¿Eso eran gritos?

-¡Que alguien llame a la policía!

La gente empezó a asustarse, alejándose de la puerta. Hugh dio unos pasos hacia atrás. Las luces se apagaron, dejando el vagón en la completa oscuridad, haciendo gritar a todos los que estaban dentro. Las linternas de los móviles se encendieron y el tren fue reduciendo la velocidad. Una musiquita parecida a la del supermercado empezó a sonar, dando paso a una extraña voz, seductora a propósito y con un falso toque de pena:

-Queridos pasajeros, les informamos de que vamos a llegar tarde a nuestro destino. Las puertas se abrirán y podrán salir del tren sin ningún tipo de impedimento por nuestra parte. Excepto el señor Hugh Thompson; le pedimos amablemente que se quede sentado. No se moleste en engañarnos; sabemos quien es y hay cámaras en todos los vagones y túnel. Si se va, lo seguiremos. Gracias por su atención.

La musiquita sonó de nuevo, arrancando algunos gritos y llamadas a la policía, algunos valientes insultos y miradas de temor. 

-¡Esto es surrealista!

-¿Que está pasando?

-¡Algún imbécil ha estado viéndose todas las temporadas de CSI!

Las puertas se abrieron con un golpe seco. Las primeras personas en salir cayeron de bruces a las vías, levantándose rápidamente y echando a correr, pues la gente se les tiraba encima. Hugh permaneció inmóvil, sin poder reaccionar a nada; estaba petrificado del miedo. Vio con horror cómo se habían detenido en medio de un túnel y la gente echaba a correr por las vías gritando por ayuda y con los teléfonos en la oreja. Los vagones traseros y los delanteros vivían la misma situación. Hugh se debatió entre saltar también a las vías o hacer caso y permanecer en el vagón. Millie sentía que algo andaba mal y había empezado a lloriquear, con la cola baja.

Cuando el último de los pasajeros hubo salido, las puertas empezaron a pitar y una luz roja empezó a parpadear encima de ellas, avisando de que se cerrarían enseguida. Hugh se planteó si tirar a Millie fuera del vagón para regresar a por ella luego, decirle que le esperara allí, pues el corgi era muy obediente; pero estaba a punto de dar un paso para dejar a Millie fuera cuando las puertas se cerraron de golpe, dejándolos atrapados allí dentro. El tren entonces se puso en marcha de nuevo y Hugh apretó al perro contra él. Millie estaba nerviosa y acurrucaba su puntiagudo morro en el pecho de Hugh, que no se atrevía a sentarse siquiera.

A pesar del ruido que hacía el metro, Hugh escuchó claramente unos pasos venir desde el vagón de atrás y delante del suyo, las dos personas acercándose al mismo tiempo. Las puertas se abrieron y dos chicos aparecieron por ellas, el de atrás un par de años más joven que Hugh y el de delante un par de años mayor. El más pequeño parecía indiferente ante la sensación y mascaba chicle con la boca abierta, mientras se subía las gafas de montura fina y negra, a la moda, con el índice. En cambio, el mayor, de cabello rosa mal teñido y descolorido, tenía una pequeña sonrisa que no dejaba ver sus dientes y parecía estar en su salsa.

-Hola, señor Thompson. Es un placer conocerlo. Ha hecho bien en obedecer.- Fijó su vista en Millie, que le gruñía.- Bonito perro; yo no he podido traer al mío. 

Choker ShotWhere stories live. Discover now