Especial Halloween

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Peabody, Massachusetts, 1998


Aquel treinta y uno de octubre Hugh se lo había pasado fenomenal en la escuela. Por fin él y sus compañeros de clase eran lo suficientemente mayores para entender en qué consistía aquello de Halloween y en que no debían asustarse realmente, sino divertirse, por lo que habían ido disfrazados y no habían hecho clase como tal, sino que se habían pasado el día jugando y luego les habían puesto una temática merienda. 

En su casa, Hugh reía en el regazo de su padre mientras este intentaba colocarle el sombrero vaquero que complementaba su disfraz de cowboy. El pequeño de cinco años estaba ilusionado, pues sus hermanos mayores iban a acompañarlo a hacer truco o trato por primera vez solos, sin sus padres. Dennis miró a su hijo pequeño intentando no reírse; no daba ningún miedo, por supuesto, e incluso resultaba tierno porque el sombrero se deslizaba sobre sus ojos cada dos por tres. Estaba seguro de que acabaría colgando en su espalda, sujeto por el cordón que llevaba. Hugh se miró en el espejo del pasillo; se sentía otro, disfrazado así, pero eso no le molestaba. Le gustaban mucho las botas que hacían clink clink cada vez que movía los pies y se imaginaba que era el Sheriff Woody, de Toy Story. Entonces pegó un chillido al ver a alguien detrás de él. Llevaba una bata quirúrgica, azul, igual que los pantalones, salpicada de sangre reluciente; media cara era cubierta por una mascarilla del mismo color, igual que el gorro quirúrgico, y sostenía una sierra ensangrentada entre sus manos cubiertas por guantes de látex. Hugh bajó llorando al salón, de nuevo con su padre, y se escondió entre sus brazos. 

-¿Qué ocurre, Hugh? Ya sabes que la calabaza del mueble del pasillo es de mentira, aunque se ría y haga luces...

Hugh señaló la escalera, por donde bajaba aquel sangriento cirujano y, para su sorpresa, su padre empezó a reírse. 

-Billy, deja de asustar a tu hermano- lo regañó su madre, sentada en el sofá de la sala mientras maquillaba a su hermana, Jade. Billy, de doce años, resopló.

-¡Pero mamá! Halloween es para asustar, es para dar miedo- se defendió, moviendo la sierra cubierta de sangre falsa. 

-Pero no a tu hermano, aún es pequeño. Hum, no sé si será buena idea que os acompañe esta noche...

-Vamos, Lindsey, déjalo. Lo mejor de Halloween empieza a esta edad, donde ya puede comer todas las chuches que le den, ¿verdad, pequeño sheriff?- dijo Dennis, levantando el sombrero de cowboy, dejando al descubierto los ojos de su hijo. Hugh se limpió las lágrimas rápidamente y asintió. 

Su madre torció la boca, pero acabó suspirando y los dejó marchar.

-Bien, dais una vuelta a la manzana y volvéis para dejar a Hugh. Luego podéis iros con vuestros amigos, pero no vayáis más allá de casa de Gus, ¿entendido? Y os quiero aquí a las nueve y media.

Jade y Billy asintieron y cogieron cada uno una mano de Hugh para llevárselo calle abajo. En cuanto giraron una esquina, Billy se soltó y echó a correr mientras gritaba:

-¡Adiós, Jade!

-¡Eh! ¡Billy!

Y la niña de diez años echó a correr detrás de su hermano, procurando no tropezarse con la falda, revisada exhaustivamente por parte de su madre, de vampiresa que llevaba. Hugh se quedó allí, viéndolos correr, con la calabaza de plástico entre las manos y las rodillas temblando. Aún no era de noche, pero, a pesar de ser las seis de la tarde, empezaba a oscurecer y los más pequeños de todos volvían ya a casa después su primer truco o trato. Dio un par de pasos inseguros e incluso llamó el nombre de su hermana, pero ya no la veía. Viéndose totalmente solo, empezó a lagrimear hasta que una voz detrás suyo dijo:

Choker ShotWhere stories live. Discover now