Capítulo 9- Nunca seré tuya.

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Sentí mi pecho reprimirse por el miedo, la respiración comenzó a alterarse y mis manos a sudar. Mi peor pesadilla se estaba tornando realidad: quedarme atrapada en un ascensor.

Caminaba nerviosa por todo el ascensor, con unas terribles ganas de llorar y acurrucarme en posición fetal en el piso, pero me contuve porque entrar en pánico no iba a ayudar en nada. Ahora puedo recordar que de esto se trataba la pesadilla de anoche... Genial, entre tantos sueños que quisiera cumplir, precisamente el peor de todos se hizo realidad.

Miré a Gianluca, quien lejos de estar asustado, se encontraba de lo más normal sentado en el piso, como si nada estuviera pasando. Le tengo envidia, el tan relax y yo estoy que me orino encima del miedo.

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo?- comenté mientras presionaba de forma desesperada el botón de emergencias, el cuál no funcionaba. Ahora sí Robert, ahora sí que te despido.

- Pues...- dijo mientras se ponía de pie. - digamos que me gusta la idea de estar aquí... solo... contigo.- sonrió burlonamente mientras se edicaba a mirarme- ¿O me vas a decir que nunca has tenido una fantasía sexual en un ascensor?- comenzó a acercarse peligrosamente hacia mí, por lo que puse nerviosa. Me quité una de mis zapatillas y la arrojé en su dirección, pero este la esquivó.

-Mantente de aquel lado del ascensor. Deja de decir estupideces y comienza a pensar como saldremos de aquí.- dije reprimiendo las ganas de estrangularlo.- Hoy tengo mucho que hacer.- afirmé, aunque eso no era cierto, ya que por alguna extraña razón toda mi agenda estaba vacía.

-Eso no es cierto.- una sonrisa llena de arrogancia se asomó en sus labios.- Yo me encargué, personalmente, de que no fuera así.

Lo mato, juro que lo mato.

Tomé la otra zapatilla y se la lanzé, acertando esta vez justo en su frente. Se quejó y me maldijo por lo bajo.

-¿Quién te has creído tu para hacer eso?- sentí dolor en mis palmas, justo donde se clavaban mis uñas, conteniédome para no clavárselas a él en los ojos.

-Tú sabes muy bien quién me he creído yo para hacerlo.- me miró impaciente.- Eres mía, Elena...- caminó lentamente hacia mí, y por instinto fui retrocediendo, hasta que mi espalda llegor a estar contra la pared. Con una de sus manos , acomodó unos de mis mechones rebeldes detrás de mi oreja, acariciando levemente mi mejilla, luego la posó sobre mi cuello.- Al menos estas dos semanas.

Podía sentir su respiración sobre mi cara, y oír el compas de los latidos de su corazón, tan rápidos y fuertes. Lo miré a los ojos, los cuales tenían un tono más claro de lo habitual, y entre ellos podía ver algo, aunque no esto muy segura de lo que era. Había algo que ellos me gritaban muy fuerte, pero no lo podiá enternder. Posó su mano en mi mejilla y poco a poco, fue eliminando los centímetros que separaban nuestros labios.

-Te equivocas.- dije teniendoló lo subficiente cerca para sentir su aliento, una mezcla de olor a tabaco, wisky y menta.- Yo nunca seré tuya.- lo alejé de mi con suave empujón.- Y en cuanto a la apuesta... Cumpliré con mi parte, soy una mujer de palabra, pero si vuelves a intentar besarme, no dudaré en sacarte los ojos. ¿Entendido?

-Entendido.

Luego de esto, ninguno se atrevió a decir algo. El silencio que se había que creado me estaba volviendo loca. Los minutos pasaban y al parecer nadie se había dado cuenta de que no estábamos. Los minutos seguían pasando, y estos lentamente se convirtieron en una hora. Sentía el aire cada vez se hacía más espeso y la temperatura aumentaba cada vez más. El calor se estaba volviendo insoportable, por lo que quité mi camisa y que quedé con la franelilla que tenía debajo. Miré a Gianluca, quien parecía que no sentía calor, no estaba sudando, en cambio yo tenía los cabellos pegados en el cuello. Me senté en el suelo, al igual que él, y me pegué al frío metal de las paredes, para refrescarme un poco. Él tenía la cabeza apoyada en la pared y tenía los ojos cerrados. La temperatura subía y subía conforme pasaban los minutos, y yo sentía como si fuera un cubito de hielo en medio del abrazador desierto.

Y Gianlca, fresco como una lechuga. Aún tenía puesta su chaqueta de cuero y tenía las manos en los bolsillos de esta como si tuviese frío. Bajé la mirada hacia el bolsillo de su pantalón y este contenía un objeto de forma rectángular... Un momento... eso parece...

-¡Un celular!- grité esperanzada, dándole un susto a Gianluca.

-¡¿Por qué gritas!?

-En tu pantalón.- dije acercándome bruscamente a él.

-Ey, espera. Sabía que tarde o temprano te rendirías ante mi masculinidad, pero jamás pensé que sería tan pronto.- dijo posando su mano en mi cintura.- Vaya, ya has comenzado de deshacerte de toda esa molesta ropa.

-No seas imbécil.- aparté de un manotazo su mano.- Me refiero a que tienes tu celular en el bolsillo grandísimo idiota.- metí mi mano en su bolsillo y saqué el móvil para llamar a alguien, pero este tenía clave.

-Necesito que me des la clave.

-¡Ja! Ni loco te la voy a dar. Dame el móvil, yo se la pondré.- se lo dí dando un suspiro cansado.- Listo, toma.

Sin pensarlo dos veces, llamé a Lucy, quién contestó casi de inmediato.

-¡Lucy! ¡Gracias a Dios!- dije con un gran alivio.

-¡Pero por Dios, mujer! Llevo buscándote como loca la última hora y media. ¿Dónde carajos te has metido?- dijo tan rápida que apenas pude entenderla.

-Escúchame bien, necesito que busques ayuda...

-¡Oh por Dios! ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?- dijo interrumpiéndome en tono preocupado.

-Estoy bien.- traté de sonar lo más tranquiizadora posible.- Pero necesito que envíes ayuda; me he quedado atrapada en el ascensor con Gianluca.

-¿¡Qué!?- dijo incrédula- No te preocupes, ahor mismo mando a un equipo para allá.- seguido de esto cortó la llamada.

Me volví para entregarle su celular a Gianluca, pero este yacía dormido en posición fetal en el piso. Me parece increíble que alguien pueda dormir tan plácidamente bajo aquellas circunstancias y con tremendo calor que hace. Puse su celular a su lado y me senté abrazando mis rodillas y recostando mi cabeza sobre ellas, para esperar, tratar de relajarme y despejar un poco mi mente.

-Elena.- escuché que me llamó Gianluca. Volví mi rostro hacia él, quien me miraba aún con esa extraña mirada que se me hacia tan difícil decifrar.

-Dime.

-Hoy irás a mi apartamento, esta noche: cenaremos, charlaremos y beberemos un poco de vino. Te esperaré a las 6.- Iba a protestar, pero añadió:- No es una invitación, es una orden, y sé puntual por favor, odio las demoras. ¿Entendido?

Tuve que hacer un gran esfuerzo para contenerme y tragarme mi orgullo, para no mentarle la madre.

-Entendido.

''Y ahí va tu dignidad, volando muy lejos''

Ya sabía yo, que de ti no me libraba.

''¿Qué te digo? Yo soy tú.''

Segundos despúes, se escuchaba gente hablando y gente que trataba de forzar la puerta.Gracias a Dios, la ayuda había llegado.

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Aquellos dolidos lectores, a los cuales he dejado abandonados alrededor de un año, por favor si quieren mentarme la madre, les agradecería que sea por privado. Si tienen algun comentario, tanto positivo como negativo de la historia, con gusto lo aceptaré y lo agradeceré. Pero por favor, comenten. A veces, un simple comentario, es suficiente para animar al escritor o incluso, lo ayuda a inspirarlo y darle buenas ideas para la trama de la historia.

Peeeeroooo, no se preocupen, ya puedo dedicar todo mi tiempo a escribir, y vengo con varias ideas para la novela, así que esto sigueeee!!

Los quiere:

Luisa Martínez, autora.

I'll Never be Yours (Gianluca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora