El peso del apellido Shelby

Capítulo 13. Un pequeño rayo de luz

Michael había podido llegar por fin a Inglaterra, y la comida en casa de Thomas había sido organizada para aquel domingo. Por algún motivo o por otro, ninguno de los asistentes querían acudir a aquel encuentro.

Thomas estaba demasiado enfrascado con sus sueños y el gato negro que siempre aparecía en ello. Ada no podía quitarse a Mosley de la cabeza. Polly estaba decepcionada con su hijo y no quería presenciar el maltrato por parte de los Shelby hacia el mismo. Michael sabía lo que le esperaba. Arthur recordaba a Linda a todas horas. Faith no quería volver a perder los nervios por culpa de Finn, y Finn... Finn simplemente tenía resaca y la vergüenza de haber sido humillado la noche anterior.

Con el fin de amainar la tormenta que se venía encima, algunos habían decidido relajarse un poco antes de la comida.

Faith y Manuel habían decidido llamar a una masajista del barrio chino para relajarse antes del mediodía, mientras que Ada decidió salir a su cafetería favorita a desayunar y leer un libro.

Polly, Thomas y Arthur decidieron que lo mejor era abordar a Michael y dejar las cosas claras antes de poder tener una reunión familiar para intentar limar asperezas. Sin embargo, las tornas hicieron que la reunión empeorara todavía más y la tensión entre los hombres fuera incluso más palpable si es que eso era posible.

Finn, por su parte, decidió que la única manera de salvar medianamente su reputación era hacer lo que Rose le había dicho. Se levantó a duras penas y se ayudó del polvo para espabilarse antes de acudir a la comida familiar. Cuando estuvo bien vestido, afeitado y peinado; entró en la habitación y le pidió a la muchacha que se arreglara debidamente para comer con los Shelby, a lo que obedeció encantada.

La única persona que acudía a aquella reunión con ganas de formar parte de la misma era Rose.

Cuando la pareja llegó a la mansión de Thomas, todos habían llegado excepto Michael y su mujer, cosa que no extrañó al pequeño de los Shelby. Saludaron a los presentes y Finn se acercó con los hombres mientras que Rose se adueñó de una copa para unirse a Faith, Lizzie y Polly, que charlaban de manera animada.

—¿Qué coño hace esa puta en mi casa? —preguntó el mediano nada más que su hermano tomó asiento.

Manuel no sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Miró hacia otro lado, incómodo. Había estado agusto con los dos hermanos mayores hasta ese momento, hablando de banalidades, pero entre el odio que empezaba a sentir él mismo por el menor de los Shelby y la tensión que se palpaba entre ellos... No sabía dónde meterse.

— ¿Cuál dices? —respondió el menor encendiéndose un pitillo.

Los ojos de Thomas se tornaron gélidos y la tensión entre ambos pudo palparse en el ambiente incluso desde la zona de las mujeres, que sin embargo siguieron a sus quehaceres alejadas del drama de los hombres.

—¡Me cago en todo! —refunfuñó Arthur.

—Déjalo, Arthur. Habla el polvo y el whisky que se tomo anoche a costa de sus hermanos, si no no tendría los huevos de hablarme así.

El mayor de los Shelby continuó con su cigarrillo sin dedicarle más tiempo a su hermano pequeño y continuó la conversación que había comenzado con Manuel antes de que el llegara, omitiéndolo.

Finn observo entonces a Arthur y la mirada asesina que le dedicaba, ignorándolo para pasar a observar la mesa de las mujeres. Se percató entonces de lo distintas que eran todas entre sí y de cómo se miraban entre ellas. Comprobó que los sentimientos de sus hermanos hacia el eran bastante más puros, aunque duros, que lo que algunas demostraban hacía las otras.

Polly miraba con adoración a Faith, con respeto a Lizzie y con asco a Rose. Ada las respetaba a todas, pero se notaba que a quienes quería era a Polly y Faith. Faith miraba con amor a su tía y a su cuñada, mientras que observaba los movimientos de Rose con curiosidad, y con recelo a Lizzie. Lizzie miraba a toda la gente que había en su casa con desdén, sin ganas de pasar por aquella reunión.