Capítulo 1. 29 de Octubre de 1922

4.9K 291 2
                                    

—Le prometí a mi amigo Freddie Thorne, que diría unas palabras ante su tumba si fallecía antes que yo —pronunciaba Thomas Shelby mientras la saliva parecía convertirse en hielo impidiendo el paso de la misma a través de su garganta—. Se lo prometí antes de saber que iba a ser mi cuñado, cuando estuvimos en Francia luchando por el rey.

Al cabecilla de los Peaky Blinders lo rodeaba toda la familia Shelby, arropando a su viuda, a su hijo pequeño y a la hermana pequeña del fallecido; que habían quedado desolados con la ausencia del joven.

Ada no podía reprimir la ansiedad, y su labio comenzó a temblar, acompañando a sus ojos vacíos y ausentes de emoción en la lucha por guardar la compostura.

Faith Thorne, sin embargo, no podía reprimir las lágrimas. Estaba dejando salir todas las emociones que había reprimido durante los meses que había durado la enfermedad de su hermano. Se le habían hecho largos, pero también demasiado cortos. Tenía el corazón roto en mil pedazos, y no podía esconderlo más. 

Isaiah, a su lado, la abrazaba dejando el hueco de su hombro disponible como paño de lágrimas para la pequeña. La rubia ni si quiera se sentía arropada en aquella posición, pero no podía negar que el cuerpo voluminoso de su amigo la protegía del frío.

—Amén —pronunció el mayor de los hermanos Shelby, aparentemente impasible.

—Al final no ha sido la guerra la que se ha llevado a Freddie, si no la peste. Pero Freddie ha transmitido su alma y su espíritu a una nueva generación —apuntó  observando a Faith junto a su sobrino y a Ada—, antes de que la muerte cruel se lo haya llevado.

—En pleno sombrío invierno —fué capaz de pronunciar la pequeña rubia de ojos verdes cristalinos.

—En pleno sombrío invierno... —respondió el resto de los asistentes en un leve susurro cargado de emociones.

﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏

El clérigo finalizó la ceremonia de manera breve tras las palabras de los seres queridos de Freddie, y el entierro dió comienzo mientras la multitud conlgomerada ante su cuerpo se disolvía.

—Faith, ¿quieres mi abrigo? —se ofreció Finn, que no había abandonado a la muchacha desde que se hubiera levantado esa mañana.

Las palabras de todos los que se encontraban a su alrededor reverberaban en la cabeza de la joven una y otra vez. La noche anterior había bebido más de la cuenta, y agradecía haberlo hecho o no estaría allí entera, pero la resaca que la acompañaba empezaba a hacerse costosa de soportar.

—Necesito vomitar —soltó la aludida simple y llanamente.

—Vamos ahí detrás —propuso Isaiah.

Cuando Faith hubo terminado, se ayudó del pañuelo que Finn le ofreció para terminar de limpiarse. Tenía una pinta horrible en esos momentos, y haber vomitado solo colmaba su aspecto en aquellos momentos.

—Lo siento, pero ha sido una noche dura —dijo con sus ojos cristalinos mirando a Finn—. Anoche tu hermano y Polly me permitieron beber y no estoy acostumbrada...

Isaiah se rió ligeramente. No se podía creer que la señorita Thorne hubiera bebido hasta terminar vomitando. No era el momento, por supuesto, pero no se vive la primera resaca de una amiga todos los días.

Faith inclinó la comisura derecha de sus labios hacia arriba, acompañándolo.

—Bueno —interrumpió el tercero en discordia, incómodo—. ¿Qué es eso que nos querías contar?

—Me voy de Birmingham —anunció Faith.

—¿Te vas? —se sorprendió el moreno.

—¿Mi hermana ha decidido irse a Londres? —inquirió, sorprendido, el menor de los Shelby.

—No, en realidad... Me voy a España. He decidido que quiero estudiar enfermería.

Cuando dió la noticia a sus amigos no pudo reprimir una última lágrima traicionera por lo que sigificaba para ella haberse metido en algo así. Estaba claro por qué lo había decidido, y le daba igual que sus amigos lo entendieran o no, era algo que iba a hacer.

—Vaya... —Isaiah no supo qué decir—. España es...

—No vamos a verte más, supongo —cortó Finn la incertidumbre, con el ceño completamente fruncido.

—No sé qué pasará una vez esté en España, Finn.

﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏

—Creíamos que al morir Freddie, volverías a casa —charlaba Tommy con su hermana mientras fumaba uno de sus cigarrillos de importación.

Ada sonrió irónica con las palabras de su hermano. Cuánto había cambiado todo y qué poco a la vez...

—Dios —susurró—, me hace gracia ver que vas por ahí con chóferes de uniforme.

—Sólo para el entierro, Ada —replicó el atacado en seguida.

—Y qué injusto es que tengas cuatro bugatis mientras medio país se muere de hambre —le reprochó su hermana sin pudor alguno.

—Te han hecho avergonzarte de nosotros, ¿eh?

— A veces cuando pienso cómo era antes... Me averguenzo de mí.

Era el peor día para que Thomas Shelby intentara manipular a su hermana. No tenía ganas ni paciencia de aguantar sus argumentos hipócritas.

—Karl está con sus primos. Los he pillado robando flores de una tumba —sonrió Polly, poniendo paz a la discusión de hermanos—. Ada, ¿vas a venir a casa?

—Me voy a mi casa —zanjó la aludida.

—Déjala Pol, se averguenza de nosotros.

—Yo no he dicho eso.

—Hay otra razón para que vuelvas —soltó Thomas de pronto ante la mirada de reproche de su tía Polly—. Vamos a expandirnos y abriremos oficinas en Londres.

—Estamos en un entierro —le cortó la mayor de los tres—. Los negocios pueden esperar.

—Polly... Si Ada estuviera llorando pararía —replicó molesto—. La expansión implica que será peligroso ser un Shelby en Londres durante una temporada.

—Ya pero no soy una Shelby hace mucho —le cortó—. Y ya he dejdo de ser una Thorne. Soy libre. Me voy a casa con mi hijo y Faith.

—Faith, Karl y tú estáis en peligro en Londres, Ada.

—Sí, por eso tú te has encargado de que se vaya, Thomas.

—Ella nos pidió irse, Ada —defendió Polly a su sobrino—. Necesita descansar y aire fresco. Quiere estudiar enfermería.

—¿Y Compañía Shelby va a financiarlo?

—Por supuesto —le contestó su hermano— Freddie también era amigo mío, Ada. Aunque tuvieramos nuestras diferencias.

—¡Pues habérselo demostrado en vida! —soltó sin pensarlo, arrepintiéndose al momento—. Me voy a casa.

Y Ada Thorne se dió la vuelta sin mirar atrás.

—Te dije que me lo dejaras a mí.

Polly miró con desdén a Thomas a través de su mantilla negra, que se había puesto precisamente para el entierro del padre de Karl.

—Da igual. Enviaré hombres a vigilarla hasta que pase el peligro.

El ex-militar dejó a su tía con la palabra en la boca mientras se dirigía hacia Arthur, su hermano mayor, que lo llamaba con urgencia desde el otro extremo del cementerio.

—¿Hasta que pase el peligro? —habló la gitana consigo misma mientras el resto se ponían en marcha: habían atacado a los blinders—. No caerá esa puta breva. 


El peso del apellido ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora