Capítulo 20. No soy un gato negro

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El encargado de encomendar a Finn la repsonsabilidad de seguir a Billy Greid de cerca fue de Arthur. Tras el descubrimiento de la noche que Faith había pasado con Austin y el consiguiente mal humor que Arthur y Thomas habían comprobado que ese hecho había causado a Finn, habían decidido que era el momento de catapultar su entrada en la banda al más pequeño por fin.

Necesitaban que empezara a centrarse en otros asuntos que no fueran exclusivamente la fiesta y las relaciones públicas en el Garrison para empezar a ser un Shelby de pies a cabeza. Y ya que con la mujer que parecía haberle robado el corazón siendo aún un crío no tenía cojones, quizás introduciéndolo en su primera misión como líder conseguían por fin sacar la raza Shelby que corría por las venas de Finn. Eso sí, sin exponerlo a riesgos innecesarios.

 El Garrison, por supuesto, fue la localización escogida para dar el pistoletazo de salida a aquella misión. El bar que hubieran reconstruido los mayores hacía tantos años, haciéndolo convertirse en lo que era hoy día, era ya el centro de operaciones de Finn. Ya ninguno de los otros conocía mejor aquel bar que el joven y que su segundo al mando, Isaiah.

—¿Y qué es lo que quiere de mí señor Shelby? —preguntó Billy Grade, titubeando, cuando Arthur empezó a divagar al respecto de sus actuaciones como músico en el local y de su conocido talento como deportista. Verse inmiscuído en los planes de aquella familia no eran buenas noticias para nadie que no lo hubiera decidido por sí mismo previamente.

—Finn te explicará el carácter de nuestra propuesta —replicó el mayor en respuesta a los nervios que mostraba ya el rostro del de barba, queriendo finalizar aquella conversación cuanto antes—. La vas a escuchar , ¿verdad Bill? Vas a estar atento, ¿no?

—Sí, por supuesto.

Todo el mundo conocía de primera mano los problemas en los que se podía ver uno envuelto de no obedecer a Thomas o a Arthur Shelby. Por lo visto, en adelante lo mismo aplicaba al más pequeño de los hermanos.

—Porque Isaiah te mostrará cuales serán las consecuencias si no lo haces —remarcó Arthur, como si fuera necesario—. ¿Estamos? 

El de bigote se levantó ante la atenta mirada de los otros tres.

—Os dejo la botella —comentó en un tono más afable, mientras le daba un apretón en la espalda a Billy antes de irse.

El palmeado, ya menos nervioso al marcharse la que considereba la mayor amenaza de los tres que había tenido delante hasta hacía escasos momentos, se atrevió entonces a hablar. Necesitaba conocer en qué sucio trabajo se iba a ver envuelto con la familia Shelby.

—¿Qué propuesta vais a hacerme? —preguntó Billy, directamente.

—Lo que queremos que hagas, Billy —comienza el líder de la misión, dirigiéndose directamente a Grade sin perder contacto visual en ningún momento, en un gesto de cejas enmarcadas ya característico en el joven a pesar de su corta edad—, es que nos escribas un nombre y un numero junto a cada uno de estos equipos de fútbol.

Finn extrajo en aquel momento un papel manuscrito por él mismo en el que tenía compilados varios equipos de fútbol de diferentes nacionalidades.

—Porque a la gente le gusta apostar a estas cosas hoy en día —añadió el blinder más moreno, para aclarar la confusa expresión de Billy Grade.

—Nos dedicamos a las apuestas —lo secundó Isaiah, con el ánimo de finalizar aquella conversación de una vez por todas. La frustración que acompañaba a Finn desde hacía unos días y la confusión del tercero en discordia estaban dilatando aquella conversación más de lo estrictamente necesario. 

Necesitaban ponerse a trabajar cuanto antes, no hacer amigos.

—Lo sé — respondió el mayor, aclarando que alguna idea tenía al respecto de los negocios que rodeaban a la banda.

El peso del apellido ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora