10: Calor

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—Dame un momento— le di la espalda para poder presionar mi pecho.

—¿Estás molesto?

—Claro que no, solo sorprendido. ¿Por qué hiciste eso?

—Fuiste tú quien me lo dio, ¿no? ¿No fue eso lo que te pedí? Te avisé, pero no captaste mi pedido. Los amigos comparten las cosas.

—Pero ¿por qué hacer una expresión así?

—¿Qué tipo de expresión?

—No dije nada— la oí reír de nuevo, y la miré—. Veo que has encontrado la forma de divertirte, y es burlándote de mí.

—No me estoy burlando, pero deberías dejar un poco esa timidez. Dijiste que somos amigos, ¿no? Los amigos hacen esto, y no hay nada de malo. Al igual que se agarran las manos— me agarró ambas manos y las llevó a su rostro. Casi mi cabeza explota —, se acarician entre sí, sin necesidad de tener pensamientos extraños, como los que has tenido hace un momento, tierno tigrito.

—Yo no he tenido ningún pensamiento extraño— carraspeé, tratando de aclarar mis palabras.

—No tiene que haber problemas entonces si me acaricias, ¿no? Los amigos fortalecen la amistad de esta manera, donde pueden conocerse más, y más a fondo— mis manos las colocó en ambas mejillas mientras las sujetaba.

Definitivamente, la piel de una mujer es mucho más suave que la de un hombre. No pensé que estaría en una situación así con ella. Estaba muy cerca, tan cerca que mis manos no eran lo único que estaban rozando su cuerpo. Mónica es mucho más baja de estatura que yo, y desde mi perspectiva podía ver claramente el escote de su blusa, algo que no me dejaba concentrar en responder a sus ataques sorpresa. ¿Cómo se supone que no deba estar pensando en cosas extrañas, si se acerca de esa manera y me hace hacer cosas como estas? Todo mi cuerpo era un manojo de nervios. No podía dejar de mirarla directamente.

—No debes hacer esto, Mónica.

—El rostro no es un lugar indecente como para que te sientas incómodo. Debes vencer ese temor y aprovechar la oportunidad de conocer y experimentar lo que es la piel de una mujer, porque por lo que veo, nunca has tocado una, ¿cierto? Es extraño que a tu edad no lo hayas hecho. Aunque de algún modo, me alegra que sea así.

—¿No te da pena o sientes lastima por mí, de ser prácticamente un hombre mayor y ni siquiera haber experimentado nada de esto antes? ¿Tienes una idea de cuántas burlas he recibido por eso durante toda mi vida? Incluso piensan que soy homosexual y por eso he evitado el contacto con mujeres— solté mis manos de su agarre, y bajé la cabeza.

—Que tonterías esas. Creo que es una decisión muy tuya, de qué permitir o qué no permitir. Si tú no quieres algo, simplemente no lo haces y listo. No importa lo que digan los demás. Tus razones tienes y yo las respeto, pero últimamente cuando te tengo cerca, se me hace difícil controlar esas ganas que siento de molestarte y verte nervioso como hace un momento. Lo más probable te moleste que haga estas cosas tan inesperadamente, pero verdaderamente me gusta poder verte mirándome. Esa manera en que lo haces hace que todo mi ser se estremezca. Ya sé que no debo cruzar la línea que dijiste que querías trazar entre los dos, pero ¿cómo se lo explico a esa emoción y sensaciones incontrolables que me causa tu timidez? Creo que he perdido la cabeza por tu culpa, que desde la última vez que te vi, he estado soñando con que esas manos tuyas me toquen. Creo que mi egoísmo ha salido a relucir de la peor manera, que ni siquiera puedo tener control sobre mí. Un lado quiere respetar tu decisión, pero el otro quiere mandarlo todo al pepino, e ir sobre ti ahora mismo. Soy una descarada e indecente mujer, que apenas te conoce, pero lo poco que ha conocido, le atrae más de lo que pueda describir— su sinceridad me causó vergüenza, por lo que no podía mirarla fijamente.

—¿Cómo puede atraerte alguien como yo? No lo comprendo. Eres más joven, debes tener interés en hombres de tu edad, que no sean igual de aburridos que yo.

—Lo dices como si fueras muy mayor. La edad es solo un número, además de que no es como me lleves muchos años por encima. Aún si fuera así, me atraes de la misma manera.

—¿No es demasiado apresurado lo que dices?

—Me gusta ser directa, no tengo porqué dejar que el tiempo transcurra, cuando puedo decirte las cosas directamente ahora.

—No encuentro qué decir. Esto ha sido muy inesperado. Lo siento.

—No tienes que decir nada. No te estoy pidiendo que lo hagas.

—Pero creo que debo responder.

—No, no quiero que vayas a decir nada por sentirte de alguna manera presionado. Lo que sienta yo es irrelevante. Solo quería decírtelo, no que respondas nada. De igual manera, ahora que te he dejado saber mi indecente secreto, ¿aún tienes interés de seguir siendo mi amigo?

—Sería ridículo dejar nuestra amistad por algo así.

—Entonces ¿me estás dando permiso de molestarte más seguido? — sonrió.

—¿Molestarme cómo?

—Como hasta ahora lo he hecho.

—No creo que sea para tanto, ¿no?

—¿Eso crees? — se acercó, y me quedé mirándola, pensando que volvería a hacer lo mismo—. ¿Por qué me miras así? ¿Tienes temor de que haga algo? — arqueó una ceja, y negué con la cabeza.

—No, es solo que me pones muy nervioso, Mónica.

—¿Puedo abrazarte, o eso también está en la lista de cosas fuera de lugar? Los amigos también se abrazan, ¿no?

Ella tiene razón. La última vez pienso que soné muy grosero con todo lo que le dije, y por eso ella piensa que todo lo que haga está mal. Un abrazo no considero que sea nada malo, a fin de cuentas, somos amigos, ¿no?

—No me molesta— no terminé de decirlo, cuando me abrazó.

Dejé las manos en el aire, ya que sus manos se aferraron a mi cuerpo. Su cuerpo estaba muy pegado al mío. No había pensado en eso antes de aceptar. Podía sentir claramente la presión de sus senos más abajo de mi pecho.

—No sabía que sería así— tartamudeé, y levantó la cabeza para mirarme.

No me atrevía ni a moverme. Esto es más de lo que pueda soportar. Creo que voy a morir de un infarto, mi corazón estaba muy acelerado.

—Tu corazón está muy acelerado, puedo escucharlo claramente. ¿Tan emocionado estás, Steven? — sonrió—. Te prometo que luego de esto, no lo volveré a hacer, así que te pido disculpas de antemano por ser tan descarada y aprovecharme de la situación— hasta ese momento pensaba que lo decía por el abrazo, pero todo cambió cuando la vi pararse de puntilla y estampar sus labios en mi cuello.

Fue como si sus suaves y calientes labios, se hubieran quedado ahí. No esperaba ese último ataque, por lo que no pude reaccionar a tiempo.

La piel se me puso de gallina, y creo que hasta la presión se me subió por las nubes. Por mi cuerpo se cruzó un ligero escalofrío, mucho más potente que el otro que había tenido con ella. Ese hecho de que sus labios hubieran aterrizado tan de repente en mi cuello hizo que un calor me invadiera. Estaba ardiendo, todo mi cuerpo lo hacía. La sensación era más, al aún sentir su calor en esa área. Ella retomó su postura, y era yo quien no paraba de temblar.

En ese breve momento, su rostro, en especial sus labios, era lo único que podía ver. A pesar de esas sensaciones y emociones extrañas, no podía sentirme molesto por lo que hizo. Al contrario, un hormigueo percibí en mi estómago e incluso en mi pecho. Solo con mirarla, hacía que se intensificara.

Le di la espalda al darme cuenta de que estuve mucho rato mirándola. Luego acaricié suavemente mi cuello, donde sus labios estuvieron hace un momento y bajé la cabeza. Debo darme un baño. Eso hará que se me quite este calor tan incontrolable que tengo. La ropa me estaba molestando.

—Yo... iré a bañarme. Regreso enseguida— caminé sin permitirle responder.

No podía aguantar un segundo más ahí, o estoy seguro de que hubiera perdido el control sobre mí, y debo respetarla. No podía dejarme controlar por ese calor que estaba consumiendo cada parte de mi cuerpo.

Perdido En Tus Curvas [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora