21: Deseo por ella

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Mi primera reacción fue subirme encima de ella. La tenía justo debajo de mí, y no sé por qué solo con eso, sentía mi cuerpo ardiendo. Mi corazón latía apresuradamente, y mis manos estaban temblorosas, a pesar de que estaban a ambos lados de ella.

—¿Qué haces? — preguntó en un tono dulce.

—No lo sé— mi respuesta le hizo soltar una risita burlona.

—Lo que hiciste fue por instinto. Estamos mejorando— no entendí a qué se refirió, pero aun así traté de mantener la calma.

Ni cuenta me había dado de que mi rodilla estaba en medio de sus piernas y su muslo estaba presionando mi erección. Cuando caí en cuenta, la vi esbozar una sonrisa. Su mano sujetó la mía y traté de mantener el equilibrio solo con una.

—Voy a mostrarte algo— su mano la encaminó en dirección a su entrepierna y la seguí con la mirada, hasta que sentí que mi mano tuvo contacto con su ropa interior.

Estaba caliente y húmeda; muy húmeda. Si a través de su ropa interior se puede percibir así, por dentro de ella debe estar mucho más, ¿cierto?

Mi mente se nubló y dejé mi mano quieta. Todo mi cuerpo estaba temblando y sudando. No podía creer que realmente ella estaba así, de que realmente estaba tocando esa área.

—Debes verme como toda una pervertida ahora, pero no sé qué me pasa. Siempre que te tengo cerca me pongo así y no puedo evitarlo. No sabes cuántas ganas siento de que me toques, de que tus suaves y largos dedos exploren profundamente dentro de mí. Soy toda una depravada, ¿cierto?

—No pienso eso de ti. Esto que sentimos es normal. Me pasa lo mismo cuando te veo. No somos de hierro y sentimos esa necesidad, lo importante es saber controlarla. Aunque, acabo de descubrir que solamente ocurre cuando se trata de la persona que te gusta. Esto con nadie más me había pasado.

—Tu descubrimiento es genial, pero deberíamos hablarlo en otro momento.

—Lo siento. Tienes razón.

Mi mano la frotó en su ropa interior, pero no me atrevía a mover ni un músculo. No porque no quisiera, es que estaba paralizado de asombro.

—¿Seguro que no quieres que nos detengamos?

No quiero seguir siendo un inútil que se acobarda por cualquier cosa. Quisiera poder tener control sobre mi cuerpo y mis emociones.

—No. Yo... quiero tocarte.

—No tienes que temerle a nada. Puedes tocarme como quieras.

—¿Como yo quiera? — la miré sorprendido, y asintió con la cabeza dándome su aprobación.

Moví la mano por mi cuenta y la escuché soltar un suave quejido.

—¿Te duele?

—¿Te parece que mis gemidos son de dolor, Steven?

—¿Se siente bien?

—Deberías meter tu mano aquí— alzó un poco su ropa interior, y me detuve—. Y tranquilo, ella no muerde— sonrió con picardía, y no pude evitar sonreír.

—Lo haré— tragué saliva, y metí mi mano lentamente en su ropa interior.

A pesar de que no podía ver lo que estaba haciendo, mis dedos tuvieron contacto con su parte baja. Lo supe, porque se podía percibir mucho más caliente; era suave y estaba muy húmeda. Mi dedo se deslizó con facilidad entremedio de sus labios debido a su humedad y un sonido se logró escuchar.

—Dios mío— solté, debido al escalofrío que me invadió.

Algo se estaba endureciendo mientras mi dedo iba rozando, y al ver la expresión que tenía Mónica, se podía apreciar a simple vista que debía sentirse bien. No la había escuchado gemir de esa manera antes, ni tampoco hacer esas lindas expresiones.

Mi dedo descendió un poco más abajo y llegué a percibir lo que debía de ser la apertura de su vagina; y al principio no me atrevía a introducir mi dedo por temor a lastimarla, pero sus palabras aún estaban corriendo por mi mente. Eso que dijo, a pesar no haberla entendido bien, supuse que se debía tratar de esto. Creo que esas palabras fueron las que me llevaron a tratarlo.

Tuve que forzar un poco mi dedo, pero ella no se quejó de dolor como creí que lo haría. Al contrario, la vi morder sus labios, algo que me pareció sumamente seductor. No podía dejar de mirarla. Para mí el poder verla en este momento, lo era todo.

Mi dedo se sentía caliente, a decir verdad, era como si al hacer el recorrido, algo dentro de ella se ajustara alrededor de el. Ese sonido que hacía mí dedo al entrar y salir de ella, hacía eco en mi cabeza. Lo que podía sentir era fascinante. No sabía que me estaría sintiendo de esta manera.

Continué por unos minutos así y contemplando su hermoso rostro.

—Pon uno más, Steven— no entendía su pedido, hasta que sujetó mi mano y pude comprenderlo.

Si ella lo estaba pidiendo, supongo que es porque se sentirá mejor si lo hago. No lo quise pensar mucho, porque sabía que, si lo hacía, lo más probable no me atrevería. Traté de hacerlo lo más suave posible y apretó suavemente mi mano. Mordía sus labios suavemente, y la mirada que me dedicaba, estaba a punto de volverme loco.

Si antes se sentía estrecho, ahora se sentía mucho más. Era como si hubiera una barrera al llegar al fondo, que era a donde mis dedos llegaban, o más bien, me atrevía a llegar. Esa sensación de explorar su interior con mis dedos me hacía sentir muy satisfecho; y más al sentir como sus fluidos los humedecía.

Se estaba viendo parte de su pezón izquierdo, ya que sobresalía de su sostén y no sabía si debía decirle o no. En realidad, es la primera vez que puedo verlo y era muy excitante hacerlo.

No puedo negar que muy en el fondo de mí, deseaba cruzar esa línea que había establecido. Quería ser yo quien estuviera entrando en ella; poder conocer y explorar más de lo que mis dedos podían alcanzar. Estas ganas me estaban quemando por dentro.

—¿Son mis dedos los que te ponen así, Mónica? — mi pregunta la llevó a sonreír.

—Eres tú — musitó entre constantes gemidos, y me acercó a ella para besarla.

Nuestros besos jamás habían sido tan intensos como los de ahora. El momento, la intensidad de nuestras lenguas, todo fue una sensación totalmente distinta a la que había experimentado antes. Estaba ardiendo de deseo por ella. Estaba a punto de perder el control sobre mí.

Perdido En Tus Curvas [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora