29: Propuesta

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El fin de semana llegó y trajo consigo la ansiedad y los nervios, ya que hoy conoceré al papá de Mónica. Además de que preparé una sorpresa para ella, pero para dársela debo tener primero la aprobación de su padre. Quiero mostrarle la seriedad y aliviar la preocupación que puedan tener. Debo pensar en que la posición de sus padres ha de ser compleja también, ya que es la única hija que tienen.

Busqué a Mónica a la casa y la llevé a dónde estaríamos reuniéndonos con sus padres para ir a acampar. Mónica se había dado cuenta de mis nervios y creo que por eso me sujetó la mano por todo el camino. Solo sentir su mano sobre la mía, traía esos recuerdos de esa noche; no sé si a ella le ocurra lo mismo.

—¿Te sientes bien? — preguntó al momento de estacionarme—. Te he notado nervioso e inquieto toda la mañana. No estés asustado, mi papá es una buena persona y estoy segura de que aceptará nuestra relación.

—Espero así sea.

—Oye, no me has dado un beso en todo el camino. ¿No me darás ninguno?

—Perdóname, yo... estaba muy distraído— realmente ni a eso me atrevía.

—Entonces, ¿qué esperas? — se mantuvo mirándome fijamente y en espera a que lo hiciera.

—De acuerdo— me giré hacia ella y no sé por qué me puse muy nervioso.

No es la primera vez que la beso. ¿Por qué estoy tan nervioso? Entrelacé mi mano en su cabello y me acerqué, pero la vi sonreír.

—Debes ser más espontáneo y no dudar mucho a la hora de besar a tu novia— fue ella quien terminó besándome, pero no fue un simple beso como pensé que sería. Su lengua jugó con la mía por unos segundos, y cerré los ojos dejándome llevar por esa sensación de calor que me invadió—. Te has dejado corromper muy fácil— bajó la mirada a mi pantalón y desvié la mirada—. ¿Acaso quieres algo más? Te has vuelto todo un pervertido, mi amor— lamió mis labios y soltó una suave risita burlona.

—Este no es el lugar, Mónica— musité.

—Según tú, ¿cuál es el lugar adecuado? ¿No sería fascinante hacerlo en distintos lugares? Le daría una chispa muy ardiente a nuestra intimidad. ¿Crees que no me he dado cuenta de la forma en que tu piel se eriza al tenerme cerca? Cuéntame una cosa, ¿has pensado en esa noche, mi amor?

—¿Cómo no podría pensar en eso? — respondí automáticamente, y ella sonrió—. ¿Tú lo has hecho?

—Esos días sin verte me han demostrado cuán importante eres para mí y cuánto te necesito. No te imaginas la falta que me has hecho— oír esas palabras de ella hicieron que mi corazón latiera apresuradamente.

—Entonces ven a vivir conmigo, Mónica— le propuse.

—¿Vivir juntos?

—¿No te agrada? Considero que es una excelente idea, así podemos vernos más a menudo y no tenemos que sentirnos solos. Es muy triste no poder verte todos los días. Sé que ambos tenemos trabajo, nuestras responsabilidades, pero si estamos viviendo juntos, incluso eso sería mucho más fácil y cómodo para los dos.

—Pensé que sería incómodo para ti por el hecho de que no estamos casados.

—Pero pronto lo estaremos.

—Está bien, pero quiero ayudarte con la renta. Somos una pareja, así que nos ayudaremos mutuamente.

—Si eso te hace sentir bien y aceptarás venir conmigo, entonces no tengo ningún problema. Es algo que quería proponerte hace varios días, pero no me atrevía.

—Espero que esta convivencia funcione y no te aburras de mí.

—¿Cómo podría aburrirme de ti? Deja de decir ese tipo de cosas, Mónica.

—¿Estás molesto?

—No, pero no me agradó tu comentario.

—¿Mi amorcito se ha molestado conmigo? ¿Qué debo hacer para que me castigues? Quise decir, me reprendas — sonrió maliciosa—. Viendo esa expresión tan linda, hace que me sienta rebelde y con ganas de decir más cosas que te hagan molestar.

—Es imposible enojarme contigo— reí al ver su expresión—. Tus padres nos están esperando, será mejor que nos demos prisa.

Salimos del auto, buscamos las maletas en el baúl y nos acercamos hacia el auto de sus padres.

—Habían tardado mucho, pensé que se habían arrepentido e iban a regresar— su mamá miró a Mónica, y ella sonrió—. Él es el novio de nuestra hija, se llama Steven. Él es mi esposo Richard, muñeco— nos presentó.

—Es un gusto conocerle, señor— le extendí la mano, y él sonrió amablemente.

Traté de ocultar lo más que pude los nervios delante de él y mantenerme firme en el apretón de manos que me dio. Estaba seguro de que detrás de su mirada y el fuerte apretón, había una advertencia.

—Un gusto, muchacho— su sonrisa se relajó y asumí que ya me había examinado lo suficiente—. Estoy dejando en tus manos a la luz de mi vida, así que no me la lastimes o te las verás conmigo— me agradó mucho su forma de expresarse hacia Mónica.

Otro en mi lugar se hubiera sentido intimidado o asustado, si es que tuvieran malas intenciones, pero por mi parte estoy consciente de que las cosas no son así.

Perdido En Tus Curvas [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora