—Estás muy directa.
—¿Y alguna vez no lo he sido? Admite que te gusta que sea así.
—Me gusta todo de ti.
—Tú, y esos ataques sorpresa— desvió la mirada, y retomó su postura.
—Volviendo al tema principal. Quiero conocer a tus padres y decirles lo serio que va nuestra relación. Sé que deben preocuparse, así que trataré de calmarlos y hacer las cosas como Dios manda.
—Tu dulzura y seriedad es tan irresistible, que siento ganas de continuar lo que comenzamos anoche— mordió sus labios, y tragué saliva.
—Creo que deberíamos desayunar, antes de que se enfríe, Mónica— sonreí nervioso al ver esa intensidad en su mirada.
Definitivamente estaba hablando en serio, y esa es una de las tantas cosas, que me encanta de ella.
Mientras estábamos desayunando, ella acarició mi pierna con la suya por debajo de la mesa y me puso nervioso.
—¿Estás bien, cariño? — preguntó coqueta.
—Por supuesto que sí.
—¿No tienes curiosidad de saber cómo son mis padres?
—La verdad es que sí.
—Entonces deberás conformarte con saber que lo más probable les caigas bien. Aunque desde ya te aviso que lo más probable se te haga algo difícil lidiar con ellos. Refiriéndome a su comportamiento y forma de tratar.
—¿Puedo saber por qué lo dices?
—Ya lo verás— sonrió, y eso sí me puso a pensar.
Debo buscar la forma de caerles bien. Lo mejor será serles honesto y decirles seriamente que quiero a Mónica como mi esposa. Aunque no sé si eso lo tomen como que es demasiado pronto. Lo más probable sea así.
Al finalizar, ella se cambió y decidimos ir a mi casa para poder cambiarme la ropa que llevaba puesta y luego dirigirnos a la casa de sus padres. Traté de vestirme lo más presentable posible, no quería causar una mala impresión. A decir verdad, los nervios me estaban devorando vivo. Nos bajamos del auto y fuimos a tocar la puerta. Mónica estaba sonriendo, como si supiera lo que por mi cabeza se estaba cruzando.
—¿Nervioso?
—Hasta los huesos.
—Relájate, amor. No es para tanto.
—¿Me has dicho amor? — lo miré sorprendido, y ella sonrió.
La puerta se abrió y una señora que lucía muy joven salió a recibirnos. Se veía muy elegante con su pelo blanco y era idéntica a Mónica. Definitivamente debía ser su madre, no podría caber la más mínima duda.
—Mi niña— abrazó a Mónica, y fue cuando se dio cuenta de mi presencia—. ¿Y este guapetón quién es, mamita?
—Él es mi novio Steven. Cariño, ella es Carmen, mi mamá.
—Es un enorme placer conocerla, Sra. Carmen.
—Pero ¿qué es lo que mis ojos ven? Hasta que por fin mi hija ha desarrollado buenos gustos— me agarró el brazo y me llevó dentro—. No creí que mi hija estaría saliendo con un chico tan guapo. Luego de la iguana de palo que tenía antes, pensé que no conseguiría a alguien para mejorar la raza.
—¿Mejorar la raza? — pregunté confundido.
—Mamá... — Mónica se acercó—. Lo estás poniendo nervioso.
—¿Estás nervioso, querido? — me miró y negué con la cabeza—. ¿Lo ves? Permíteme conocer a mi yerno, mamita. Y cuéntame. ¿Cuántos años tienes?
—Tengo 27, señora.
—Esa es mi niña. Hombre maduro y experimentado vale oro.
—¿Experimentado? — Mónica soltó una carcajada, y no sabía dónde meter mi cara.
—¿Hay algo que deba saber? — la pregunta de la Sra. Carmen me llevó a hacerle señas a Mónica.
—No, mamá. ¿Y dónde está papá?
—Trabajando, mi amor. Sale en la noche. Y cuéntenme. ¿Dónde se conocieron? ¿Cuánto tiempo llevan saliendo?
—En una actividad— respondí.
—En realidad, solo llevamos unas cuantas semanas saliendo, mamá— respondió Mónica por mí.
—¿Solo unas semanas? Yo que pensé que vendrían a darme una buena noticia.
—No comiences con eso, mamá.
—¿Por qué? Todos los padres deseamos ver a su hija casada y que nos llenen la casa de nietos. A la edad que me des nietos, ya no podré ni siquiera jugar con ellos. El dolor de espalda me está matando.
—Yo quiero casarme con su hija. De hecho, esos son mis futuros planes, señora— le confesé.
—¿Lo ves, mi amor? — miró a Mónica, y ella desvió la mirada—. ¿Para cuándo van a casarse? — en su expresión noté bastante interés en saber.
—Pues, no lo sé todavía.
—¿Están conviviendo?
—No, todavía no.
—¿Y de eso...? — me miró con picardía, y me le quedé viendo.
—¿De eso?
—El chiqui- chiqui.
—Mamá... — Mónica estaba roja, pero no podía entender la razón.
—¿Qué? Solo quiero saber si hay probabilidades de que haya alguien aquí— le tocó la barriga a Mónica, y fue cuando entendí la referencia de lo que dijo.
—Aún no hemos llegado a eso... del todo— mi respuesta nerviosa las hizo a ambas mirarme.
—Entonces sí ha habido algo... — la Sra. Carmen arqueó una ceja, y sonrió.
—Le juro que no le he faltado el respeto a su hija, y jamás haría algo que la dañe. Solamente la toqué, pero nada más allá de eso. Y créame que voy a hacerme responsable de lo que hice— los nervios me hicieron hablar más de la cuenta.
—Al menos estás dispuesto a responsabilizarte de mi hija, otro en tu lugar ya hubiera escapado — miró a Mónica de nuevo, y ella bajó la cabeza—. Realmente como madre me hace sentir muy feliz saber que mi hija ha madurado y se ha dado cuenta de que aún existen personas que sí valen la pena. Le agradezco que haya dado la cara y se haya presentado como Dios manda. En estos tiempos hay muchos hombres que se disfrazan de corderos y ocultan sus malas intenciones a través de excusas y mentiras. Iré a preparar el almuerzo. Espero se queden un rato. Me gustaría conocerte mejor y compartir con ambos.
—Muchas gracias, Sra. Carmen.
Con una sonrisa se dirigió a la cocina, dejándome a solas con Mónica. Estoy casi seguro de que todo lo que dijo tiene que ver con su expareja y por eso ha estado cabizbaja. Me senté en el sillón que ella se encontraba y le agarré la mano.
—No te pongas así. Entiendo que tu madre solo está preocupada y quiere lo mejor para ti.
—Lo sé— sonrió, pero no como siempre lo hace.
—Espero tengas claro que yo no voy a huir. Te lo he repetido en varias ocasiones, pero una vez más no está demás. Voy muy en serio con esto que siento por ti, y no importa a las dificultades que nos enfrentemos, nada me hará cambiar de opinión. Me voy a enfrentar a lo que sea con tal de que se convierta en un hecho el que seas mi esposa.
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Perdido En Tus Curvas [✓]
RomansaMi vida ha estado saturada de trabajo, responsabilidades y obligaciones, algo que me limita a muchas cosas; entre ellas: conocer el amor. Cuando me había ido acostumbrando a la soledad y a dedicarme solamente al trabajo, la conocí a ella. Aún no olv...