2° L I B R O | | S A G A S E A S O N S
2° Temporada de Winter
Él volvió a ver su pelo blanco como la nieve y sus ojos azules como el topacio, sí, sin duda la había vuelto a ver. Y esta vez no dejaría que se fuese a ningún lado. No dejaría que le aba...
—Miyuki... —susurró el Uchiha mientras sostenía con fuerza su katana.
—Sasuke, probablemente no lo entiendas, pero el Reino de Cristal necesita a su reina. Ella es la única que queda capaz de controlar el vidrio así que se quedará aquí —explicó el padre de la mujer mientras ella seguía luchando contra Sasuke.
—Déjala. Es tu propia hija y aun así haces esto. No sé si estás bien de la cabeza, pero salvaré a Miyuki, por ende no aceptaré su petición de matarla, ¡Sharingan! —exclamó el pelinegro metiendo a la mujer en un genjutsu.
—Piensa en ella, Sasuke. Esta es su casa, yo soy su familia, nuestros lazos son de sangre, estará mejor conmigo. —Sasuke frunció el ceño colocando a Miyuki en el suelo.
—La familia no se elige, pero los amigos sí, ella nunca te habría escogido —dijo él.
—¿Y a ti? —preguntó él, la peliblanca, como si se tratase de un resorte, se levantó y corrió hacia su padre.
—Ya lo he hecho —susurró ella formando dos espadas de cristal en sus manos—. Me iré de aquí, te dejaré vivir, pero si te vuelvo a ver algún día, me aseguraré de separar tu cabeza de tu cuerpo. —Lanzó una espada cerca del hombre.
—Vámonos —ordenó Sasuke.
—Volveré, Miyuki, y no te quedará otra opción más que unirte al Reino. —La mujer frenó en seco.
—¿Por qué es eso tan importante? —cuestionó la peliblanca seriamente.
—Porque cuando iniciemos la guerra contra las naciones ninja, nos gustaría contar con tu poder —explicó su padre sonriendo cínicamente.
—¿Vas a empezar una guerra? ¿Por qué? —preguntó Sasuke.
—Vosotros me arrebatásteis todo lo que tenía, ahora, yo, arrasaré todo lo vuestro. —Miyuki agarró la mano del Uchiha.
—Vámonos, Sasuke, es mayor, déjale delirar. —Él abrió un portal y ambos lo cruzaron para llegar a Konoha, apareciendo en el apartamento de la peliblanca.
—¿Estás bien? —preguntó él confundido por toda la situación en la que se había visto envuelto.
—Yo... si no te importa, prefiero estar a solas, Sasuke. Tengo que aclarar algunas cosas y, cuando llegue el momento, te lo explicaré todo, lo prometo. —dijo Miyuki.
—No tienes que explicarme nada por obligación, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme. —Sasuke sonrió y se dirigió a la puerta.
—Sasuke, gracias por estar a mi lado, incluso cuando no era necesario —habló ella, el Uchiha se dió la vuelta y volvió a sonreír.
—Me gustaría que, algún día, recordases todo y supieras que fuiste la primera, Miyuki —susurró él para salir por la puerta.
Ojalá, ese día llegue pronto. Se decía Sasuke a sí mismo. Mirase donde mirase, Miyuki y su radiante sonrisa aparecían. Su amor era real, era puro. No quería nada de él y él no quería nada de ella, exceptuando el cariño, obviamente. Ella era el tipo de mujer selectiva, no necesitaba a nadie a su lado, y, si lo tenía, era por que ella quería, no porque lo necesitase. Sabía estar sola, y era lo más importante para él, porque eso confirmaba que lo que sentía era amor y no soledad.
Miyuki tenía ese brillo que pocas personas tenían, tenía ese carisma y aura que te obligaban a mirarla, era una gema que solo se encontraba cada millón de años.
Cuando la conoció, pensó que simplemente sería una herramienta para Taka y, ahora, quería saber quién le había dado permiso para manejar su corazón a su antojo. Pero no podía evitarlo, era verla y que su respiración se entrecortase y sus manos comenzaran a sudar. Quería protegerla de todo, aun sabiendo que era imposible.
Sasuke sabía que, en mil lugares diferentes, en mil dimensiones distintas y en mil reencarnaciones, la elegiría a ella, sin un mínimo atisbo de duda. Ojalá jamás hubiera cometido los errores que cometió, ojalá haber buscado a Miyuki más tiempo, ojalá haberla querido más. Pero eso ya no importaba. La había vuelto a encontrar y nunca más la perdería, ¿verdad?
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Miyuki miró sus manos y sonrió. Su padre no únicamente había corrompido su cerebro para que actuase a su conveniencia, sino que, sin saberlo, había trasteado y abierto una caja con miles de recuerdos.
Se acordaba vagamente de cosas, pero sabía que siempre había querido a Sasuke. Quería contárselo, quería gritar a los cuatro vientos que lo recordaba todo. Pero, el miedo la invadió. ¿Qué pasaría si Sasuke perdía el interés en ella ahora?
Negó. Sabía que él no era así. Se levantó y salió por la misma puerta que él. Desde donde estaba podía ver su espalda, así que gritó.
—¡Sasuke, te quiero tanto que perdonaré la vez que no me dejaste quedarme con el gato! —gritó sonriendo. Él se giró sorprendido. —¡Te quiero tanto que incluso se lo diría a Suigetsu!
—¡Me gustas más que los tomates, Miyuki! —exclamó él corriendo a abrazarla—. ¿Me recuerdas?
—Pues claro que lo hago, idiota.
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