❝𝒅𝒆́𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂𝒓𝒕𝒆❞
No sabía lo afortunada que era. Pudo haber sido secuestrada verdaderamente o asesinada y abandonada en uno de los contenedores de basura de la calle.
Tras el computador estaba el oficial que repetía la secuencia de distintas cámaras una y otra vez. Venus y Pierre miraban detrás de él. En el vídeo podía verse claramente todo lo sucedido, desde el momento en que Venus ingresó al bar hasta la intervención de Richard. Los tres miraron la manera en la que operaban los hombres paseándose por en local y hablándose entre ellos de forma un tanto sospechosa, aunque las cintas no poseían una calidad muy agraciada, se vio con claridad cuando el joven que preparaba las bebidas agregó algo a la bebida de de Venus. Los tres también vieron a Venus caminar sin coordinación hacia los baños para después ser sorprendida por esos hombres, después vieron a Richard y la manera en la que él intervino para después ser golpeado hasta dejarlo hecho un ovillo en el suelo. El oficial tuvo que cambiar las cintas de vídeo del local por las de la puerta trasera, sólo había una cámara y aunque no se veían muchos detalles, los tres vieron a Richard salir con Venus en los brazos para desaparecer del margen de visión.
Venus miró la secuencia de hechos sin poderse creer que había salido de ese lugar sana y salva, se sintió agradecida por la intervención del joven Kruspe ya que de no ser por él estaría en vaya Dios saber. En esos momentos no sabía bien lo que ocurría a su alrededor, se sentía terriblemente mareada, recordó esa sensación de peligro y la piel se le puso de gallina.
Después de la secuencia tuvo que volver a repetir lo sucedido en el bar y de vez en cuando, mientras hablaba, miraba hacia el pasillo de las celdas provisionales preguntándose lo que Richard estaría diciendo.
Aún seguía incomoda tras las revisiones que le realizó el médico legista, pero según Pierre era necesario. Le tomaron —o intentaron encontrarle la vena dando múltiples pinchazos inútiles— muestras de sangre, la revisaron de pies a cabeza y hasta tomaron sus huellas dactilares. Todo en una tarde. El cansancio del reciente concierto, de la consternación y de las revisiones y demás la tenían exhausta. Ya quería irse a casa, regresar a su rutina y hablar con Perry sobre Engel.
Fue en la madrugada cuando hicieron hablar a los amigos de Richard, Oliver no pudo presentarse ya que no tenía ninguna forma de comunicación. Tras interrogar a Till y corroborar la información con Venus, se dictaminó la inocencia de Richard. El oficial a cargo estaba tan cansado que ya ni siquiera quiso sacar al arrestado para hacerle hablar en ese momento, decidió que mandaría a alguien al día siguiente a interrogar al acusado. Pierre en todo momento permaneció al tanto de la situación, aplicó sus conocimientos en leyes —que no eran la gran cosa por ser de otro país— y su gran habilidad diplomática para convencer a los oficiales de cerrar el caso por falta de pruebas y de una verdadera parte agredida. Fue difícil convencerlos de que Gerard Engel había sobreactuado y quienes debían de estar tras las rejas eran esos hombres que intentaron secuestrar a Venus. Claro que el joven Engel había sido llamado durante todo el proceso, pero jamás contestó.
Pierre, Till y Venus permanecieron dormidos en las frías sillas de la comisaría esperando la mañana con ansias. Venus se había quedado dormida sobre el hombro de Pierre y la cabeza de Till colgaba en un ángulo extraño y roncaba.
Oliver llegó a las ocho de la mañana con una gran maleta voluptuosa en su espalda, su rostro se veía pálido y tenía grandes ojeras que opacaban toda su vitalidad, había esperado una noche con sus amigos en compañía de buena cerveza, pero en lugar de eso se pasó toda la noche haciendo llamadas telefónicas a cada número de departamentos en renta que había en el periódico. A juzgar por su rostro malhumorado y preocupado, no había tenido suerte. Miró a su amigo durmiendo y sintió envidia; deseaba cerrar los ojos y no abrirlos en un buen rato, no le gustaba quedarse en vela toda la noche. Se acercó a Till y le metió el dedo en la boca para despertarlo, Lindemann se atragantó y se levantó con un grito ahogado que despertó al resto.
—¡¿Qué carajos?!
—¿Qué ha pasado con Richard? —preguntó Oliver sin rodeos.
Till le sonrió ligeramente, señal de que Kruspe se había librado esta vez.
Oliver se sintió más tranquilo, pero por dentro era un manojo de nervios, no sólo había estado toda la noche llamando y recibiendo insultos por las altas horas de la madrugada, también estuvo pegado al teléfono esperando llamadas de confirmación para visitar pisos nuevos, solo sonó el teléfono una vez y no era precisamente para informarle que lo recibirían en la mañana para comprar un departamento con vista a Central Park. No sabía cómo decirle a su amigo que algo andaba mal en casa.
—Till, necesitas llamar a casa.
Till se extrañó al oír aquello. Su amigo estaba preocupado y parecía ocultarle algo, su rostro siempre estaba radiante, sin embargo, en esos momentos tenía una mueca de preocupación y el ceño fruncido. Lindemann se puso de pie y observó a su amigo más de cerca, pero era evidente; no era una ilusión, algo malo había pasado y se veía reflejado en el rostro de Riedel. Ambos sostuvieron una conversación de miradas; algo extraño para ellos, pero una mirada decía más que mil palabras.
—Llamaré en este momento —murmuró apresurado y caminó hacia las cabinas telefónicas de la comisaría.
Oliver miró a Venus y su semblante cambió ligeramente. Era muy bonita a pesar de estar ojerosa, despeinada y con la misma ropa de hace tres días. Ella tenía una piel muy hermosa y unos labios carnosos que invitaban a posar la mirada en ellos, su semblante era tranquilo mas no serio. Todo eso le encantó a Riedel y se sintió culpable por mirar de esa forma a la chica de su amigo... Se detuvo en ese pensamiento; Richard y ella no tenían nada. No tenía porqué sentirse culpable.
Le sonrió cordialmente y extendió su mano, la chica la tomó de inmediato y Riedel sintió una descarga fría que le recorrió el cuerpo. Venus lo miró desde casi cuatro cabezas abajo, ella medía poco más de metro y medio.
—Soy Oliver Riedel, amigo de Kruspe.
—Venus Dragna, él es Pierre Dubois.
Oliver saludó al rubio desde lejos, no tenía intención de alejarse de Venus.
Los rayos de sol salieron detrás de unas densas nubes y una ráfaga de aire helado entró por la puerta. Venus respiró el aire matutino de la ciudad y se sintió terriblemente triste; odiaba las mañanas y el frío de estas, le recordaban a las madrugadas heladas en Wittenberge y a su rutina escolar que incluía insultos sexuales hacia ella. Ese día en la comisaría se sintió horrible; no había comido desde el día anterior ni dormido bien, el cuerpo le dolía y comenzaba a sentir repulsión hacia todo lo relacionado con comisarías y entrevistas con psicólogos. Supo, en esa mañana, que jamás quería volver a pisar un lugar como ese.
Till regresó aletargado, su mirada estaba perdida en la nada y su piel estaba tan pálida que hasta Venus se alarmó. Oliver, al ver el estado tan débil de su amigo, se acercó y lo sujetó por los hombros como si se fuera a caer repentinamente.
—¿Viejo, qué pasa?
—Es mi madre, Oliver. Ella... Ella ha tenido un accidente y está en el hospital inconsciente —miró a su amigo alto, Till estaba a punto de perder los estribos—. Tiene un trauma severo en el cráneo... Yo... Creo que...
—Ve —interrumpió Oliver, era consiente de la promesa que habían hecho los tres al venir a América; ninguno podía regresar a Alemania sin el resto, pero eso ya no importaba si Richard seguía tras las rejas y la madre de Till se debatía entre la vida y la muerte a miles de kilómetros de ellos—. Yo me encargaré de Richard.
—Pero el departamento.
—Logré llegar a un acuerdo con el casero, nos ha dado tiempo extra para poder encontrar un buen lugar —habló Oliver olvidándose de mencionar el pequeño detalle que ese acuerdo incluía—. Puedes ir todavía.
—Gracias, Ollie —agradeció un poco más aliviado—. Dile a Kruspe que no se meta en problemas mientras no estoy, no estaré aquí para defenderlo
—Descuida. Llamaré a tu casa en cuando nos instalen la nueva línea telefónica en donde quiera que estemos.
Till se retiró lo más rápido que pudo, no sin antes despedirse de Venus y de agradecer a Pierre, subió al primer taxi que se detuvo y se fue.
—¿Qué ha pasado con Richard? —Volvió a preguntar Oliver.
—Lindemann y yo pasamos a dar declaraciones y Pierre habló con el oficial a cargo, lo dejarán libre sin ningún cargo a las diez de la mañana y harán una investigación en el bar de los hechos, al parecer ese lugar tiene un historial muy sucio.
—Gracias por tu ayuda, Dragna —agradeció Oliver con una sonrisa, misma que desapareció al momento de recordar a su amigo—. Es un poco grosero si te pido un favor, pero realmente es necesario, ¿podrías ayudarme?
—¿De qué se trata? —preguntó Pierre de mala manera, ya estaba harto del diálogo diplomático con los oficiales y no pensaba volver adentro para hablar de nuevo.
Oliver suspiró frustrado, realmente no había tenido otra opción.
—El casero que nos renta el departamento no quiso meterse en problemas y ayer amenazó con desalojarnos sino sacábamos nuestras cosas. Yo me quedé a cargo de ese asunto, pero vamos, es Nueva York, no iba a conseguir un nuevo departamento en unas horas —habló apenado, una responsabilidad muy grande había quedado en sus manos y no había sido capaz de llevarla a cabo—. Hablé con él y le pedí que nos respetara el trato por una semana extra con un par de billetes como propina. Él accedió, pero con una condición...
Oliver se detuvo y esperó que alguno de los dos oyentes adivinara esa dichosa condición, pero no fue así.
—No dejará entrar a Richard de ninguna manera.
—¿Y? —Pierre estaba cansado y fastidiado, cuando perdía la paciencia solía comportarse como un descortés de primera clase—. Que se pague un hotel.
—Dubois, no seas así —Venus lo reprendió aunque en realidad lo único que hizo fue rodar los ojos. Estaba cansada y ya quería olvidarse del asunto, pero de alguna manera sentía que estaba en deuda con ese hombre que seguía tras las rejas—. Ya se me ocurrirá algo, déjenme a mí ese asunto.
Ninguno de los dos pareció notarlo, pero Oliver traía cargando una maleta robusta en la espalda, como un caparazón, esta contenía las cosas más esenciales de Richard. Él había sacado las pertenencias de su amigo con el fin de dárselas si llegaba a salir ileso.
—¿Venus Dragna y Till Lindemann? —preguntó un oficial que llevaba un portapapeles en la mano, la chica fue la única que se acercó, Oliver la siguió después de unos momentos—. Necesito que me acompañen.
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VENUS | 𝙍𝙞𝙘𝙝𝙖𝙧𝙙 𝙆𝙧𝙪𝙨𝙥𝙚
Fiksi Penggemar«𝑵𝒐, 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒊𝒔 𝒏𝒐𝒕 𝒂 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒔𝒐𝒏𝒈» Mucho antes de que se formara el gran monstruo alemán, tres de los integrantes viajaron a la atestada Nueva York para conocer el otro lado del mundo, sin embargo; uno de los fundadores principales qu...