Capitulo 2

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Dicen que después de que te pasa algo malo es que se preocupan por ti

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Dicen que después de que te pasa algo malo es que se preocupan por ti.

Yo experimenté en carne propia que tan real es ese famoso decir.

Mario Benedetti dijo una vez la siguiente frase: "Primero se mueren por ti, luego se quieren morir contigo, y al final te dejan muriendo solo."

También estoy por ver qué tan cierto es eso.

Valerio me comentó en varias ocasiones que algunos de mis ex compañeros tenían deseos de venir a verme

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Valerio me comentó en varias ocasiones que algunos de mis ex compañeros tenían deseos de venir a verme. Claro que, inmediatamente le dije a mi medio hermano que les hiciera saber a esos hijos de puta que jamás y nunca en lo que me queda de vida quería volver a verles la maldita cara (claro que, en realidad eso ya era posible porque no le vería la cara a nadie más). Él se sorprendía cada vez más con mi reacción. ¿Qué le hace pensar que quiero jugar al no pasa nada ya los perdoné con esa gente?

Esos eran los momentos en los que no me importaba quedarme sola por el resto de mi miserable vida, porque gracias a ellos estoy así, gracias a todos, a Samuel, Carla, Ander, Cayetana, Polo, Guzmán, Nadia y a él mismo. Ellos me desgraciaron la vida, ahora jodanse. Además, yo sé que todos están así ahora, insistiendo, solo porque se sienten culpables, porque cada uno de ellos sabe perfectamente que es su culpa, su maldita y grandísima culpa. Ya no me importa saber si Polo fue a prisión o no, tampoco si Cayetana es cómplice de algo. Nada me importa.

La única persona a la que sí acepté recibir fue a Omar, el pobre no tiene la culpa de lo que me pasó, así que considero injusto descargar mi ira sobre un alma inocente. Además, Omar es quien mejor me entiende, es el único que no tomó represalias contra mí cuando se enteró de lo que hice. El único que no me juzgó, ni se burló, ni me hizo sentir una autentica mierda. Omar es mi único amigo ahora, siempre viene, me trae regalos, nimiedades, y me hace reír, me hace sentirme mejor, es el único que de verdad me hace tener fe y esperanza, el único que puede hacerme creer que este infierno va a pasar.

Justo hoy lo estoy esperando. Ingrid y yo estamos solas en casa, así que ella me ayuda a prepararme para recibir a Omar, me dice detalle a detalle cómo me va a vestir, y a peinar, y yo solo le agradezco. Jamás voy en contra de lo que dice, al contrario, siempre le doy las gracias a Ingrid por todo lo que hace por mí, y por cómo me trata siempre, aunque yo esté en mis peores días. En sus brazos me siento como una niña pequeña, recordando cuando la nana me vestía y me peinaba con mucho cariño y delicadeza. Yo solo me quedo tranquila y me dejo mimar por ella, quien a veces me canta un poco para distraerme. Al acabar me lleva de la mano por las escaleras y me deja reposando en el sillón. Le digo que se siente conmigo pero ella se niega rotundamente, en eso estábamos cuando sonó el timbre y ella se marchó a atender.

Ya no me pone inquieta ni nerviosa recibir visitas, antes solía estarme intranquila en presencia de los demás, ya fuera Omar, Valerio o los amigos de papá. Pero ya he entrado más en confianza y me he adaptado mejor a la situación, ya he recobrado la compostura.

Oigo unos murmullos afuera y me pone los pelos de punta. Tanteo un poco por mi cuerpo hasta encontrar mis brazos y los recorro de arriba abajo, tratando de calmarme a mí misma. Algo estaba mal, lo sabía, Ingrid no suele llevar la contraria a nadie. Sé cómo reconocer esos murmullos, están discutiendo algo, lo sé porque he logrado guiarme más por mi sentido del oído, y ahora lo tengo más desarrollado, gracias a lo que me pasó.

— ¡Ingrid! — grité lo suficientemente fuerte para que me escuchara desde la entrada. No hubo respuesta, volví a llamarla, nada.

Empecé a entrar en pánico, las escenas del día del incendio volvieron fugazmente a mi mente, como gritaba en busca de auxilio y nadie venia, como la desesperación me carcomía. Trate de moverme, de hacer algo, pero tenía miedo, miedo de tropezar o de caerme, no quería lastimarme más de lo que ya lo estaba. Pero tampoco podía quedarme de brazos cruzados, debía hacer algo.

Me levanté con cuidado y empecé a caminar tanteando el sitio, primero guiándome con las manos puestas en el sofá, hasta que lo pasé y luego tanteado el suelo con los pies, de vez en cuando mi pie chocaba con algo y maldecía en mi interior por el dolor que me causaba, pero estaba dispuesta a seguir adelante. Poco a poco el sonido se empezó a escuchar con más claridad, ya podía distinguir las palabras... «La señorita Lucrecia no estará de acuerdo...» oí decir a Ingrid un poco asustada. Traté de acercarme más para poder oír la respuesta de la persona con la que discutía Ingrid pero no pude ya que algo me hizo tropezar y me tambalee, y sabía que gracias a los tacones me caería al suelo.

Pero no caí.

Misteriosamente no caí. No sé cómo, no sé porque, solo sé que mi cuerpo no alcanzo a tocar el frio suelo. Al relajarme un poco más (ya que me había llevado un buen susto al darme cuenta de que no estaba en el suelo) me di cuenta que unos brazos me sostenían, eso era, alguien me había atrapado antes de caer al suelo.

—Gracias. — hablé sonriendo pero no hubo respuesta inmediata. — ¿Quién eres? — pregunté al cabo de un rato de darme cuenta que el sujeto (un hombre, por supuesto) no daba respuesta.

Oí a alguien carraspear —Oh, de nada Lu. — Era Omar.

— ¿Omar? ¿Tú me atrapaste? — pregunté incrédula.

Como ya dije antes, desde que quedé ciega mis otros sentidos (en especial el del oído y el tacto) se desarrollaron mucho mejor y siempre los tengo a flor de piel. Y sé muy bien que no estoy en los brazos de Omar.

—Ehh... Sí, he sido yo quien te ha cogido Lu, no te preocupes, ahora te llevaré de vuelta al sofá, y no te muevas de ahí, no quiero que te hagas daño. — A medida que hablaba (con un tono voz bastante nervioso), "Omar" iba haciendo lo que me decía que haría, me tomó entre sus brazos y pude aspirar un aroma fresco, una colonia que nunca antes había olido. Definitivamente este no era Omar, pues Omar siempre que venía a visitarme usaba una colonia que yo le regalé.

—Hoy no traes puesta tu colonia, la que te obsequie. — dije al acomodarme en el sillón.

—Ehh... Eso es porque vengo del trabajo y no he pasado por casa, tuve ir temprano a ordenar unas cosas y había olvidado que te prometí venir hoy, así que me escape rápido para venir. — se excusó.

Omar aun sonaba nervioso, así que no quise indagar más y le dije que estaba bien, aunque supiera que no. Primero, Omar nunca va a su trabajo antes de venir a verme, los días que viene siempre pasaba bien temprano por aquí antes de irse a trabajar. Segundo, esos no eran los brazos de Omar, estaban muy musculosos (no digo que Omar no lo sea) para ser de él. Tercero, ese aroma no me era familiar, y Omar siempre usaba mi colonia, nunca venia sin traerla puesta y siempre que llegaba la presumía. Cuarto, (algo que evidentemente no mencione pero que si sabía) la voz de Omar se escuchaba demasiado lejos como para que fuese él el que me estaba sosteniendo. Y quinto, Omar estaba muy nervioso, eso sumado a los murmullos acerca de algo que no iba a gustarme.

Conclusión, había alguien más en mi sala.

Gracias a todas la personitas bellas que le están dando una oportunidad a esta historia, de verdad, se los agradezco de todo corazón

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Gracias a todas la personitas bellas que le están dando una oportunidad a esta historia, de verdad, se los agradezco de todo corazón.

Con Los Ojos CerradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora