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Thaddeus se volvió loco en septiembre, después de una visita al pozo.
Había ido allí con un cubo y había regresado con las manos vacías,
encogiendo y agitando los brazos y murmurando algo acerca de «los colores
movibles que había allí abajo». Dos locos en una familia representaban un
grave problema, pero Nahum se portó valientemente. Dejó que el muchacho se
moviera a su antojo durante una semana, hasta que empezó a portarse
peligrosamente, y entonces lo encerró en el ático, enfrente de la habitación
ocupada por su madre. El modo como se gritaban el uno al otro desde detrás
de sus cerradas puertas era algo terrible, especialmente para el pequeño
Merwin, que imaginaba que su madre y su hermano hablaban en algún terrible
lenguaje que no era de este mundo. Merwin se estaba convirtiendo en un
chiquillo peligrosamente imaginativo, y su estado empeoró desde que
encerraron al hermano que había sido su mejor compañero de juegos.
Casi al mismo tiempo empezó la mortalidad entre el ganado. Las aves de
corral adquirieron un color gris y murieron rápidamente. Los cerdos
engordaron desordenadamente y luego empezaron a experimentar repugnantes
cambios que nadie podía explicar. Su carne era desaprovechable, desde luego,
y Nahum no sabía qué pensar ni qué hacer. Ningún veterinario rural quiso
acercarse a su casa, y el veterinario de Arkham quedó francamente
desconcertado. La cosa resultaba tanto más inexplicable por cuanto aquellos
animales no habían sido alimentados con la vegetación emponzoñada. Luego
les llegó el turno a las vacas. Ciertas zonas, y a veces el cuerpo entero,
aparecieron anormalmente hinchadas o comprimidas, y aquellos síntomas
fueron seguidos de atroces colapsos o desintegraciones. En las últimas fases
(que terminaban siempre con la muerte) adquirían un color grisáceo y un
aspecto quebradizo, tal como había ocurrido con los cerdos. En el caso de las
vacas no podía hablarse de veneno, ya que estaban encerradas en mi establo.
Ninguna mordedura de un animal salvaje podía haber inoculado el virus, ya
que no hay ningún animal terrestre que pueda pasar a través de obstáculos
sólidos. Debía tratarse de una enfermedad natural…, aunque resultaba
imposible conjeturar qué clase de enfermedad producía aquellos terribles
resultados. En la época de la cosecha no quedaba ningún animal vivo en la
casa, ya que el ganado y las aves de corral habían muerto y los perros habían
huido. Los perros, en número de tres, habían desaparecido una noche y no
volvieron a aparecer. Los cinco gatos se habían marchado un poco antes, pero
su desaparición apenas fue notada, ya que en la casa no había ahora ratones y
únicamente la señora Gardner sentía cierto afecto por los graciosos felinos.
El 19 de octubre Nahum se presentó en casa de Ammi con espantosas
noticias. La muerte había sorprendido al pobre Thaddeus en su habitación del
ático, y lo había sorprendido de un modo que no podía ser contado. Nahum
había excavado una tumba en la parte trasera de la granja y había metido allí
lo que encontró en la habitación. En la habitación no podía haber entrado
nadie, ya que la pequeña ventana enrejada y la cerradura de la puerta estaban
intactas; pero lo sucedido tenía muchos puntos de contacto con lo ocurrido en
el establo. Ammi y su esposa consolaron al atribulado granjero lo mejor que
pudieron, aunque no consiguieron evitar un estremecimiento. El horror parecía
rondar alrededor de los Gardner y de todo lo que tocaban, y la sola presencia
de uno de ellos en la casa era como un soplo de regiones innominadas e
innominables. Ammi acompañó a Nahum a su hogar de muy mala gana e hizo
lo que pudo para calmar los histéricos sollozos del pequeño Merwin. Zenas no
necesitaba ser calmado. Se encontraba en un estado de completo atontamiento
y se limitaba a mirar fijamente un punto indeterminado del espacio y a
obedecer lo que su padre le ordenaba. Y Ammi pensó que ese estado de abulia
era lo mejor que podía ocurrirle. De cuando en cuando los gritos de Merwin
eran contestados desde el ático, y en respuesta a una mirada interrogadora
Nahum dijo que su esposa estaba muy débil. Cuando se acercaba la noche,
Ammi se las arregló para marcharse, ya que ningún sentimiento de amistad
podía hacerle permanecer en aquel lugar cuando la vegetación empezaba a
brillar débilmente y los árboles podían o no moverse sin que soplara el viento.
Era una verdadera suerte para Ammi el hecho de que no fuese una persona
imaginativa. De haberlo sido, de haber podido relacionar y reflexionar sobre
todos los portentos que lo rodeaban, no cabe duda de que hubiese perdido la
chaveta. A la hora del crepúsculo regresó apresuradamente a su casa, sintiendo
resonar terriblemente en sus oídos los gritos de la loca y del pequeño Merwin.
Tres días más tarde Nahum se presentó en casa de Ammi muy de mañana,
y en ausencia de su huésped le contó a la señora Pierce una horrible historia
que ella escuchó temblando de miedo. Esta vez se trataba del pequeño
Merwin. Había desaparecido. Había salido de la casa cuando ya era de noche
con un farol y un cubo para traer agua, y no había regresado. Hacía días que su estado no era normal y se asustaba de todo. El padre oyó un frenético grito en
el patio, pero cuando abrió la puerta y se asomó el muchacho había
desaparecido. No se veía ni rastro de él, y en ninguna parte brillaba el farol
que se había llevado. En aquel momento, Nahum creyó que el farol y el cubo
habían desaparecido también; pero al hacerse de día, y al regreso de su
búsqueda de toda la noche por campos y bosques, Nahum había descubierto
unas cosas muy raras cerca del pozo: una retorcida y semifundida masa de
hierro, que había sido indudablemente el farol; y junto a ella un asa doblada
junto a otra masa de hierro, asimismo retorcida y semifundida, que
correspondía al cubo. Eso fue todo. Nahum imaginaba lo inimaginable. La
señora Pierce estaba como atontada, y Ammi, cuando llegó a casa y oyó la
historia, no pudo dar ninguna opinión. Merwin había desaparecido y sería
inútil decírselo a la gente que vivía en aquellos alrededores y que huían de los
Gardner como de la peste. Tan inútil como decírselo a los ciudadanos de
Arkham que se reían de todo. Thad había desaparecido, y ahora había
desaparecido Merwin. Algo estaba arrastrándose y arrastrándose, esperando
ser visto y oído. Nahum no tardaría en morirse, y deseaba que Ammi velara
por su esposa y por Zenas, si es que lo sobrevivían. Todo aquello era un
castigo de alguna clase, aunque Nahum no podía adivinar a qué se debía, ya
que siempre había vivido en el santo temor de Dios.
Durante más de dos semanas, Ammi no tuvo ninguna noticia de Nahum; y
entonces, preocupado por lo que pudiera haber ocurrido, dominó sus temores y
efectuó una visita a la casa de los Gardner. De la chimenea no salía humo y
por unos instantes el visitante temió lo peor. El aspecto de la granja era
impresionante: hierba y hojas grisáceas en el suelo, parras cayéndose a
pedazos de arcaicas paredes y aleros, y enormes árboles desnudos
silueteándose malignamente contra el gris cielo de noviembre. Ammi no pudo
dejar de notar que se había producido un sutil cambio en la inclinación de las
ramas. Pero Nahum estaba vivo, después de todo. Estaba muy débil y reposaba
en un catre en la cocina de techo bajo, pero conservaba la lucidez y seguía
dando órdenes a Zenas. La estancia estaba mortalmente fría; y al ver que
Ammi se estremecía, Nahum le gritó a Zenas que trajera más leña. La leña, en
realidad, era muy necesaria, ya que el cavernoso hogar estaba apagado y
vacío, y el viento que se filtraba chimenea abajo era helado. De pronto,
Nahum le preguntó si la leña que había traído su hijo lo hacía sentirse más
cómodo, y entonces Ammi se dio cuenta de lo que había ocurrido. Finalmente,
la mente del granjero había dejado de resistir a la intensa presión de los
acontecimientos.
Interrogando discretamente a su vecino, Ammi no consiguió poner en claro
lo que le había sucedido a Zenas. «En el pozo… vive en el pozo…», fue todo
lo que su padre dijo.

El color que cayó del cielo. HP LOVECRAFTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora