1.6

124 8 1
                                    

Luego el visitante recordó súbitamente a la esposa loca y cambió de tema.
«¿Nabby? Está aquí, desde luego…», fue la sorprendida respuesta del pobre
Nahum, y Ammi no tardó en darse cuenta de que tendría que investigar por sí
mismo. Dejando al inofensivo granjero en su catre, cogió las llaves que
estaban colgadas detrás de la puerta y subió los chirriantes escalones que
conducían al ático. La parte alta de la casa estaba completamente silenciosa y
no se oía el menor ruido en ninguna dirección. De las cuatro puertas a la vista,
sólo una estaba cerrada, y en ella probó Ammi varias llaves del manojo que
había cogido. A la tercera tentativa la cerradura giró, y Ammi empujó la puerta
pintada de blanco.
El interior de la habitación estaba completamente a oscuras, ya que la
ventana era muy pequeña y estaba medio tapada por las rejas de hierro; y
Ammi no pudo ver absolutamente nada. El aire estaba muy viciado, y antes de
seguir adelante tuvo que entrar en otra habitación y llenarse los pulmones de
aire respirable. Cuando volvió a entrar vio algo oscuro en un rincón, y al
acercarse no pudo evitar un grito de espanto. Mientras gritaba creyó que una
nube momentánea había tapado la escasa claridad que penetraba por la
ventana, y un segundo después se sintió rozado por una espantosa corriente de
vapor. Unos extraños colores danzaron ante sus ojos; y si el horror que
experimentaba en aquellos momentos no le hubiera impedido coordinar sus
ideas hubiera recordado el glóbulo que el martillo de geólogo había aplastado
en el interior del meteorito, y la malsana vegetación que había crecido durante
la primavera. Pero, en el estado en que se hallaba, sólo pudo pensar en la
horrible monstruosidad que tenía enfrente, y que sin duda alguna había
compartido la desconocida suerte del joven Thaddeus y del ganado. Pero lo
más terrible de todo era que aquel horror se movía lenta y visiblemente
mientras continuaba desmenuzándose.
Ammi no me dio más detalles de aquella escena, pero la forma del rincón
no reapareció en su relato como un objeto movible. Hay cosas que no pueden
ser mencionadas, y lo que se hace por humanidad es a veces cruelmente
juzgado por la ley. Comprendí que en aquella habitación del ático no quedó
nada que se moviera, y que no dejar allí nada capaz de moverse debió de ser
algo horripilante y capaz de acarrear un tormento eterno. Cualquiera, no
tratándose de un estólido granjero, se hubiera desmayado o enloquecido, pero
Ammi volvió a cruzar el umbral de la puerta pintada de blanco y encerró el
espantoso secreto detrás de él. Ahora debía ocuparse de Nahum; éste tenía que
ser alimentado y atendido, y trasladado a algún lugar donde pudieran cuidarlo.
Cuando empezaba a bajar la oscura escalera, Ammi oyó un estrépito
debajo de él. Incluso le pareció haber oído un grito, y recordó nerviosamente
la corriente de vapor que lo había rozado mientras se hallaba en la habitación
del ático. Oprimido por un vago temor, oyó más ruidos debajo suyo.
Indudablemente estaban arrastrando algo pesado, y al mismo tiempo se oía un
sonido todavía más desagradable, como el que produciría una fuerte succión.
Sintiendo aumentar su terror, pensó en lo que había visto en el ático. ¡Santo
cielo! ¿En qué fantástico mundo de pesadilla había penetrado? No se atrevió a
avanzar ni a retroceder, y permaneció inmóvil, temblando, en la negra curva
del rellano de la escalera. Cada detalle de la escena estallaba de nuevo en su
cerebro.
De repente se oyó un frenético relincho proferido por el caballo de Ammi,
seguido inmediatamente por un ruido de cascos que hablaba de una
precipitada fuga. Al cabo de un instante, caballo y calesa estaban fuera del
alcance del oído, dejando al asustado Ammi, inmóvil en la oscura escalera, la
tarea de conjeturar qué podía haberlos impulsado a desaparecer tan
repentinamente. Pero aquello no fue todo. Se produjo otro ruido fuera de la
casa. Una especie de chapoteo en el agua…, debió de haber sido en el pozo.
Ammi había dejado a Hero desatado cerca del pozo, y algún animalito debió
meterse entre sus patas, asustándolo, y dejándose caer después en el pozo. Y la
casa seguía brillando con una pálida fosforescencia. ¡Dios mío! ¡Qué antigua
era la casa! La mayor parte de ella edificada antes de 1670, y el tejado
holandés más tarde de 1730.
En aquel momento se oyó el ruido de algo que se arrastraba por el suelo de
la planta baja, y Ammi aferró con fuerza el palo que había cogido en el ático
sin ningún propósito determinado. Procurando dominar sus nervios, terminó
su descenso y se dirigió a la cocina. Pero no llegó a ella, ya que lo que buscaba
no estaba ya allí. Había salido a su encuentro, y hasta cierto punto estaba aún
vivo. Si se había arrastrado o si había sido arrastrado por fuerzas externas, es
cosa que Ammi no hubiera podido decir; pero la muerte había tomado parte en
ello. Todo había ocurrido durante la última media hora, pero el proceso de
desintegración estaba ya muy avanzado. Había allí una horrible fragilidad,
debida a lo quebradizo de la materia, y del cuerpo se desprendían fragmentos
secos. Ammi no pudo tocarlo, limitándose a contemplar horrorizado la
retorcida caricatura de lo que había sido un rostro. «¿Qué ha pasado,
Nahum…, qué ha pasado?», susurró, y los agrietados y tumefactos labios
apenas pudieron murmurar una respuesta final.
«Nada…, nada…; el color… quema…; frío y húmedo, pero quema…; vive
en el pozo…, lo he visto…, una especie de humo… igual que las flores de la
pasada primavera…; el pozo brilla por la noche… Se llevó a Thad, y a
Merwin, y a Zenas…, todas las cosas vivas…; sorbe la vida de todas las
cosas…; en aquella piedra tuvo que llegar en aquella piedra…; la
aplastaron…; era el mismo color…, el mismo, como las flores y las plantas…;
tiene que haber más…; crecieron…, lo he visto esta semana…; tuvo que darle
fuerte a Zenas…; era un chico fuerte, lleno de vida…; le golpea a uno la mente y luego se apodera de él…; quema mucho…; en el agua del pozo…; no
pueden sacarlo de allí…, ahogarlo… Se ha llevado también a Zenas…; tenías
razón…; el agua está embrujada… ¿Cómo está Nabby, Ammi?… Mi cabeza
no funciona…; no sé cuánto hace que no le he subido comida…; la cosa la
atacó también a ella…; el color…; su rostro tiene el mismo color por las
noches…, y el color quema y sorbe; procede de algún lugar donde las cosas no
son como aquí…; uno de los profesores lo dijo…; tenía razón, mira, Ammi,
está sorbiendo más…, sorbiendo la vida…».
Pero eso fue todo. La cosa que había hablado no podía hablar más porque
se había encogido completamente. Ammi lo cubrió con un mantel a cuadros
blancos y rojos y salió de la casa por la puerta trasera. Trepó por la ladera que
conducía a las tierras altas y regresó a su hogar por el camino del Norte y los
bosques. No pudo pasar junto al pozo desde el cual había huido su caballo.
Miró hacia el pozo a través de una ventana y recordó el chapoteo que había
oído…, el chapoteo de algo que se había sumergido en el pozo después de lo
que había hecho con el desdichado Nahum…
Cuando Ammi llegó a su casa se encontró con que el caballo y la calesa lo
habían precedido; su esposa lo aguardaba llena de ansiedad. Después de
tranquilizarla, sin darle ninguna explicación, se dirigió a Arkham y notificó a
las autoridades que la familia Gardner ya no existía. No entró en detalles,
limitándose a hablar de las muertes de Nahum y de Nabby; la de Thaddeus era
ya conocida, y dijo que la causa de la muerte parecía ser la misma extraña
dolencia que había atacado al ganado. También dijo que Merwin y Zenas
habían desaparecido. En la jefatura de policía lo interrogaron ampliamente, y
al final se vio obligado a acompañar a tres agentes a la granja de Gardner,
juntamente con el fiscal, el médico forense y el veterinario que había atendido
a los animales enfermos. Ammi fue con ellos de muy mala gana, ya que la
tarde estaba muy avanzada y temía que la noche lo cogiera en aquel lugar
maldito, aunque era un consuelo saber que iba a estar acompañado de tantos
hombres.
Los seis hombres montaron en un carro, siguiendo a la calesa de Ammi, y
llegaron a la granja alrededor de las cuatro. A pesar de que los agentes estaban
acostumbrados a presenciar espectáculos horripilantes, todos se estremecieron
a la vista de lo que fue encontrado debajo del mantel a cuadros rojos y
blancos, y en la habitación del ático. El aspecto de la granja, con su desolación
gris, era ya bastante terrible, pero aquellos dos retorcidos objetos sobrepasaban
toda medida de horror. Nadie pudo contemplarlos más allá de un par de
segundos, e incluso el médico forense admitió que allí había muy poco que
examinar. Podían analizarse unas muestras, desde luego, de modo que él
mismo se encargó de agenciárselas…, y al parecer aquellas muestras
provocaron el más inextricable rompecabezas con que se enfrentara nunca el laboratorio de la Universidad. Bajo el espectroscopio, las muestras revelaron
un espectro desconocido, muchas de cuyas bandas eran iguales que las que
había revelado el extraño meteoro al ser analizado. La propiedad de emitir
aquel espectro se desvaneció en un mes, y el polvo consistía principalmente en
fosfatos y carbonatos alcalinos.

El color que cayó del cielo. HP LOVECRAFTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora