Los triángulos negros y las doble u negras.

Prólogo

Hace mucho, en un valle apartado del resto del mundo debido a que se encontraba rodeado de altas montañas y bosques frondosos, aparecieron seis tribus: "Los triángulos negros", "Los óvalos verdes", "Las equis rojas", "Los círculos amarillos", "Las ondas blancas" y "Las doble u negras".

Todas ellas vivían en paz y armonía hasta que los triángulos decidieron que querían más y empezaron a atacar aldeas con la intención de aumentar el poder y el territorio. Y todo aquel que se negase moriría; todo aquel que tracionase "Los triángulos negros" moriría, y si alguno era atrapado cruzando la frontera, moriría.

Muchos años después, las tribus de "Los óvalos verdes" y "Las ondas blancas" habían desaparecido y "Los triángulos negros" se habían convertido en el terror de las que habían sobrevivido.

Por ello en la frontera, vigilando, se encontraba un hombre castaño muy alto, tez tostada y ojos marrones. Vestía una chaqueta marrón tierra, unos pantalones militares y unas botas también de estilo militar. Llevaba un rifle y en su cuello se podía ver la marca de un triángulo negro. A su lado, un pelinegro de ojos marrones cubiertos con unas gafas, tez más clara y más bajo, cargaba y vestía lo mismo que su compañero; en su cuello también se distinguía un triángulo.

Sus nombres eran Juan Pablo Isaza y Simón Vargas. Ambos fueron una pieza fundamental en lo que estaba por llegar.

-¿No es un poco extremista matarlos solo por cruzar? - preguntó Simón con cautela, temeroso de ser escuchado por alguien que no fuera su compañero.

-Todo lo que hacemos es demasiado extremista -  respondió el más alto.

Ambos quedaron en silencio debido a que les pareció escuchar algo entre los matorrales, con lentitud ambos se acercaron hacía dónde provenía el ruido sin dejar de apuntar.

De atrás salieron dos muchachas pelirrojas levantando sus manos en señal de paz y se acercaron lentamente.

-Marca - ordenó Juan Pablo.

Ambas extendieron el brazo dejando ver la doble u.