KQ| "El mundo me hizo quién soy; todos me odiaban solo por ser hija del Joker, como si yo hubiera decidido de quién ser hija. Así que si te odian sin tener una razón, pues dales una razón para odiarte aún más."
HISTORIA TERMINADA.
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Un avión aterrizó en Belle Reve. De este bajo Amanda junto a Rick Flag y June Moone. Como todos los días, el clima era nublado y llovía. Un oficial se acercó a ellos.
—Bienvenidos a Belle Reve, edificio de seguridad especial — le saludo el guardia, con un inusual tono de respeto que era dirigido a Flag.
—Bésale el trasero a ella, es quien está al mando — replica Rick refiriéndose a la mujer afroamericana.
—¿Dónde están? — Waller se limitó a decir, con un tono frío y algo molesto.
—Síganme — dice el guardia. A Amanda la condujeron a la celda de Harley Quinn, a donde entró con paso lento analizando a la chica, la cual aún no se había dado cuenta de su presencia, luego de unos segundo, al verla se acercó a los barrotes.
—¿Tu eres el diablo? — murmuró con la mirada fija en la mujer.
—Tal vez.
Mientras tanto, el Coronel Rick Flag se encontraba en la "celda" de Killer Croc, el cual se encontraba haciendo abdominales.
Al notar la presencia del hombre, se acerca a las rejas, examinando al militar con sus extraños e inhumanos ojos.
—¿No estás asustado? — su voz era gruesa y profunda, ronca.
—¿Por qué te pusieron aquí? — preguntó Flag.
—Porque yo lo pedí — dice y se aleja nadando.
—Porque lo convirtieron en un monstruo — dijo una voz femenina, Flag al girar a ver de quién se trataba, se encontró con una chica que se veía demasiado joven, de cabello negro hasta los hombros, ojos verdes y piel blanca, se veía un poco demacrada.
—¿Qué dijiste? — le pregunta con el rostro serio, pero con clara curiosidad.
La chica se encogió de hombros y se acercó a él, quedando a centímetros de distancia.
—Lo vieron como un monstruo, lo trataron como tal y ¡tara! — dijo en susurros, exclamando mientras señalaba la alcantarilla que usaban como celda —. Se convirtió en uno.
Rick frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—¿Quién eres? — preguntó. Ella se relamió los labios para luego sonreír.
—Alice Napier.
Y sin decir más, desapareció de su vista. Dejando al militar extrañado y con un extraño sentimiento de culpa y dolor, que inexplicablemente sentía que no le pertenecía.
