La Propuesta

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A este punto de mi vida ya nada me sorprendía... Mejor dicho, ya nada me importaba.

Últimamente todo me salía terriblemente mal.

Mi novia desde la secundaria, con la cual había estado siete hermosos años, me había dejado. Y no solo eso, había cortado conmigo por un hombre de dinero (que casualmente era mi jefe en el trabajo).

A causa de esto había perdido mi empleo, ya que a mi jefe no le causaba gracia tener trabajando ahí al ex de su actual novia.

Y ahora, por falta de dinero, estaba viviendo en el sótano de la casa de mis padres, el cual no era muy cómodo. Lamentablemente no tenía otra opción teniendo en cuenta las pocas y pequeñas habitaciones que había en el hogar de mis padres, que contrastaba con la cantidad de hijos que mis progenitores habían dado a luz y que aún vivían aquí.
En conclusión: no había lugar para mí porque tenía muchos hermanos y sólo quedaba el sótano.

Supongo que lo único que me faltaba a este punto era terminar en la calle.

—¿Qué haces?—preguntó una voz chillona a mi lado.

Estaba en un colchón tirado en el suelo del sótano, en el cual siempre dormía, tenía una almohada en mi cara y no podía verificar quién era la persona que había hablado, pero estaba cien por ciento seguro de que se trataba de la pequeña Erie, un engendro horrible de cinco años que sólo sabía chillar y pedir cosas a gritos.

Oh sí, quien también era mi hermana menor.

—¿Qué haces?—volvió a preguntar la vocecita de Erie.

Suspiré lo más fuerte que pude para que notara que era hora de irse pero ella no se retiró. Supongo que no tengo autoridad de hermano mayor.

—Estoy pensando en lo mal que me caes—respondí de mala manera.

Sé escuchó un silencio en el que casi pude imaginarme la carita de Erie frunciendo el ceño como solo ella sabía y al mismo tiempo, haciendo un puchero.

—Eres muy malo—soltó la niña duramente, como si hubiese dicho lo peor—Te voy a dejar aquí abajo solo, porque eres muy malo.

—Oh, wow... Que trágico—contesté sarcásticamente.

—¡Y le diré a mamá!—gritó mientras se retiraba.

Ahí fue cuando me saqué la almohada de la cabeza con desesperación.

—¡Espera, lo siento! ¡Erie!—bramé ruidosamente, pero mi hermana ya se había ido.

Sin dudas todo iba de mal en peor.

Fue en ese momento que me fijé en una silueta apoyada en la pared del sótano.

Por un momento sentí miedo, tal vez porque era extraño ver una silueta en el oscuro, tenebroso y pequeño sótano, pero luego identifiqué a la figura como otra de mis hermanas menores. Específicamente Key, que al menos ya tenía diecisiete años y era mayorcita... Lástima que también estaba loca.

—No es muy normal discutir con tu hermana de cinco años teniendo veinte—dispuso con lentitud.

—Tampoco es muy normal quedarte entre la sombras a observar a tu hermano mayor, das miedo—contesté con un tono que hubiera molestado a cualquiera.

Por suerte Key no era cualquiera y simplemente rió mientras corría a sentarse a mi lado, en el horrible colchón que tenía tirado en el piso. Sólo ella podía sentarse ahí sin pensar en los insectos y bacterias que seguramente tenía.

—¡Te tengo una propuesta!—exclamó felizmente mi hermana.

—Bien por ti.

—Es una propuesta totalmente seria y, si me dejas agregar, muy cuerda—la miré de arriba a abajo con lentitud.

Mi hermana hoy tenía atado su rubio y largo cabello con una media larga, sus ojos verdes brillaban en la oscuridad con emoción y llevaba puesto un vestido de flores fluorescentes.

Sin dudas no podía venir nada cuerdo de su parte.

—No te creo—repuse.

—¿Por lo menos vas a escuchar mi propuesta?

Quise decirle que no y que se fuera, que ya estaba lo suficientemente perdido y deprimido como para escuchar estupideces, pero sin embargo asentí.

—Es un experimento social...

—¿Cómo el que organizaste dejando a Erie sola en el supermercado para ver como reaccionaba?—la interrumpí, irónico.

—¡Esa vez era principiante en experimentos sociales! Y lo admito, estuve mal—dijo en tono arrepentido.

—¿Lo de mentirle a Jay sobre que estaba en coma y todo esto era su imaginación también fue cuando eras principiante?—la molesté.

—¡Jay se había burlado de mí y se lo merecía!—soltó molesta—Mi experimento social de esta vez es un experimento serio.

No le creía, obviamente no le creía.

—Te escucho.

—Quiero saber si alguien totalmente fracasado e idiota puede enamorar a alguien genial en dos semanas—soltó Key con total emoción—¡Cómo en las películas!

—¿Y cuál es mi lugar en este proyecto?—pregunté confundido.

—Obviamente el lugar del fracasado es todo tuyo.

No me alteré, simplemente la observé atento para buscar en su rostro un atisbo de burla.

Pero Key siempre iba con la verdad así que supe al instante que esta vez también era en serio.

—No—respondí, volví a acostarme en mi colchón y a taparme la cara con mi almohada.

—Pero no tienes nada que hacer—protestó mi hermana.

—No—repetí nuevamente.

—¡Jamás te pido nada! Hazlo por mí, son solo dos semanas donde seguramente fallarás y sumarás otro fracaso a tu larga lista—habló en un tono animoso.

—No.

—Está bien, no pienso rogarte... —espetó molesta—Para mi suerte tengo más hermanos fracasados y con ganas de ganar dinero.

Con esa última palabra apareció mi interés.

—¿Dinero?—pregunté interesado, quitando la almohada de mi cabeza.

Key mostró una media sonrisa y asintió. Ella había descubierto lo que ambos sabíamos, ya me había atrapado en su plan.

—Bastante dinero—hizo una pausa para agregar misterio a la situación y finalmente continuó—Te daré el doble del pago si logras que el experimento triunfe y el sujeto de prueba se enamore de ti.

—¿De dónde lo sacaste?—consulté curioso.

—No estoy en nada malo, así que la procedencia del dinero no debería importarte.

Juro que dudé un poco, pero la verdad es que a este paso de mi vida : sin novia, trabajo y casa, no perdía absolutamente nada.

¿Por qué no?

—Estoy dentro.

Vi a mi hermana chillar y saltar contenta al oír eso.

—¡Mañana vendrá a cenar tu objetivo, así que mañana mismo empiezas tu misión!

—¿Y el dinero?—pregunté precavido ante cualquier engaño de Key.

—Te daré el primer pago mañana luego de que conozcas a tu víctima.

Claramente aún no sabía en lo que me estaba metiendo.

Experimento Homosexual Donde viven las historias. Descúbrelo ahora