Día 7.

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Avances: Le pedí perdón por la horrible cita y por suerte, tengo otra oportunidad.

Anotaciones: En una ardua investigación por internet leí algo que me dejó interesado: "En una cita es mejor hacer algo que aumente las pulsaciones del corazón, como subirse a una montaña rusa, ver una película de terror o caminar en un parque un poco más rápido de lo normal. La persona pensara que estar contigo les acelera el corazón"
¿Es un vil engaño? Tal vez si.
¿Es estúpido ir a un parque de diversiones cuando le tengo miedo a todo lo alto o rápido? Evidentemente.
¿Lo haré de todos modos? Claro.

Datos: Él es demasiado amable y comprensivo.

Estaba llegando algo tarde a la cita, y todo por hacer las tontas anotaciones que Key pedía.

Una vez que entré al parque de diversiones me arrepentí completamente: montañas rusas, simuladores, casas de terror, una noria y más lugares que me daban escalofríos solo viéndolos.

Estaba pensando en la mejor manera para no vomitar cuando de pronto sentí que alguien me tapaba los ojos.

Al instante me puse a la defensiva.

—¿Quién...?—empezó la persona pero no la dejé continuar, le di un codazo en las costillas.

Cuando me di la vuelta para ver quien era el humano que me había asustado, vi que quien parecía estar pasando por mucho dolor era Dean. Me sentí algo culpable.

—¡Lo siento!—me disculpé—¡Es que me asustaste!

—Eres la primera persona que conozco que reacciona así con esto—dijo Dean con dificultad, aun sosteniendo la zona herida con dolor.

—De verdad lo siento—volví a disculparme.

—Ya no duele tanto—me tranquilizó mi vecino—Mejor dime... ¿Por qué elegiste este lugar?

Quiero que creas que estás enamorado de mí.

—Me pareció interesante—contesté simplemente.

—Digamos que me sorprendió bastante tu elección... ¿A qué juego quieres subir?—hizo finalmente la pregunta que tanto me aterraba.

La verdad es que todos los juegos me daban miedo.

Todos en general.

—El que quieras tú estará bien—respondí.

Dean pareció pensárselo un buen rato, vi sus ojos azules posándose en cada atracción con evidente interés, hasta que finalmente señaló.

—¿La noria?—pregunté con miedo.

—Sí ¿Te parece bien?

Asentí y en unos pocos minutos nos encontramos haciendo fila para entrar al juego.

Mientras Dean hablaba emocionado, yo rogaba para que tardaramos en llegar. Mi vecino se veía muy feliz con la idea de tener una tarde suicida, mientras que yo incluso temblaba.

En ese momento maldije la hora en que se me ocurrió venir a un parque de diversiones.

—Es su turno—avisó un encargado del juego, pidiendo los boletos que con antelación Dean había sacado.

Todos hemos tenido un miedo terrible en algún momento, lo conocemos demasiado bien: nos inunda el sudor, nos sentimos ansiosos y lo único que queremos es huir.

Esas fueron mis sensaciones cuando el juego inició.

Los dos íbamos sentados y aún así mis piernas temblaban, incluso me sentía mareado y con ganas de vomitar.

Experimento Homosexual Donde viven las historias. Descúbrelo ahora