Un lugar horrible

19 3 0
                                    

El mundo es bello, pero tiene un defecto llamado hombre (Friedrich Nietzsche)

El olor a óxido se filtraba en la habitación, atravesando los agrietados cristales de las ventanas, olor proveniente del antigüo y a simple vista desierto vecindario.

Alguien se levantó de la cama ubicada en el centro de la habitación, aunque la habitación a simple vista se veía estable, apenas la cama se tambaleó un poco, las paredes comenzaron a rechinar y las ventanas a agrietarse de forma imperceptible.

Aquella persona tocó con los pies el frío, arenoso y disparejo suelo, un joven de aproximadamente 17 años, y con una talla de 1.78 de estatura.
Su expresión se tornó en una de disgusto simultáneo a que su cuerpo recibió el escalofrío producido por el tacto con el suelo.

Agitó su cabeza tras unos segundos de espera, alborotando todavía más su castaño cabello.

Sus verdes ojos rodaron, analizando la habitación y su ambiente mañanero, bostezando en el proceso. Su mirada se detuvo en la cama contraria a la suya, dónde aún dormía una pequeña infante, con no más de 7 años a simple vista.

El joven se levantó de la cama, produciendo un rechinar aún más intenso en la habitación a cada paso que daba.

Detuvo su avance en medio del camino, su mirada se giró hacia la ventana más cercana. La misma, llena de grietas y manchas, mostraba un ambiente desastroso, casas que pareciera que colapsarían en cualquier momento, llenas de óxido y polvo.

—Un día como cualquier otro —se dijo a sí mismo con la voz aún somnolienta, retomando su caminar.

Llegó y abrió una puerta dañada por el tiempo y las termitas, entrando así al baño tras la misma.

Tomó uno de los baldes llenos de agua y se dirigió hacia el extremo del baño más alejado de la puerta, lleno de tierra y flores crecientes, dónde se inclinó y vació el balde sobre su cabeza.

Instantáneamente levantó la cabeza y alborotó su mojado cabello. Quedando seco tras unos instantes de esta acción.
Se despojó de su mojada pijama y tomó el cambio de ropa que se hallaba sobre una mesa pequeña a un lado de la puerta, vistiéndose con el mismo.

Un uniforme conformado por un pantalón azul marino, una camisa blanca con el escudo de la escuela a la altura del corazón, una corbata verde y una chaqueta del mismo color.

Salió del baño, y tras esto, también de la habitación.

—Buenos días, Mamá —dijo el joven castaño cerrando la puerta detrás de sí.

—¡Buen día, Attis! —exclamó con alegría aquella mujer, quién sentada frente a una mesa de madera desgastada, alzó su mano diestra mientras comía tostadas.

Atticus no tardó en tomar una de las "crujientes" tostadas de la mesa, despidiéndose de su madre tras apenas haberla saludado, saliendo de su hogar con una tostada en mano.

Tosió tras salir, el yeso en el aire se coló por sus fosas nasales y le provocó instantáneamente aquella reacción.

—Sí, un día normal —Caminó sin prestarle atención a su propia reacción, era algo de todos los días. de las demás casas salieron estudiantes y adultos, quienes circularon dándole algo de vida al desierto lugar, vida que no duró más que 20 segundos.

New Biginning: ExtinciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora