—Disculpadme, mi señor —interrumpió Cordelia. A pesar de tener solo diez años su infantil voz sonaba dura, clara y firme, sin ningún atisbo de duda; parecía antinatural que una voz así perteneciera a una simple niña que no había tenido más de una década de vida—. Soy consciente de que lo que proponéis sería muy beneficioso. —El hombre que estaba sentado al otro lado de la enorme mesa, que la infante utilizaba para atender a las «visitas de negocios», sonrió maliciosamente para sí mismo, pensando que lo había conseguido, que había engañado a esa estúpida niñita. Cordelia sonrió a su vez, en lo que se vio como una extraña mueca, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda del hombre—. Ciertamente, sería altamente beneficioso... aunque únicamente para vos. —La sonrisa del hombre se congeló en su rostro, sin saber qué decir ante tales palabras.
Tanto Cordelia como el hombre llevaban en aquella enorme habitación durante casi una hora, en la que la pequeña se había dedicado a escuchar la propuesta de este. Básicamente había estado hablando de cosas sin sentido, argumentando que si ella le prestaba una gran suma de dinero para llevar a cabo su proyecto, consistente en crear una especie de nuevo mercado con los productos más exclusivos únicamente para los miembros de la nobleza, le devolvería el doble de lo prestado en menos de un año.
—No entiendo a qué os referís... ya os he explicado qué...
—Sé de sobra lo que me habéis explicado —cortó Cordelia sin perder su macabra expresión—. Estoy segura de que los primeros meses sería así, me iríais devolviendo parte del dinero prestado.
—Entonces...
—Los primeros meses —repitió la niña sin dejar que el hombre hablara, a la vez que levantaba su mano derecha en señal de que guardara silencio—. Pero, con el debido respeto, señor mío, ese proyecto es totalmente absurdo. ¿De verdad pensabais que iba a aceptar un negocio cualquiera? ¿Un nuevo mercado? ¿Acaso os habéis dado un golpe en la cabeza de camino a la mansión? ¿O pensabais que era lo suficientemente estúpida como para aceptar semejante trato? —decía Cordelia sin piedad ante la expresión contrariada del hombre—. Para empezar, no hay ninguna necesidad de tal mercado: ¿por qué razón iba a comprar alguien algo en ese mercado? ¿Las frutas de este iban a ser diferentes a las del mercado normal, obviando el precio? Y, para continuar, aunque en un supuesto decidierais llevar a cabo el proyecto en serio, algo que pongo en duda fervientemente, estoy segura al cien por cien de que unos meses después de la apertura de dicho mercado, si no se cierra antes —añadió con sorna—, vos dejaríais de pagarme mi parte poniendo excusas absurdas —concluyó ella, levantándose de la gran silla de madera en la que había estado sentada durante lo que había durado la conversación.
El hombre no podía ocultar su molestia. Estaba seguro de que aquella niña inútil caería en sus redes. Por supuesto que sabía que aquella propuesta era absurda, ni siquiera pensaba abrir el estúpido mercado, sino que iba a quedarse con todo el dinero que ella le diera. En caso de que lo reclamara, solo tendría que fingir que no sabía de qué hablaba o que ella se lo había dado voluntariamente como acto de buen fe y que más tarde se había arrepentido.
Pero esa niña era un dolor de cabeza: solo tenía diez malditos años y se había percatado de su engaño.
—Ahora, si no es molestia, me gustaría que os fuerais de mi casa y que no volvierais. Ha sido entretenido ver cómo os poníais en evidencia durante una hora entera, pero me he cansado de vuestras palabras sin sentido y tengo cosas que hacer —decía mientras se acercaba lentamente a la puerta de la habitación para abrirla ella misma.
El hombre se levantó con los puños apretados y salió de la estancia sin mediar palabra alguna, ni siquiera se dignó a mirarla. En ese momento, la niña recordó lo que su ama de llaves le había repetido innumerables veces en el pasado. Sonrió con malicia, dispuesta a ridiculizar aún más a aquel adulto.
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La Ira del Mar [Black Clover]
Hayran KurguLo había perdido absolutamente todo. Se sentía perdida, sin tener claro qué debía hacer a partir de ese momento. Durante mucho tiempo su alma se había ido consumiendo, perdiendo el brillo en sus ojos poco a poco; estaba muerta en vida, sin nada que...