III

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Por supuesto que Erik no descansó. Después de esperar más de una hora la grúa para que llevasen su auto a un taller, tuvo que regresar a su departamento caminando las 32 cuadras de distancia, puesto que se había olvidado allí su billetera. Al llegar, se duchó y se recostó sintiendo su cuerpo quejarse adolorido por el cansancio. Sin embargo, la preocupación no lo dejó en paz, por lo que eran más de las 4 de la mañana cuando al fin logró conciliar el sueño, solo para tener que levantarse a las 6.30.

Al otro día las cosas no marcharon bien, tampoco. Parecía que la incompetencia de su equipo y de los equipos ajenos, habían hecho lo posible para hacer que Erik la pasara realmente mal. Primero, el departamento de diseño no cumplió con los bocetos pedidos para la nueva campaña, por lo que perdieron la cuenta de los perfumes con la que Erik había estado trabajando durante semanas. Después, las propuestas para una cadena de supermercados dejaban mucho que desear y el departamento de medios, había perdido el contrato con uno de los canales de televisión más importantes.

Si Erik no estaba contemplando la destrucción del edificio, con todos los trabajadores dentro, fue por simple fuerza de voluntad. Regresar a su casa debería haber sido un consuelo, sin embargo, una parte de él hubiese deseado que alguien allí lo recibiera y lo abrazara brindándole alivio.

Llamó a su madre, por quinta vez en ese día, y se aseguró que todo estuviese bien antes de ducharse y retirarse a dormir sin cenar.

La semana pasó lenta de una manera casi dolorosa. El hastío que acompañaba a Erik en cada una de sus acciones, le pesaba de una manera indescriptible. Estaba cansado de sentirse así y tener que resignarse. Por momentos, su fe en que algún día todo cambiaría para mejor, comenzaba a flaquear. La felicidad parecía algo tan lejano para él.

Sabía que no debía quedarse con los brazos cruzados, que, si no era feliz, debía buscar algo que cambiara eso, sin embargo, no sabía por dónde empezar. Logan le había dicho una vez que fuese a algún boliche gay, pero no estaba seguro de que esa fuese la solución. Ni siquiera sabía si conseguir una pareja lo era, lo único que le constaba era que la soledad que sentía estaba sobrepasándole.

Por suerte, el shabat había llegado al fin y con él, el momento de búsqueda de esa paz interior que le estaba haciendo falta. Ya en la casa de su madre, esperó encontrarse con ese tal Chucky- nombre del muñeco maldito y no por nada, Erik estaba seguro- para ponerle un par de puntos sobre las íes. Sin embargo, no se presentó oportunidad. Al atardecer del viernes el extraño no estaba, según Edie, tenía que arreglar algunos asuntos y por lo que supo llegó muy tarde -Erik ni siquiera lo escuchó- y se marchó a la mañana temprano. Al tratarse de un goi*, podía abrir la panadería -que no se dedicaba únicamente a alimentos judíos- la cual perdía muchas ventas esos días en especial y eso fue lo que hizo, justamente, como se lo había prometido a ella. Sin embargo, luego del havdalah, que daba fin al shabat y anunciaba el inicio de la semana, ese tipo regresaría al departamento y Erik lo estaría esperando para ese entonces.

-Magnus, ¿Puedes poner a calentar la sopa para Chucky?-

Erik soltó un gruñido de molestia y miró a su madre, quien estaba preparando gefilte Fish para el almuerzo del día siguiente. Poniéndose de pie de su asiento, caminó hasta la cocina, para hacer lo que ella le pidió.

-Es tarde, seguramente, ya ha cenado.

-No lo ha hecho. Dijo que quería probar mis bolas de matzah.

Erik volvió a gruñir en respuesta.

Ay, mein eifersüchtiges boychick**! Mamá siempre va a cocinar para ti- dijo ella pellizcando sus mejillas con cariño. (Mi niño celoso)

ApathieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora