VIII

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Erik sonrió al encontrar la kipá blanca que había estado buscando, hacía más de media hora dentro de las cajas que su madre había olvidado de desempacar. Era el casamiento de su prima Alissa, quien había venido especialmente de Alemania a causa de la familia del novio, y no podían darse el lujo de faltar. Por más que se esforzara, no podía recordar exactamente cuando había sido la última vez en que la había visto. Los padres de Alissa se habían mudado cuando ambos eran muy pequeños, desde Nuremberg a Múnich y luego, cuando sucedió lo del accidente del padre de Erik, su madre, simplemente, había decidido abandonar Alemania.

A decir verdad, Edie estaba más emocionada que él por ver a todos los parientes, sin embargo, no podía dejar de sentir un leve cosquilleo en el estómago ante la oportunidad de presentarle a Charles a su familia (Edie había conseguido que lo invitaran) como si ese hecho significase algo.

Sacudiéndose el polvo de los pantalones de vestir de su traje, se incorporó del suelo en el que había estado arrodillado y salió de la pequeña habitación hacia el pasillo.

-¿Lo has encontrado, cariño? - preguntó su madre, quien lo esperaba en la sala de estar. Erik le sonrió al verla. Llevaba puesto un vestido muy sencillo, color vino, con cuello en bote, largo hasta las rodillas, los labios pitados en el mismo color y el cabello oscuro recogido.

Levantó la kipá para enseñársela en señal de triunfo y ella sonrió orgullosa, como si aquello hubiese sido un gran logro. Edie se acercó a él, para acomodar la corbata color azul marino de su traje, en un gesto que trataba de esconder sus nervios y Erik aprovechó para observarla. Los años habían sido clementes con ella, quien apenas tenía un par de arrugas en la comisura de los labios y en las esquinas de sus pequeños ojos pardos. Su cabello oscuro, presentaba algunas canas, que no aminoraban su belleza. Sin saber por qué, o quizás, apreciando la fragilidad de la vida, Erik se sintió conmovido. Esa era su madre, la mujer que le había dado la vida y que había hecho todo lo posible porque fuese un buen hombre. No lo pensó dos veces, la abrazó con fuerza, a modo de agradecimiento.

-Te ves muy bella... No conseguirás otro novio como Logan ¿Cierto? - bromeó a su oído y escuchó una pequeña risilla.

Antes de que ella contestara, Charles ingresó a la sala y Edie, notando su presencia, se separó un poco de su hijo, pasando aún un brazo por su cintura para permanecer en un semi-abrazo.

Había visto a Charles vestir traje muchas veces, en las reuniones de trabajo e incluso, en las fiestas de fin de año. Por lo que sabía, tenía buen gusto a pesar de que su ropa casual constase siempre de cardiganes y tweeds, bastante aburridos, que denotaban su pertenencia a la aparatosa clase alta británica. Sin embargo, en ese momento, lo había dejado sin aliento. El traje gris carbón se ajustaba perfectamente a su figura, que era más robusta de lo que a primera vista se podía entrever, permitiendo apreciar lo ancho de sus hombros y lo fino de su cintura, camisa azul pálido que resaltaba el color de sus ojos y una corbata gris perla que servía a los mismos efectos.

Erik luchó contra sí mismo y su mente en blanco para decir algo coherente, pero, por suerte, su madre fue la que habló primero.

-Con estos dos muchachos bellos, mis pretendientes creerán que no tienen oportunidad y no van a acercárseme.

Charles soltó una risilla.

-Con lo bella que está, no creo que Erik y yo podamos disuadirlos.

-¡Oh, adulador! - dijo ella sonrojándose -¡Vamos, Magnus! Ponle la kipá que se hace tarde.

Erik despertó del estado de estupefacción en el que se encontraba y avanzó hacia Charles.

-¿Yo también? - preguntó, flexionando las rodillas para permitir acceso a su cabeza -cosa, que, por la diferencia de estaturas, no era necesaria-

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