Capitulo 8

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¿Cómo pudo casarse con Aaron Theakis? La pregunta le abrasaba en la cabeza, como siempre. Acabo haciéndolo por el mejor de los motivos y fue el mayor error de toda su vida. Todavía se acordaba del momento cuando su tío le dijo que Aaron Theakis le había pedido su mano, como si estuvieran en una novela victoriana.

-¡Todas las mujeres de Atenas quieren casarse con él! -exclamo él con un brillo resplandeciente en los ojos.

Ella se quedó mirándolo sin dar crédito a lo que había oído mientras él desgranaba todas las virtudes de un hombre que casi no conocía, pero al que conocía lo suficiente como para recelar de él. Desde el concierto de Mozart, lo había visto unas pocas veces y no habría dicho que la había elegido de una forma especial. Aparte de saber que era rico, impresionantemente atractivo y, a juzgar por algunas conversaciones, inteligente e incisivo, era un completo desconocido para ella. Era un conocido de su tío y no alguien con quien ella quisiera intimar. En realidad, era alguien a quien habría preferido evitar. Habría sido mucho más sensato...

Sin embargo, súbitamente, su tío estaba diciéndole que quería casarse con ella. Era increíble. Quiso soltar una carcajada, pero se dio cuenta de que las entusiastas palabras de su tío ocultaban algo, algo que la espantó, estaba serio, muy serio. A ella se le heló el corazón. Vio la misma tensión que captó al llegar a Atenas; la tensión que la llevó a preguntárselo la noche que conoció a Aaron. Había algo más que tensión, había miedo.

Detrás de tanto entusiasmo, de tanta sonrisa y de tanto ensalzar lo maravilloso que sería convertirse en la señora de Aaron Theakis, había un mensaje mucho más prosaico.

Era un matrimonio de dinastías. Algo bastante corriente en los círculos en los que se movía su tío. Un matrimonio para unir a dos familias poderosas, a dos importantes empresas griegas.

Arístides no lo planteó así. Utilizó expresiones como «muy oportuno», pero Abie lo entendió perfectamente y se dio cuenta, con desazón, de que había algo más apremiante. Su tío quería que se casara con Aaron, necesitaba que lo hiciera.

El corazón se le heló más todavía.

Esperó, hecha un manojo de nervios, a que su tío acabara el discurso. Él se quedó mirándola con una mezcla de esperanza y miedo. Ella eligió cuidadosamente las palabras.

-Tío, ¿ese matrimonio te resultaría ventajoso desde un punto de vista empresarial?

Los ojos de Arístides desprendieron un brillo. Como si se sintiera atrapado.

-Bueno, como sabes, desgraciadamente, mi mujer no fue bendecida con hijos y siempre se ha planteado la pregunta de qué pasará con Fournatos cuando yo fallezca. Si tú, mi sobrina, estuvieras casada con Aaron Theakis, cuyos intereses empresariales son parecidos a los de Fournatos, esa pregunta quedaría contestada.

-¿Significaría eso que las dos empresas se fusionarían? -preguntó ella con el ceño levemente fruncido.

-Quizá, en última instancia, Pero... Arístides adoptó el tono desenfadado que empleaba para dirigirse a una chica que no debía preocuparse por esos asuntos-. ¡Eso no es lo que se pregunta una chica cuando un hombre quiere casarse con ella! ¡Y menos cuando se trata del atractivo Aaron Theakis!

Con eso dejó claro que no pensaba alejarse del cuento de hadas que le había expuesto. Abie no iba a sacarle nada más sobre el verdadero interés de Aaron Theakis para casarse con ella. Sólo la angustia que había percibido en el rostro de su tío y el respeto que le inspiraba impidieron que le dijera que nunca había oído algo tan absurdo. Hizo un esfuerzo para escucharlo hasta el final.

-Estoy... abrumada-dijo ella con toda la continencia verbal que pudo.

-¡Claro, claro! -exclamó él-. Algo tan maravilloso es trascendental.

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