Lᴇᴏɴᴇ Aʙʙᴀᴄᴄʜɪᴏ. -Final-

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Advertencia: Ninguna.
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Los meses pasaron. Tres para ser exactos. La vida continuaba con normalidad, pero para un grupo mafioso no era así. El grupo de Bucciarati ya no era el mismo, no desde que su única integrante femenina fue herida casi de muerte y no ha salido del coma que la mantenía postrada en una camilla desde hace meses. Y como bonus, otro de sus integrantes se había descarrilado, Leone había perdido su lucha contra la tristeza y estrés. No tenía el consuelo de su joven compañera, no soportaba el verla tan débil, no poder ver su sonrisa ó escuchar su bella risa. Tres meses sin ella, era como perder un gran pedazo de vida para Abbacchio. Estaba perdido y su único consuelo era el alcohol. Había vuelto a ser como antes, le daba asco el haber tomado esa decisión, pero ya no sabía que hacer, había perdido a la mujer que lo guiaba en la vida, su mujer. Ahora no tenía nada en este mundo.
Sus compañeros siempre trataban de hacerlo entrar en razón, diciéndole que eso no era lo que querría Agnello, pero el peliblanco simplemente ignoraba a sus amigos y se desahogaba en múltiples botellas de bebidas alcohólicas. Su mundo ya se había caído por completo y él se quedó en la nada, sin un camino fijo y con un gran vacío en su alma y corazón.

—"¡Leonito, vamos, no te desanimes!" —la suave voz de su amada resonaba en su cabeza. —"Yo haré que tu nube se esfume y en su lugar aparezca un arcoiris."

Recordaba a su amada, repasaba todos los momentos buenos que había pasado con ella, como siempre conseguía alegrarlo y sacarle una sonrisa como nadie podía.
Ella era única, la luz del grupo Bucciarati, era la luz de Abbacchio.
Pero ahora no podría tenerla a su lado, no podría sentir la calidez de su cuerpo, no escucharía su nombre salir de aquellos labios tan bellos y suaves.
La posibilidad de que nunca más despertara era muy alta, los médicos le daban un mes más de vida y no podían hacer nada más que esperar a que el destino actuase.

(...)

La lluvia atacaba Nalopes, era una gran tormenta. Los truenos eran ensordecedores y el sonido de las grandes gotas chocar contra una superficie era muy fuerte. La temperatura era baja, pero no tanto.
Leone se encontraba en su casa, observando la lluvia caer. En su mano mantenía una gran botella de alcohol.
El interior de su hogar estaba hecho un desastre, había una enorme cantidad de botellas y suciedad. Era todo un desastre.

Abbacchio estaba desarreglado, pero parecía no importarle. Solamente se dedicaba a beber una y otra vez de aquella botella, hasta que no quedó más que beber. Dejó la botella sobre una mesita de luz que había a su lado. Nuevamente, sus ojos se humedecieron y dejaron brotar unas grandes gotas que se resbalaban por sus mejillas y terminaban sobre la tela de su regazo, empapándolo con aquél liquido de tristeza. Ya no aguantaba más. Sentía que se moría. Había perdido la razón de seguir viviendo. Sin ella, él no podía seguir adelante. La necesitaba, necesitaba de sus abrazos, de sus caricias, de su aroma, de ella. Pero no la tenía y posiblemente nunca más la tendría en brazos. Si se rendía, terminaría dejándolo solo, con una tristeza enorme y con una voluntad completamente quebrada.

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En cambio, en el hospital, la joven que estaba en terapia intensiva era acompañada por uno de sus compañeros, Bucciarati. Éste estaba sentado a su lado, contemplando la paz que irradiaba su rostro. Le dolía ver a su subordinada de aquella manera; tan delgada, pálida y frágil. Parecía que con un solo toque se quebraría como un cristal muy delgado.
A otro lado de la camilla había una infinidad de regalos, desde flores hasta cartas. La mayoría eran del propio Leone, quien venía todos los días a visitarla.

🍀Oɴᴇ-Sʜᴏᴛs🍀 [Jᴏᴊᴏ's Bɪᴢᴀʀʀᴇ Aᴅᴠᴇɴᴛᴜʀᴇ x Rᴇᴀᴅᴇʀ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora