Prólogo

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—No puede ser tan mala como dices, Alex.

Alex Morgan levantó la mirada de la niña que tenía en brazos y asintió decididamente ante las palabras de la madre. Cuando hizo eso sintió un fuerte tirón del cabello y se dio cuenta de que la niña se lo había agarrado. Se lo quitó de la mano y se lo colocó bien sobre el hombro.

—Si, definitivamente, es así de mala, Lauren. La mujer es una perfecta ogro, y no se quedará contenta hasta que no tenga mi cabeza en una bandeja. Pregúntaselo a Amy.

Lauren Holiday miró a la mujer para verificarlo y ésta asintió.

—Realmente parece que la ha tomado con Alex por alguna razón — dijo mientras trataba de controlar a su propio hijo que zigzagueaba por la ultramoderna cocina de Lauren.

Las tres estaban allí reunidas para el almuerzo mensual que solían hacer un domingo.

Era la primera vez que lo hacían en casa de Lauren desde que se la compró.

—Cuidado, Ryan —le dijo a su hijo de casi dos años de edad— Tía Lauren y tío Jrue no tendrán tantas concesiones como mamá y papá. No serán tan comprensivos si ensucias algo.

—Lo que querrás decir es que tío Jrue no es tan compresivo. Todavía no se ha dado cuenta de lo complicadas que pueden ponerse las cosas cuando llegan los niños a una casa, empezando por los niños en sí mismos. Y sigue convencido de que hay alguna forma de mantener limpia la casa en todo momento. Por supuesto, sólo porque me haya casado con él no significa que yo haya cambiado de forma de ser y la pequeña Tyler y yo lo estamos volviendo loco, con lo ordenado que ha sido él siempre. ¿No es así, querida?

La niña hizo algunos ruidos incomprensibles y se agitó de una manera que a Alex le recordó a una tortuga.

—Parece como si fuera a tener los ojos de Jrue y tu cabello rizado. Una bonita combinación.

—Si. ¿Cómo será que Tyler ya tiene cabello y Ryan tardó casi un año en tenerlo? —preguntó Amy.

Las tres miraron al rubio niño y la brisa le agitó el cabello lacio que heredo de su madre.

—Así es con los niños —dijo Lauren— Además, una vez que empezó a salirle el cabello le salió hermoso. No te puedes quejar —dijo Lauren.

—Si, tiene todo un futuro por delante anunciando shampoo por televisión.

—Gracias, será un pequeño modelo.

—Pero estamos cambiando de tema.  Estaban hablando de la nueva doctora del hospital. La doctora Hill.

Alex dejó a la niña en su cuna.

—Es doctora Heath —corrigió a su amiga— Por favor no me vayas a decir que ha sido cosa del destino el que me vea torturada por ese mujer. Eso lo hace parecer como si tuviera atada a ella para siempre.

La doctora Tobin Heath había aparecido en la escena hace seis meses en el hospital donde Alex y Amy trabajaban en la sección de maternidad. Alex con los niños y Amy en obstetricia.

La mujer había llegado allí desde un famoso hospital privado de la costa oeste, donde había sido la jefa del equipo de cardiología. Todo el mundo en el hospital Seton, donde ellas trabajaban, sabía que había alcanzado los más altos laureles como doctora y que antes había terminado su licenciatura en Harvard con las mejores notas.

Lo cierto era que, desde que llegó, se había transformado en el objetivo de todos los chismes del hospital. El caso era que ahora era la administradora del hospital y estaba llevando a cabo su labor con su brillantez habitual.

Sanando viejas heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora