Capítulo 2

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Alex la miró incrédula, sin poder decir nada en absoluto.

¿Ayudarle?

¿Ayudar a Tobin Heath?

¿Con una niña?

¿Se había vuelto loca?

Siguió mirándola en silencio por un buen rato.

Entonces se tragó el café que había mantenido en la boca y se atragantó, empezando a toser.

Tobin se levantó y le dio un par de sólidos golpes en la espalda, algo que la hizo toser más aún porque le resultó un gesto inesperado y un tanto seductor.

La verdad era que, a través de tanta ropa como llevaba ese contacto no era nada seductor; pero sí que lo era.

Alarmada, Alex se apartó de ella, se levantó de la silla haciendo un esfuerzo por escapar.

Pero Tobin la siguió.

Realmente lo único que Tobin estaba haciendo era ver si ella estaba bien, se dijo a sí misma. Pero por alguna razón, parecía estar más cerca de lo que debiera estar y estar tratando de hacer mucho más que ayudarla a eliminar la tos.

A  Alex nunca le había gustado que la gente se le acercara demasiado sin su permiso, ni emocional ni físicamente. Había una razón para eso, se recordó a sí misma inmediatamente y, sin pensarlo más, le apoyó las manos en el pecho y la empujó.

Fuertemente.

Tobin se tambaleo hacia atrás y su mirada reflejó la sorpresa. Pero luego volvió a acercarse a ella y levantó una mano.

—¿Se siente bien? —le dijo mientras le ponía la mano en un hombro con cuidado.

Alex no hizo nada esta vez.

Animada por esa reacción menos violenta, ella le frotó la espalda.

Alex se obligó a mantener la calma y a no pasarse, a dejar que ella la tocara.

Desafortunadamente, ese plan no funcionó, dado que esa sencilla caricia parecía el más incitador de los gestos e instintivamente deseó apartarse antes de que las cosas se le escaparan de las manos.

—Estoy bien —mintió mientras trababa de respirar normalmente—Estoy bien —repitió sin saber si estaba tratando de convencer a Tobin o a ella misma de algo que no estaba completamente segura.

Tobin siguió acariciándole lentamente la espalda y ella se quedó inmóvil, mirando a esos pálidos ojos castaños que parecían fijos en su rostro. Por un largo instante se quedaron así, sólo mirándose en silencio, hasta que ella se apartó un poco y no de muy buena gana.

Pero en vez de quitar la mano de su espalda para dejarla apartarse, Tobin apoyó la mano que le quedaba libre para impedirla ir a ninguna parte. La que ya tenía ocupada se la puso en el cuello y empezó a atraer hacia ella su cabeza.

—No —dijo ella suavemente, tratando de apartarse.

Pero Tobin no pareció oírla y siguió con el movimiento. Durante un momento salvaje Alex se olvidó del malestar que sentía por esa mujer y de la razón por la que, normalmente, tenía tanto cuidado con las personas.

Nadie la había tocado de una forma tan agradable. Pero cuando se dio cuenta de lo que estaba tratando de hacer, comprendió que tenía toda la intención de besarla, se dejó llevar por el pánico y se apartó de sus brazos para correr al otro lado de la cocina.

Se puso a propósito de manera que la mesa de la cocina quedara entre ellas, aunque se daba cuenta perfectamente de que aquello era una estupidez, ya que no impediría nada si Tobin trataba de besarla de nuevo.

Sanando viejas heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora