Capítulo 4

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Tobin decidió que aquello era un mal sueño.

Estaba en pijama con una bata en conjunto y le acababa de abrir la puerta de su casa a aquella mujer con cara de buen humor.

El sol estaba apenas saliendo y añadía aún más color a su cabello negro que barillaba, haciéndolo aparecer más negro, si fuera posible.

Sabía muy bien que Alex Morgan no era precisamente el ángel que parecía. Las emociones que despertaba en ella eran diabólicas, por lo menos.

Por la bolsa de viaje que llevaba en la mano parecía tener toda la intención de, esta vez, pasar un cierto tiempo con ella.

—He vuelto —la oyó decir desde muy lejos cuando entró en el salón.

Tobin cerró la puerta y se aferró a la bata. 

La razón por la que lo hizo era un misterio, ya que Alex nunca había demostrado el menor interés por quitársela y, si ahora la deseaba ella no tenía realmente la menor intención de impedírselo.

Había algo en el hecho de que Alex hubiera vuelto a su casa por su propia voluntad que le interrogaba. Eso, acompañado del hecho de que parecía estar de bastante buen humor.

—Sí, pero ¿qué estás haciendo aquí?

—Vengo a ser niñera —le dijo ella—¿Recuerdas? Me voy a quedar con Cara durante las próximas dos semanas y te voy a ayudar con ella.

—Creí que habías cambiado de opinión al respecto.

Ella se encogió de hombros.

—Bueno, pues he vuelto a cambiar de idea. Además, me sigues debiendo la compra del otro día.

Luego le indicó la bolsa de papel marrón que tenía en los brazos.

—Lo pondré en tu cuenta. Ahora, ¿dónde puedo dejar mis cosas?

—¿Qué cosas?

—Mi ropa y cosas de tocador.

—¿Te quedarás aquí?

—Sólo por un par de días. Hasta que puedas recuperar algo de sueño. Luego vendré por las mañanas y me quedaré hasta que vuelvas del trabajo. Yo también tendré que dormir algo, ya sabes.

—Lo sé, pero...

—Bueno, ¿dónde las puedo dejar?

—¿No estás haciéndole el turno de noche a Mana? ¿Cómo te las vas a poder arreglar con esto?

—No me toca trabajar ni esta noche ni mañana.

Tobin la miró suspicazmente.

—Te estás tomando muchas molestias por mí.

—No es por ti.

Tobin asintió y se sintió más cansada de lo que había estado en toda su vida.

—Es cierto. ¿Cómo lo he podido olvidar? Sólo estás haciendo esto por Cara.

—Eso es. ¿Dónde dejo mis cosas?

Sanando viejas heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora