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Capítulo 23
Necesito que me cubras

—¡Todos arriba que se hace tarde! —papá nos apuraba a subirnos a la camioneta mientras mamá abría el portón.

Por suerte me traje los auriculares para el viaje, necesitaba música para no volverme loca. Nunca había estado tan nerviosa y es tal vez por el hecho de que iba a tener una... ¿cita? La verdad es que no se lo que era en realidad y ni siquiera sabía si iba a poder escaparme, todo dependía de Tomás y espero que me haga el aguante en esta como en muchas otras.

Santi se sentó entre medio de Dani y yo y menos mal porque no quería que siguiera mostrándome mas fotos de su amor platónico, sí... Timothée, aquello me ponía la piel de gallina con tan solo pensarlo.

Papá arrancó la camioneta y salió del garaje para esperar a mamá que cerrara el portón y se subiera con nosotros.

—¿Listo? ¿Nadie se olvida nada? —nos preguntó ella asomándose por su respaldo viéndonos a cada uno de nosotros—. Es una hora de viaje, ¿seguros, seguros?

Los tres asentimos.

—Bueno, vamos... —papá aceleró y nos dirigimos a la casa de nuestros primos.

En Capital... en Capital maldita sea.

Me puse los auriculares y abrí Spotify en mi celular buscando algo relajánte, que me despejara. Entonces, encontré el álbum de Soda Stereo, ni lo dude y puse la primer canción que vi En La Ciudad De La Furia... un clásico.

Y como mamá había dicho, el viaje duro una hora o unos diez minutos menos porque a esta hora no había mucho trafico, además de ser día de semana. Las únicas personas en la calle eran los turistas porque los que no lo éramos, nosotros... seguramente estaban en sus casas preparando la cena porque mañana es jueves y los jueves se trabaja.

Hacía mucho que no veníamos a Capital, la última vez que habíamos visitado a nuestros primos había sido una semana antes de viajar así que teníamos unos cuantos meses sin pisar la Capital de Buenos Aires.

Mis tíos tampoco vivían en una casa, sino en un departamento pero en un edificio y no en lo que vivíamos nosotros, ellos tenían unos cuantos vecinos y unos cuantos pisos mas. Papá estacionó la camioneta en la calle a unos metros de la entrada del garaje del edificio, mis tíos no vivían muy lejos del centro, a unas dos cuadras mas o menos, desde su balcón se podía ver el obelisco con claridad.

Me saqué los auriculares dejando mi alivio atrás. Agarré mi abrigo y me lo puse para bajar, era una noche algo fresca, fresca para mi vergüenza.

—¡Yo quiero tocar! —gritó Santi corriendo hasta los escalones del edificio de mis tíos.

Llamó al timbre que marcaba el 18 A. Todos esperamos y a los pocos segundos escuchamos la voz de Mariela mi tía.

—¿Si? —se escuchó.

Papá le dio un empujoncito a Santi para que responda.

—¡Somos nosotros tía! —le dijo mi hermano muy cerca del parlante.

Se escuchó la risa de Mari y después como la reja de la puerta de vidrio emitía un timbre que la abría.

—¡Pasen! —nos dijo mientras nosotros subíamos los escalones que faltaban.

Su edificio era muy lindo, muy moderno, con muchos ventanales... muy de Capital por así decirlo.

Caminamos por el lobby y fuimos directo al ascensor que ya estaba ahí como si nos esperara. Tenía espejos por todas partes y obviamente Dani aprovechó a retocarse un rato. Yo solo miré mis ojos unos segundos, tenía una lagaña... si seguro que si.

Las puertas se abrieron y nos dieron lugar a una "sala de espera" casi circular. Habían tres puertas, A, B y C. Fuimos hasta la A dónde no hizo falta ni siquiera que tocáramos la puerta porque alguien la abrió por nosotros.

—Hola... pasen pasen... —era mi tía quién estaba saludando a mamá con un abrazo mientras Santi después de saludarla entraba corriendo por el pasillo—. Pensé que venían un poco más tarde...

—No había tráfico... ¿cómo andas? —le preguntó mi papá mientras la abrazaba como saludó también.

—Cansada, pero con hambre —rió ella mientras nos saludaba a Dani y a mi—. ¿Cómo están mis chicas?

—¡Hola tía! —la saludamos las dos con un abrazo y después entramos por la puerta del pasillo.

Cuando llegamos al amplio living que también competía una enorme cocina y comedor nos encontramos en la cocina con Roy y con Tomás. Los dos tomaban unas latas de coca.

Cuando Tomás me vio dejó la coca sobre la mesada y se acerco a mi con una sonrisa. Yo abrí los brazos para abrazarlo y el me levanto del piso.

—Ya era hora de que volvieras —se quejó mientras me abrazaba.

—Yo también te extrañe —le dije mientras olía su perfume—. ¿Te pusiste perfume?

—¿No íbamos a Kansas? —se separó para verme con una sonrisa.

—¡SEE KANSAS! —gritó mi hermanito a lo que Tomás se separó de mi para agarrarlo a él.

—¡Vení acá enano! —le gritó Tomás mientras Santi riendo corría al living.

Tomás lo persiguió mientras yo saludaba a Roy con un abrazo. Vi como nuestro primo lo agarraba y en el aire lo daba vuelta para dejarlo colgando cabeza abajo a lo que Santi se ponía rojo y no solo de la risa.

—Tomás se van a lastimar... —se quejó Mariela pero no podía negarse a reír también.

—¿Quién? —frunció el ceño y por un segundo fingió dejar caer a Santi pero en el último momento lo sujetó con fuerza.

Santi no podía parar de reír.

Yo salté al sillón con forma de L. Los miraba mientras hacían sus tonterías. Y entonces escuché los pasos de esas plataformas. Vi cómo Catalina mi prima salía del pasillo de donde se encontraban los cuartos. A su lado estaba Dani.

—¡Agus! —gritó ella y corrió a mi para abrazarme también.

La verdad es que Cata se llevaba mejor con Dani y Tomás se llevaba mejor conmigo... pero eso no quería decir que nos odiáramos.

Me levanté para abrazarla, cuando me abrazó noté que ella también llevaba perfume, un rico perfume. Menos mal que esta noche me había puesto el mejor que tenía.

—Eu Agus, adivina que llegó ayer... —me dijo Tomás mientras bajaba a Santi y lo acostaba en un sillón.

—NO ME DIGAS —salté emocionada—. ¿YA LO TENÉS?

—Red dead Redemption 2 —me dijo como la voz de la publicidad imitándola—. Listo para probar, solo te estaba esperando a vos.

—¡No hace falta que esperes más! —me levanté de nuevo del sillón de un salto esta vez.

Los dos estábamos por irnos por el pasillo por donde habían llegado Dani y Cata pero alguien nos frenó mientras hablábamos de los gráficos del juego.

—¡Ey! ¿Adónde van?... ¿nos vamos o ustedes no piensan comer? —nos llamó la atención Roy.

—¿Ya nos vamos? —preguntó Cata como si ella y Dani también tuviesen cosas importantes que hacer.

—Son las nueve... se va a hacer tarde... tenemos reservación a las nueve y media —señaló el reloj en su muñeca.

Todos empezaron a juntar sus cosas y entonces me acordé que tenía que hablar con Tomás antes que nada. Así que mientras buscaba su abrigo sobre el sillón me acerqué alejándome de los demás.

—Eu, necesito que me cubras...

Tomás me miró como si fuese un chiste.

—¿Qué te cubra? ¿Qué pensas hacer ahora Agustina? —me miró serio esta vez.

—Te cuento en el camino, ahora vamos...

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𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔  |  𝐓𝐈𝐌𝐎𝐓𝐇𝐄𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐋𝐀𝐌𝐄𝐓 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora